22.Vendrán lluvias suaves(Parte 4)

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Los truenos golpeaban los alrededores del pueblo con una frecuencia improbable. Augurio de un mal año creía Rena, recién comenzaba el verano y las tormentas incluso en una zona como Beruem estaban así de mal. Se apartó de una de las polvosas ventanas y tomó asiento junto a Liva en el comedor de la casucha donde se quedarían a dormir.

—¿Dejarás de estar de mal humor? —Preguntó Liva sirviendo una taza de té a ambas.

—¿Dejarás de acostarte con el juguete de Abraham? —Dijo Rena en un gruñido airado.

—No.

—Ahí tienes tu respuesta.

—De todos mis caprichos este es el único que te molesta —Comentó Liva con algo de humor — La envidia nublará tu vista y habrá de castigarte alguien más... No juegues tanto con las cosas de Abraham, por más que te quiera no podré salvarte de ese viejo, santo viejo.

—Lo intentaré, solo deja de fingir tanto con ese mocoso. —Dijo Rena entornando los ojos.

—No finjo querida... —Liva dio una media sonrisa que la hacía perder su compostura —Y creo que puedo guiarlo mejor de lo que Abraham, será un pacificador hecho y derecho al finalizar este martirio.

—Martirio el mío Liva —Espetó Rena dando un leve golpe a la mesa.

—¡Hey! —Alzó la voz Liva fulminando a Rena como si fuera solo niña, siempre la miraba así al enojarse, aunque solo fuera unos cuantos años mayor —Eres mi favorita, y siempre lo has sido... eres mía desde aquel día, tú lo prometiste. No yo, no quería nada que ver con una pecadora como tú, ahora estás limpia y sirves a Gabriel, y a mi en todo lo que diga. —La severidad de las palabras fue creciendo hasta darle miedo a Rena, miedo porque dejara de serle útil. —Si he dicho que es un capricho, es porque así lo es... déjame tener al muchacho ahora que puedo, luego podrás hacer con él lo que tú quieras, siempre ha sido así, ¿No?

—Si —Dijo Rena en un apagado tono que apenas se escuchó.

—Mucho mejor de esa forma... tu eres y será siempre mi favorita Rena, no importa que. —Repitió Liva al levantarse de la mesa —Pero ahora necesito que el muchacho confiese sus pecados conmigo.

Con un profundo dolor en el pecho vio a Liva levantarse de la mesa y subir hasta tocar la puerta de la habitación de Luciel, entrando a su habitación apenas abrió este la puerta.

Clavó sus uñas en la palma de su mano hasta hacerla sangrar y superando por el momento la molestia, vacío la taza casi llena de Liva para limpiar y guardar todo para la mañana. La tormenta silenciaba las agitaciones de la habitación de arriba, estaba segura perdurarían hasta que Liva se cansara, un suceso tardado para aquellos que no la conocieran tan bien como ella.

La ciudad de Alirez quedaba solo un par de días más con el ritmo que llevaban, y como pensó no hubo tiempo suficiente para probar las capacidades de ninguno de ellos. Peso muerto, que arrastraban por culpa de un viejo terco, y de no ser por la presencia de Raezal, ellos significarían una carga más que aceptable. Cavilaba una vez más, dudosa de quien podría prescindir. Luciel era el favorito de Abraham, sin mencionar que Liva se había encaprichado por él, necesitaba una gran razón para poder meterse en su camino. Poena por su parte era tan útil como los perros que llevaban consigo Luciel y Agony, la respuesta más lógica en otro momento, sin embargo, dudaba encontrar la más mínima falta en su persona. Agony, temeraria desde que la había visto en el calabozo, su actitud se distaba de haberse sometido por completo, tenía los ojos llenos de esperanza. Y es por eso por lo que prestaba especial atención en ella.

Camino hasta las habitaciones con un dedo sobre la hoja de su daga negra. El filo amenazando con cortar su piel tenía un efecto embriagante en ella. Pese a la espesa oscuridad del pasillo, su instinto y los constantes rayos de luz penetrando las ventanas eran más que suficientes.

Consideraba a la chica un sacrificio, no uno que ella hubiera elegido, sino uno que el propio Abraham puso a disposición. Rena juzgaba la curiosa misión especial de ella una estupidez, no dejar que Luciel la descubriera, no hablar con él ni entablar relación alguna. «Imposible para ella» Fue obvio para Rena las intenciones de Abraham, castigarla durante el viaje. Los viento tormenta servían más como herramientas desechables, los forjaban con la idea de que la luz que prestaran a Gabriel sería fugaz. «Una pena» Pensó sin remordimiento, quería mejorar la iglesia y por eso mismo debía sacrificar a muchos en el camino.

Anunció con un par de golpes en la puerta su entrada.

Dentro del remedo de habitación, Poena ya estaba junto a la cama ofreciendo un rígido saludo. «Un perro del que no se su utilidad» Cerró la puerta tras de sí y levantó la palma para callarlo.

—He venido por una misión especial para ti Poena —Anunció Rena justo antes de ponerse delante de él.

—¡Espero a servir mi señora arcángel! —Alzó la voz Poena sin mirarla a los ojos. «Asustado, roto como todos los viento tormenta —Pensó Rena en una mueca» Esperaba no quedarse solo con Luciel luego de esta noche.

—Descansa —Ordenó Rena entornando los ojos, dio un paso y bajó el tono para que solo Poena la escuchase —Tu compañera Agony ha incumplido las órdenes que le fueron entregadas por el director Abraham. Tu deber esta noche es ejecutarla, y encargarte de su cuerpo. Como arcángel, excomulgo a Agony de su nombre de inmediato, y preciso darle muerte y sepultura para que halle expiación en otra vida.

Rena regresó a su posición inicial y vio crecer la duda en el rostro de Poena. Crecer juntos, aunque haya sido solo en una celda debió haber generado alguna especie de apego, no lo culparía, más esperaba no tener que perder a dos en una noche.

—¡Serviré! ¡Mi señora arcángel! —Anunció Poena al cabo de un momento con los ojos bien abiertos y dándose a repetir las palabras como si perdieran significado. Rena no pudo suprimir una media sonrisa que entorno su rostro. «Demasiado rápido incluso para un perro de caza» —¿Qué tipo de muerte he de darle mi señora? ¿Dónde la entierro? —Preguntó Poena con la misma pasmada expresión.

—Una rápida, y puedes usar las tierras del pueblo, ninguno de los lugareños presentara objeción alguna... hazlo en cuanto creas conveniente, espera a que duerma de ser necesario, pero para mañana deberá estar hecho... venderemos su caballo y Luciel seguro querrá mantener al Lobo, sus cosas puedes enterrarlas con ella, excepto la cegadora —Dijo Rena luego de razonar que Poena seguiría preguntando más cosas si no lo mencionaba.

Un perro demasiado entrenado, no confiaría en él ni siquiera si Liva lo hacía. Abraham era el verdadero amo de ese sabueso, uno que no extrañaría, pero que podría llegar a ser útil. Con los años Rena creía poder percibir en otros lo leales que eran a sus amos, había quienes seguirían órdenes no importaba lo descabelladas que fueran, no tenían nada que los identificara como perros. Otros portaban una cadena en el cuello más como adorno, pues sabían siempre como liberarse. Ella no podía verse a sí misma, por eso creía debía ser de los primero, justo como Poena.

Salió de la habitación de Poena y dedicó unos segundos a la puerta de Agony justo delante. No debía haber nada que advirtiera a Luciel, la tormenta serviría como distracción suficiente y cuando Liva hubiese de terminar de usar al muchacho ella podría comentarle lo que sucedió. Un pequeño regaño era un pagó suficiente para poder llevar al joven bendito a una situación en que querrá quitarse la cadena en su cuello. Solo eso sería suficiente, divisar la bestia que en verdad era Luciel era todo lo que quedaba, dos días serían más que suficientes para prepararse antes de poder dar toda su atención en recuperar la espada.

—Os pido misericordia ante el sacrificio que envió mi señor Gabriel, pues mis acciones no toman parte del bien o el mal —Recitó Rena al regresar a su habitación. 

Nacido del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora