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EPÍLOGO

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El tiempo había transcurrido completamente normal en la nueva familia Madrigal que se encontraba lejos de encanto. 

Al principio fue complicado adaptarse, sobre todo para Camilo, su Don se había desvanecido tan pronto como puso un pie fuera completamente de encanto, pero desde luego que su vida había mejorado muchísimo. Entre otras cosas a Mirabel le volvían a brillar lo ojos y lucía su juventud al igual de su vida con mucho orgullo. 

No obstante, lo años no pasaron en vano. El día que se cumplieron exactamente cinco años de su marcha de encanto, fue el día en que decidieron volver. 

Su hijo mayor, Sergio Madrigal, tenía exactamente cuatro años y medio, le quedaban cuatro meses para llegar a los cinco años, y decidieron volver, esta vez si para quedarse. 

Prometieron volver, y en un principio no dijeron cuando, y antes de darse cuenta, el tiempo pasó. La diferencia era que ahora ninguno de los dos tenía malos sentimientos con respecto del lugar de donde venían. Habían sanado lejos, cada herida del pasado, y todo eso les hizo más fuertes a ambos. 

A pesar de todo sabían que volver no iba a ser tan fácil, sus hijos habían escuchado de encanto, y habían meditado profundamente antes de volver si era lo correcto. Habían viajado, conocieron comidas nuevas, otras tradiciones, pero echaban de menos sus raíces, y era la hora que sus familiares conocieran a las nuevas incorporaciones de la familia. 

Sergio era un alborotador y curioso, la viva imagen de Camilo a su edad, sus vecinos como broma le solían decir que no se parecía a su madre ni en el blanco de los ojos. 

Luego estaba Fabiola, de dos años, su parecido más razonable era Isabela desde luego, pero con la nariz gruesa de Camilo. Y la tierna y tímida personalidad de Luisa, además que siempre iba con un osito de peluche a todas partes, simplemente adorable. 

Y por último, el pequeño de un año y medio, Diego, al ser tan pequeño su personalidad no estaba muy destacada, pero podían decir que era muy alegre, y su aspecto era muy parecido al de Antonio. 

En definitiva, físicamente ninguno de los tres se parecía a Mirabel, pero el parecido con Camilo era extraordinario, cosa que a él, le encantaba presumir a los cuatro vientos. 

Cinco años. Desde luego que habían tenido tiempo para saber como era la vida fuera, demasiados cambios, entre otras cosas el tema de la ropa, pero sus costumbres estaban demasiado con encanto, y no pudieron evitar querer volver al saber que jamás encajarían del todo. Habían tenido amigos, vecinos, conocidos, etc, pero siempre se terminaban separando. 

Y un día simplemente les dijeron que iban a hacer un viaje muy largo del cual no volverían jamás...

Cogieron todo el equipaje que pudieron, a sus hijos y fueron hasta el centro de Colombia, de donde una vez salieron de encanto, con la esperanza de que les dejaran entrar de nuevo, ya que por otra parte estaban asustados al hecho de que la magia no les reconociera y jamás pudieran volver. 

Pero nada más colocarse frente a la espesa jungla es camino se abrió de golpe formando de nuevo un túnel. Sus hijos temblaron al ver eso, una cosa era haber escuchado sobre eso y otra cosa era verlo. Por más que sus padres les contaran historias fantásticas sobre su tía que podía escuchar todo, un tío que podía hablar con los animales, una abuela que podía controlar el tiempo, otra abuela que podía curar a la gente con magia, una tía que podía hacer plantas de la nada, una tía que tenía la fuerza para coger un edificio, un tío abuelo que podía ver le futuro, y una bisabuela que daba los dones mágicos, además de su padre que podía cambiar de aspecto para transformarse en otra persona. Todo eso para unos niños que jamás lo han visto ni vivido, eran solo fantasías, pero desde luego que era divertido decir que su familia era superhéroes que ayudaban a los demás. 

Mirame con otros ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora