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Durante siete días Camilo se dedicó a observar al hombre que había atacado a Mirabel, por si acaso estaba cometiendo un error, y solo fue algo de borracho pasajero. Pero no tardó mucho en descubrir que Mirabel solo era una chica de su larga lista de saltos, uno que por cierto salió mal, pero el muy bastardo siempre aprovechaba a las chicas solas, con baja autoestima y tímidas a la vez que calladas, por ende, las pocas que hablaron ni si quiera se les reconoció el merito. Y escuchar algunos relatos de aquellas mujeres y creer que lo mismo le quería hacer a Mirabel... su sangre hervía. 

Casi no había dormido en esos días, y lo poco que lo había echo, fue gracias al liquido negro que le dio su tía, pero a pesar de que eso ayudara a las parturientas con el dolor, a Camilo eso ya no le funcionaba, su alma dolía de forma mucho más agónica, y en sus pesadillas siempre reinaba Mirabel, o más bien como la perdía a ella. 

Su tiempo ahora se dividía en cuidar a su princesa desde lejos pero a la vez a vigilar al bastardo. Su padre, durante todo ese tiempo estuvo intentando persuadirlo de la estupidez que quería cometer, pero de nuevo Camilo no se dejó amedrentar por nada, su ojos y oídos estaban obnubilados de la rabia. Todo fue hasta un punto que él mismo creyó que Mirabel se había llevado su alma cuando se marchó, sus poderes fallaban cada vez que quería usarlos, y por su oscuridad y la sombra que llevaba de forma permanente a sus espaldas la gente le rehuía, por ende, sus tareas cambiaron, los niños ya lloraban solo con tenerle cerca.

Todos sus familiares intentaron en vano ver que le ocurría o al menos intentar ayudarle, incluso los que no tenían idea de lo que pasaba, como su abuela, pero el oscuro del corazón de Camilo estaba tan avanzado que ni si quiera podía pensar con claridad. 

El séptimo día fue capaz de ver de nuevo como aquel bastardo no apartaba la mirada de su princesa, y temeroso que volviera a hacerle algo, supo que había llegado el momento de actuar, solo le costaría un día más preparar todo y dejar sus asuntos en orden si sabía que no pensaba volver...

Dedicó una porción de su día con cada uno de ellos. 

Por la mañana, ayudó a su tía Julieta y a su madre con el desayuno, al igual que preparó un ponche con su tía, pero Camilo al saber que era el favorito de Mirabel, guardó el suyo para que ella pudiera beberlo. Paso un tiempo considerable ayudando a sus primas y su tío con sus tareas del día. Jugó un rato con su hermano. Pidió disculpas a su abuela por sus comportamientos, se encargó de que su tío Bruno fuera a estar cuidando siempre a Mirabel, a su padre le dio una fuerte abrazo, y tuvo una conversación un poco extraña con su hermana Dolores...


Cerca del anochecer, sobre las siete de la tarde, Dolores apareció por la puerta de la habitación de su hermano, en un principio iba a criticarle por haber interrumpido su tiempo con Mariano, pero fue incapaz de hacer nada al ver el semblante de su hermano.

- ¿Qué ocurre Camilo? - pregunta asustada

Camilo la mira con profundidad pero seco, como si su alma no estuviera con él.

- Voy a salir - le dijo como cada noche desde hace cuatro semanas.

- Volverás a emborracharte - escupe - ¿No te das cuenta de que lo que estas haciendo es enfermizo? - se cruza de brazos - no irás a ninguna parte - se coloca delante de la puerta.

- No era un pregunta - habla en tono seco

- Camilo, entiendo que estas pasando por una mala racha, pero este no es el final, solo debes salir adelante - habla en tono comprensivo pero suave - toda se arreglará y lo que ahora te duele - se encoge de hombros - en unos años no tendrá importancia - se acerca de forma lenta hacia él - te apoyaremos Camilo, pero debes dejar que te ayudemos, no puedes seguir autodestruyéndote así.

Mirame con otros ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora