14.Luego de la tormenta (Parte 2)

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El ruido que generaban todas las personas que comenzaron a llegar desde que despertó era mucho más insoportable que el de todas las almas que se mantenían pegadas a él.

Luciel se hallaba descansando en una blanca cama rodeada de opulentos y variados muebles con ornamentos y objetos bañados en oro. Lastimaba su vista y lo mareaba en cuanto posaba los ojos en un lugar que no fuera el grisáceo techo.

La canosa barba de Niall no había dejado de moverse violentamente aclarando en distintos tonos la necesidad de que todas las personas salieran de la habitación. Y a juzgar por las espantadas e indignadas caras que ofrecían todos los aristócratas y nobles, el viejo les hablaba con todo menos respeto. Eventualmente cada uno de ellos salió del lugar con sus propios molestos manierismos y berrinches que Luciel no tenía la fuerza de siquiera registrar en su memoria.

Contemplar el techo de la habitación era todo cuanto su cuerpo le permitía.

Sus recuerdos se hallaban nublados, como en cada ocasión en que se deslizaba al fondo del abismo para que su cuerpo fuera tomado por uno de los murmullos con nombre. Alastor tenía todas las piezas que faltaban para completar su camino hasta la cama. Tomaba espacio para suspirar en un intento de no preocuparse demasiado por la muerte de Max, pues ello sólo significaría tener pensamientos intrusivos sobre muchas otras dudas. «Inútil... Después de todo solo eso fui —Se reprimió —Debí haber hecho más... debí»

Cubrió el rostro con sus manos en la desesperación e impotencia que comenzaba a crecer junto al silencio de la habitación.

—Joven Luciel —Llamó Niall al cerrar por completo la puerta de la habitación —¿Se halla mal? Sus heridas eran graves, dígame si necesita atención médica.

—Me... me encuentro mejor —Dijo Luciel al dejar caer ambas manos. La pesadez de su cuerpo y el esfuerzo que significaba solo respirar eran lo que él creía un claro signo de que se había sobrepasado con el uso de los milagros. «Débil» —Mi cuerpo se recuperará por sí solo en unas horas... solo necesito un respiro antes de volver a levantarme.

—Si así lo dice... Estoy seguro de que muchos se alegraran de la noticia —Comentó Niall —Lo dejaré solo para que descanse un rato antes de que llegue más gente. Eoin debería estar avisando a Adelayn y la Maestre Cilya ahora mismo y espero que lleguen en unas horas como mucho. Me asegurare que sea la única tormenta que llegue a su habitación.

—Gracias... ¿Podrías darme algo donde escribir? —Dijo Luciel al ver a Niall moverse a la puerta y al notar la inquisitiva mirada del hombre se apresuró a agregar —La fatiga me ha dejado la mente nublada, me ayudará a organizar mis recuerdos...

—Lo traeré enseguida Joven Luciel... —Dijo Niall al abrir la puerta al pasillo donde se hallaba ya otro cúmulo de gente nueva —Si me disculpa San Luciel, regresaré enseguida.

La ceremoniosa despedida de Niall dejó un cansado y molesto sentimiento en Luciel. Esa pequeña muestra de un respeto y protocolo le recordó su corto tiempo en Astyel, agregando de una extraña manera un peso más sobre sus hombros. Un recién salido pacificador que no pudo hacer nada una vez más para proteger a alguien más que así mismo. Ahora la gente lo tenía como un Santo, título que no había pedido pero que le otorgaron por sus habilidades por crear milagros.

La ya de por sí difícil respiración se intensificó al punto en que sintió que se iba a ahogar con el propio aire. Y Luciel buscaba desesperadamente una forma de calmarse, hasta que vio, en una de las sillas, la túnica blanca que llevaba consigo desde hace más de diez años.

Salió de la cama arrastrándose hasta ella en una muestra de voluntad que si alguien hubiera visto quedaría perturbado por la desesperación en las acciones de Luciel. Rodó por el suelo, reptando en un camino de gotas de sudor que perlaban su cuerpo como una fiebre. Luciel se deslizó, y como un animal se arrastró hasta la seguridad que ofrecía la túnica de su madre. Una vez con ella entre sus brazos, respiro en un gemido profundo hasta que logró llenar sus pulmones con aire de vuelta.

Luciel la colocó encima de sus hombros y camino de vuelta. Con la cabeza flotando y el cuerpo apenas consciente del dolor de su fatiga se tiró sobre la cama.

«Nada —Pensó —no han dicho nada desde que desperté.

—Nada —Repitió una voz en un lejano susurro que no reconoció.

—¿Alastor?

—No... más importante, ¿Me dejaras anotar lo que has olvidado? —Comentó Alastor»

Nacido del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora