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Camilo abre los ojos sorprendido, se sienta en la cama exhalando rápido y asustado, busca a Mirabel desesperado, hasta que momentáneamente recuerda todo. Se lleva las manos a la cabeza dejándose caer contra la cama de nuevo.

Suspira, mira el reloj, son las cuatro de la mañana, y era la tercera vez que despertaba esa noche con pesadillas, las cuales eran constantes desde que ella no estaba. Su cama ahora siempre estaba fría y vacía, mucha veces se despertaba gritando su nombre en plena noche con lágrimas cayendo por sus mejillas, más de una vez recorrió el pasillo para ir a buscarla a su habitación, y a veces pasaba horas frente a la puerta dudando si abrirla o no, para luego únicamente volver a su habitación con la cabeza baja. 

Su estado de melancolía era extremadamente intenso, por fin podía comprender como se sentía Mirabel, que era no poder dormir, comer o querer huir de todo. Pero a pesar de todo, se seguía forzando a eso, sino sería hipócrita por su parte haber en su día obligado a su prima a tales cosas. 

Cada vez que veía como Mirabel se hundía cada vez más y más en aquel oscuro abismo era lo peor sin lugar a dudas, como había mencionado antes, no le importaba estar en la oscuridad mientras ella estuviera bien, pero no era así. Ahora Mirabel le evitaba, lagrimeaba en su presencia o bajaba la cabeza frente a él, todo eso hacía que quisiera dejar todo eso de lado y volver corriendo de rodillas suplicando perdón. 

Pero un par de veces sucumbió, solo por un único motivo, impedir que la marca de ella se borrara, era egoísta y lo sabía pero, eso era lo único que le hacía sentir vivo de nuevo, pero todo ocurrió mientras ella aún dormía, y casualmente esas noches Mirabel apenas se despertó, Camilo era el somnífero más potente para ella. 

Buscar la redención era algo que desde luego anhelaba, pero cada vez que estaba a punto de olvidar todo, y volver con ella, en su cabeza se reproducía la imagen de su princesa desangrándose. Y ya solo podía observar de lejos todo aquello. 

Con el único recuerdo de la camisa que con el paso de los días dejo de tener su aroma, pero que él aún se aferraba cada noche a ella como si fuera un salvavidas. Y aunque él fingiera estar normal para que Mirabel no sospechara nada, pronto sus más allegados lo supieron, evidentemente su tío Bruno y su madre estaban enterados, pero fue cuestión de tiempo que también lo supiera su padre. No obstante, fue Camilo quien lo confesó todo, a la mañana siguiente de la comida de compromiso de su hermana. Félix había estado casi toda la noche calmando su mal humor y enfado con su hijo antes de poder hablar con él, pero no se esperó aquella escena.

- Camilo - tocó la puerta Félix de su hijo - abre tenemos que hablar.

Camilo apenas se inmutó, seguía en el suelo tal y como lo había dejado su madre después de pasarse horas consolándolo, pero Pepa también debía volver al trabajo. 

- Camilo - hablo más fuerte Félix.

Fue casita quien abrió la puerta, y con ello, el padre de Camilo entró en la habitación de su hijo completamente horrorizado, con rapidez cerró tras de él.

- Camilo - dijo con temor a ver a su hijo en ese estado - ¿Qué significa esto?

Camilo con cuidado y de forma lenta gira la cabeza hacia su padre, traga saliva.

- ¿Pasa algo? - habla ausente

Félix se acerca a su hijo rápidamente colocándose a su lado.

- Creo que eso debería de preguntarlo yo. 

- ¿A que has venido papá? - interrumpe.

Félix por un segundo duda sobre lo que decir, pero aún así sabe que debe tener esa conversación con Camilo.

Mirame con otros ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora