Decidió vestir lo que menos resaltara en el bosque. Tarea difícil, considerando la cantidad de chaquetas y camisas con bordados en plata y oro que le habían sido regalados. Al final, el negro y rojo de los pacificadores tenía mucho de lo que buscaba, y con desgana convirtió la túnica mágica en una gruesa capa de cuero que le protegiera de la lluvia. Esta vez guardó su espada normal y portó la cegadora de Raegan como segunda espada. «Por lo menos sé que puede estar viva»
Sin mesa donde escribir, usó una de las sillas que quedaban en buen estado para pasar el contenido de su empapado diario. Buscó en su mochila una nueva libreta, pero recordó que al salir de la academia Camelia le había entregado una nueva que ella misma había encuadernado. Guardada junto a los demás regalos de despedida, normalmente evitaba pensar en esos recuerdos por el dolor que causaba, pero ahora podía verlos por lo que eran. Examinó el libro en blanco cuya dura tapa de madera estaba cubierta de piel y adornada en flores conservadas con sabia de Phi'an. No era algo que él elegiría por sí mismo, pero lo apreciaba y tenía un encanto que solo ella podía darle. Esperaba Camelia estuviera mucho mejor que él, evitaba pensar en ella, por la culpa de que ella fue la primera, y por la culpa de que le recordara a Sahely en cada ocasión.
Pasó las páginas del grueso volumen y vio un sobre dentro de ellas; un mensaje guardado para él. Lo puso a un lado y comenzó a escribir para apartar la idea de leerla ahora mismo. Sobrevinieron los minutos y el sello de cera no dejaba de mirarlo y acusarlo por el adulterio que había cometido. Entonces tomó la carta y leyó una vez más los sentimientos que alguien había dejado para él. Con un dulce vaivén de palabras, su joven amiga había dejado de esconder sus emociones en un capullo, hasta mostrar el hermoso revolotear de sus sentimientos, cristalinos. Tan vastos como el cielo mismo, lo congelaron en un instante, donde su ahuecado ser quería derramar lágrimas sin saber por qué. Cantó en susurros como solía hacer para ella, una melodía que la ayudaba a dormir. Creyó pronto él lo haría, para que alguien más tomará su cuerpo, pero nadie vino en su ayuda.
Cuando terminó de escribir los últimos días, salió de la casona. Buscó en el pequeño establo techado a los caballos y los lobos. Ninguno parecía advertir problema en que estuviera Luciel o sus antiguos jinetes. Lo siguieron sin problema y al llegar a la casa de Daionyz lo recibió con provisiones suficientes para unas semanas. La mujer del viejo Hosidh, algo más rechoncha y con las mejillas sonrosadas no paraba de preguntar a Luciel si este se encontraba bien. Él, había olvidado que esperaba hacer una vez que estuviera ahí, el plan que alguna vez pasó por su cabeza no se presentaba cuando lo necesitaba, así que, Luciel solo estaba en silencio y asentía. Se despidió de la pareja una vez estaba encima de Cenizo, y con todos los lobos detrás. Emprendió una pesada marcha hacia el bosque.
Las espesas copas de los árboles retenían la mayor parte de la tormenta y los constantes truenos que azotaban las sobresalientes raíces advertían a todos los animales de no salir. Determinado a alcanzar a quien se llevó a todos, galopó sin descanso, persiguió la nada con la certeza de que todos estaban en Alirez, hasta que Cenizo dio señales de agotamiento y se cubrió con los demás por un tiempo. Recuperar el vigor de un animal era un milagro posible, pero hacérselo a 4 podría agotarlo.
Con las raíces sobresaliendo como muros naturales y un enorme y ahuecado tronco Luciel improviso un refugio. La tormenta no amainaba, en cambio, parecía querer impedirle el avance. Los vientos hacían volar ramas y hojas por todos lados. Los truenos estaban tan impacientes como él por azotar los suelos.
«―Habrías hecho bien en tomar la oportunidad para pensar con claridad ―Una voz apagada cobraba vida a cada palabra en su mente. Identificó al hombre de airado hablar como Karna ― ¿Acaso crees que tu sola presencia cambiará algo?, abandonarlos o no, eso no es lo importante, piensa en ti por una vez. Leí todo el diario, eso no es lo que quieres, nada de esto, ¿Por qué has de encargarte de los errores de alguien más? ¿Por qué has de cargar con todo este peso? Deja que alguien más se haga cargo y lárgate de una vez, ya tienes suficiente contigo mismo como para querer arreglar algo más. No quiero ser una persona a la cual el mundo le pide demasiado»
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Nacido del Deseo
FantasyLuciel D'chain ha dedicado su vida a convertirse en un pacificador, héroes de la iglesia que protegen de lo sobrenatural. El día de la ceremonia de graduación es separado de sus amigos, viéndose envuelto en una misión que implica recoger y escoltar...