25.Una esquirla más(Parte 2)

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Con un cansado suspiro tentó por reflejo su cuello. «Maldita loca asquerosa, te haré pagar...» Sus crudos pensamientos le sorprendieron hasta dar un respingo, ¿Qué era exactamente por lo que la haría pagar? No lo sabía, pero lo sentía, algo, un sentimiento se quemaba en su cabeza al punto que no le permitía entrar en la vacua calma del pozo. «―Nada ―Repitió con fuerza aquel murmullo.

―Usa solo la voz y las palabras ―Instó Alastor»

―Lo haré mi señora arcángel ―Dio una leve reverencia. Se giró para vestirse y buscando a tientas los pantalones hizo un esfuerzo extremo por no tomar su cegadora de primero. ―Ayer fue un día inesperado... ―Cuidaba sus palabras para no mentir descaradamente, practicó sobre todo con la maestre Cilya e inconscientemente con Adelayn; decir solo lo necesario ocultando toda la verdad que no le conviniera, o que él no quisiera develar. ―La tormenta apareció de la nada, una temporada antes de su presencia común, más aún, recuerdo en Ilyberk decían esta zona solía ser muy celosa al otorgar lluvias. Eso y el extraño evento donde hable con Agony fueron todo lo que me sucedió el día de ayer. No hablé a solas con Rena... ―Hizo su mejor esfuerzo por aflojar el rostro y con una mueca quiso revisar que tan complacida estaba Liva con esa explicación. Con el ceño fruncido parecía aún estar pidiendo explicaciones. Luciel bajó los hombros y buscó una salida. ―La mirada debe ser causa de mis problemas, usted conoce sobre ellos. Cuando cambio entre uno y otro suelo hacer muecas, intento no se noten. Incluso si no surge un cambio, son problemas que no puedo controlar, así como las expresiones de los demás. Probablemente sabe de Lucy, ella se molesta cada que estoy con una mujer, al final sigue prefiriendo los hombres.

La explicación pareció surtir efecto pues Liva dejo salir aire por la nariz al contener una pequeña risotada.

―¿Qué fue lo que te dijo Agony? ―Con una serena mirada lo inspeccionaba, no apartaba la vista de sus ojos. Sin embargo, Luciel creyó notar algo de ansiedad, o miedo. «Imaginaciones, deben ser» ―Di la verdad...

―Yo... Le dije que sabía quién era, por mi error al nombrarla. ―Había un límite en cuanto podía ocultar, y él comenzaba a rozarlo. Mentir luego de aquellas visiones le sabía una muy mala decisión. ―No puedo saber los planes de Abraham cuando decidió nombrarlos de esa forma a los tres, pero los reconocí. ― «Ese desgraciado dará cuentas, todos y cada uno ―Se le escapó un pensamiento, esta vez con eco de un murmullo que no reconoció» ―Rena lo sabía, por eso quería dejar en claro a Rae... Agony que la trataría con el nombre y como la persona que se presentó al salir de la academia, hasta terminar esta misión, no podría ponerme en el camino y las decisiones de la iglesia o Abraham.

―Me imagine algo así... ―Los brazos de Liva se cruzaron en su pecho acentuándolo por la camisola, distrayendo un momento los ojos de Luciel. Su agresión había bajado lo suficiente para que él relajará el cuerpo, por más que su rostro se negara a seguirlo ― ¿Y qué respondió ella?

―Lo acepto de buena gana, no dio impresión de que esperase algo más. ―Terminó de colocar su mochila a la cadera cuando advirtió de vuelta la presencia de más almas arremolinadas en su mano. «¿De forma inconsciente?, imposible» Buscó tomar la calma por la fuerza dando los pasos de siempre, pero se detuvo luego del primero; no quería volver a ver visiones. Útiles, sí, pero por más que las viera de esa forma; cada una de ellas, jugaba con sus recuerdos y sentimientos como si fueran verdaderos. Sin mencionar lo agotado que terminaba después.

―No parece estes mintiendo ―Los hombros de su mentora se aflojaron y colocó la daga de vuelta en su lugar oculto ―Tenemos una situación complicada niño bendito, es más diría que es una situación grave. Somos los únicos que quedan en esta misión de buscar la espada, ¡bendita espada!

―Espe... ¿A qué se refiere? ―Dejó salieran las palabras con ímpetu. Se aclaró la garganta para disimular como le fuera posible.

―Un muerto, dos desaparecidos ―Liva revolvió su melena con una mano y lo miró de reojo al girar su cabeza hacia atrás. ―Esperaba fueras tú el culpable para resolver esto rápido.

El corazón le dio un vuelco, perdió el equilibrio y sostuvo su peso al apoyarse contra el marco de la puerta. La noticia no era lo único que le revolvía el estómago ahora mismo. «Tome la mejor decisión, debió serlo, sigo aquí, pero ¿Por qué?» Temió por lo peor, empero la tranquilidad de Liva era un pensamiento del que no quería ahondar.

―Me... hay, quiero decir... ―Palpo la espada solo con la yema de los dedos, las almas seguían un flujo constante a su mano, sin embargo, no las escuchaba, no tan alto como siempre.

―Ven, es mejor que veas ―Con sus largas piernas Liva y él llegaron a la puerta que tanto temía Luciel. La puerta de Raegan estaba abierta permitiendo ver dentro, en principio una habitación casi idéntica a la de él. ―Debió pasar hace unas horas, yo no escuche nada y soy sensible a los movimientos en la noche.

―La tormenta... ―Luciel dio un par de pasos dentro de la habitación.

―El perfecto camuflaje para un ataque, o eso sería agradable pensar. Quien sea que se llevó a los otros dos no fue quien hizo esto.

Luciel no daba crédito a las señas de batalla. Dos largos tajos partían las paredes cerca de la puerta y la que estaba mirando a su habitación. Unos cuantos centímetros más y habría visto salir el filo por la pared de su lado. Sangre manchaba la manta del centro formando una silueta blanca que recordaba a una persona. Botas por todo el suelo marcadas en una negruzca y pegajosa memoria del desesperado baile que hubo en el lugar.

Con la respiracióndescompasada, cerró ambos puños y apretó los dientes con fuerza. Quería correr,quería gritar, salir del lugar. Como una visión, su mente imaginó cada detallede la escena, pero esta vez él no era atravesado por la lanza; solo veía comoReagan perecía sin más. La sombra del destino no tenía forma, ni nombre, peroen ese momento era Liva, a veces Rena. Recordó entonces el collar que le habíaentregado el día anterior, el colgante de la bestia seguía con él, ondulando ensu pecho. De un lado a otro, ondulaba, él y sus pensamientos, el rostro de laniña que quería recordar como Reagan, una casa en llamas, una respiración, ungolpe al suelo, exhalando todo pensamiento, un murmullo que lo quería traer deregreso, un destino que no pudo evitar, una flor que cortaron antes de tiempo.Deseaba dormir, que alguien más buscará la espada, un poco de paz, sentir nada,nada, era lo que le quedaba, solo, él con esos sentimientos que explotaban ensu pecho, que cubrían su rostro. Una vez más estaba de rodillas frente a unpozo, una vez más, era el único que quedaba, una vez más, Luciel se había roto.

Nacido del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora