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Camilo mira a Mirabel, se encuentra pacíficamente dormida en su pecho, están en una zona escondida del bosque, acaricia su cabello. Camilo se había obligado a si mismo a respetarla, por ende los momentos íntimos habían disminuido, estaba dispuesto a cortejarla correctamente como una dama. Pero dentro de lo que cabía, ya que Mirabel se reusaba a dormir ahora sin las camisas de Camilo, argumentaba que eran más cómodas que las de ella, y Camilo incapaz de negarle nada, se lo daba. 

Tampoco se había aventurado a tocarla de más, eso sería la falta de respeto más grande, primero debía ganársela limpiamente. Y de su confesión, había pasado más de dos semanas.

Pero no obstante, todo el mundo podía apreciar que su cercanía había aumentado considerablemente, Camilo se comportaba como un caballero, y cada vez que ella salía de casa él la acompañaba sin importar en nada lo que los demás pensaran. Y a parte de las notitas que solo habían ido en aumento para evitar que Dolores escuchara todo lo que querían decirse, el resto no le importaba, la quería para él, de eso estaba seguro, y no iba a esconderla como un sucio secreto, pero sus gestos, miradas y roces eran tan puros e inocentes que a nadie se le ocurría pensar en nada extraño. Pero no iba a dejar las notas de lado tan fácilmente, no le interesaba que nadie más escuchara lo que solo era para oídos de Mirabel, y agradecía profundamente que su hermana estuviera borracha el día de la fiesta de conmemoración del encanto, y no pudo diferenciar todo lo dicho por Camilo aquella noche que de otra persona. Eso le había advertido de ser más cuidadoso en lo que se refería a palabras. 

¿Miedo a la familia o a la abuela? No podía, no cuando estaba tan seguro de lo que sentía por ella, no permitiría que lo alejaran de ella, independientemente del encanto o del que dirán o de sus poderes, si debía llevarse a Mirabel lejos del encanto y con ello perder y olvidar todo lo de allí, si Mirabel lo permitía y quería, lo haría sin pensar.

Camilo mira a su alrededor, están apartados de todos, la brisa era perfecta aquella mañana, y ambos habían terminado pronto sus deberes con el pueblo, por lo que se habían escapado de allí casi sin pensar. Ver a Mirabel tan cómoda con él le alegraba de sobremanera, saber que le había escogido a él. Se sentía completo.

- Mirabel - sacude un poco su hombro, ella refunfuña por la interrupción de su sueño, Camilo sonríe - debemos volver.

- No quiero...

Camilo suspira sonriendo.

- Ya - se reincorpora lentamente - yo tampoco, pero me parece que si no nos presentamos pronto vendrán por nosotros.

- Mmm - reniega Mirabel - ¿por qué? - se separa lentamente de Camilo 

- Hoy Mariano vendrá a pedir la mano de Dolores - acaricia su mejilla - y no creo que sea bueno que faltemos. 

Mirabel sonríe.

- Deberás compensármelo luego.

Camilo niega suspirando, esboza una discreta risa.

- Pues dime, pídeme lo que quieras, sabes que te lo daré. 

- Déjame pesarlo - se coloca de pie - tengo una petición.

Camilo la mira desde abajo completamente embelesado.

- Lo que tú quieras.

- Bien pues - Mirabel se inclina levemente hacia Camilo - quiero que esta noche...

- ¿Si? - alza la ceja.

- Tu..

- Yo

- Me lleves al campo de las luciérnagas. 

Camilo abre los ojos sorprendido.

- ¿Allí? - Mirabel asiente - ¿Por qué tanto interés por ir allí? - se coloca de pie.

Mirame con otros ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora