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Durante dos días entero Miranda fue interrogada sobre toda clase de cosas, cualquier pista que pudiera dar de Mirabel, pero nada. Camilo a su vez fue encerrado en su habitación durante todo ese tiempo, sus instintos asesinos eran notablemente altos, y sabían que pensaba y quería desahogarse con esa chica.

Había dejado de comer, de dormir, y prácticamente estaba en un mar de desesperación por encontrar a su mujer y su hijo. Tenía bien claro que su familia no haría nada malo a Miranda, y también sabía que después de la tortura que él le causó una cuantas palabritas no servirían absolutamente de nada. 

Su vida estaba cambiando demasiado en muy poco tiempo, para empezar después de la quema de casita, toda su familia se había trasladado a su casa, aumentando un piso y recreando las habitaciones de cada uno. Pero desde luego que se sentía incomodo, ese hogar era para Mirabel, y sin ella, no quería permanecer allí. 

Sin embargo, tras dos largos días de espera, ya tenía su propio plan. Su familia solo era un corral de pollos sin cabeza, lo sabía, y mientras ellos esperaban inútilmente que esa chica dijera algo, cosa que no les iba a servir de nada, él ya sabía que debía de hacer. Por que si estaba seguro de algo era de que tras todo lo sucedido y como se habían dado los hechos, las probabilidades de que Mirabel estuviera en encanto se reducían a inferiores a un diez porciento, y desde luego no era un estúpido como para creer que había salido del todo del encanto. 

Tal como paso con el hombre que expulsaron de encanto, como castigo fue la misma selva la que le dejó atrapado sin poder tener contacto de nuevo con la civilización, desde luego que sabía que de todos los que expulsó solo una mínima cantidad de ellos llegaría al otro lado, los peores como castigo quedarían atrapados, y también sabía que su esposa estaría atrapada, no por ser mala persona ni nada parecido, sino que podía deducir que esa gente estaría con ella como seguro de vida, y la selva dejaría a todos atrapados hasta que ella se separara de ellos, en tal caso ella podría después decidir si volver al encanto o irse. 

En tal caso no sabía si tenía comida o agua o si quiera si le estaban haciendo daño, cosa que era absolutamente desesperante para él. Pero una cosa que había podido aprender después de estar encerrado durante esos dos días era que por la noche era Bruno quien le vigilaba para que no se marchara, y estaba más dormido que despierto. Y Miranda de noche solo estaba encerrada en una habitación supuestamente cerrada para todo el mundo, solo que olvidaban un solo detalle, que esa no era la casita a la que ellos estaban acostumbrados, esa no era la casita de Alma Madrigal, y a ella no era a quien obedecía, esa era su casa, y como no, en su casa era él quien ponía las normas....

Sobre las tres de la mañana estaba más que despierto, su tío Bruno roncaba ligeramente apoyado en su puerta. Es más, cuando Camilo la abrió y este se le cayó encima ni si quiera lo notó. Simplemente lo arrastro dentro de su dormitorio para dejarlo dormir en el suelo con una manta, y luego marcharse de allí cerrando la puerta con llave. 

Desde luego que atesoraba demasiado a su esposa, y para él, el lecho conyugal era algo sagrado, jamás dejaría que su tío durmiera en la cama donde dormía con su esposa.

A paso lento, cuidándose de no encontrarse a alguien a paso lento se dirige hacía la habitación donde está Miranda, tal como es de suponer, nada más tocar la cerradura esta prácticamente se abre sola. 

Desde luego que la nueva casa Madrigal reconocía a su propietario.

Dentro de la habitación está Miranda sentada en una silla mirando por la ventana, completamente despierta, sin hacer mucho ruido cierra la puerta sin demora. 

- Hagamos un trato Miranda - habla con voz grave, ella se gira de inmediato envuelta en pánico - yo no te mato, y tú me ayudas a recuperar a mi esposa - se cruza de brazos - me parece un trato especialmente bueno, si fuera tú, no dudaría en aceptar - ella abre la boca aterrorizada - si vas a gritar te advierto una cosa, lo único que ganarás será un guantazo y me parece poco teniendo en cuenta el daño que has causado, con eso como poco podría darte la educación que no te dio tu padre, porque para que lo sepas - da un par de toques a la puerta - cada habitación está completamente insonorizada, podría estrangularte, matarte a martillazos, romperte cada hueso o incluso lacerarte la piel y nadie lo sabría - asiente firme - seamos claros Miranda - se acerca lentamente hacia ella - alguien va a pagar por todo lo que ha pasado, y va a ser por parte mía, en tal caso, me da igual si eres tú o alguien más - se agacha frente a ella para quedar a la altura de su mirada y encararla -. Lo que sí te advierto es una cosa, si decides pagar tú por los que te han dejado tirada, que sepas una cosa, voy a desahogarme, que te quede claro. Y la tortura de la anterior vez ni se igualará a esta. 

- No puedes hacerme nada peor - niega aterrorizada.

Sonríe fríamente.

- Miranda, eres el obstáculo que se interpone entre mi esposa y yo, créeme que puedo ser más creativo de lo que crees. Lo que tú conociste antes fue más tortura psicológica que otra cosa, pero se me ocurren bastantes ideas en tortura física, por ejemplo, ¿recuerdas el juego de las agujas? - cuestiona mordazmente, ella abre los ojos intentando retroceder en el sitios - fue especialmente horrible, porque entre otras cosas te clave como doce agujas en cada dedo en la zona entre la uña y la piel, sangró mucho, pero la sangre es escandalosa, pero ahora estoy enfadado, nervioso, y solo quiero matar a alguien, puedo hacerte gritar considerablemente más si está vez las clavo en tus zonas sensibles, pero esta vez no seré tan suave, primero me aseguraré de que cada aguja esté calentada al rojo vivo, de esa forma multiplicamos el dolor por cincuenta, pero valla si eso se clava en tus senos o en tu vagina digamos que se incrementará por cien - se burla - además de daños permanentes. ¿Y tu no quieres eso verdad? 

Ella niega. 

- Por favor - llorar - no hagas eso...

La toma del pelo con fuerza.

- Pues si no quieres que te enseñe un nuevo significado del dolor, haz el favor de comportarte, porque vas a ayudarme a recuperar a mi esposa, ¿verdad? - le tira más fuerte del pelo, ella asiente temblorosa - pues vámonos - la suelta de golpe para colocarse de pie.

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La noche es fría, todo está siniestramente silencioso, la calma gobierna encanto como no lo hacía hace tiempo. 

Camilo y Miranda no obstante, están agitados y nerviosos, cada uno por sus propios motivos.

Para empezar porque Camilo estaba ansioso de ver a su esposa, pero Miranda hacía todo lo posible por rehuir la situación, ella estaba allí porque pensó que en algún momento estaría por su cuenta y podría huir, pero Camilo tenía su brazo apretado con un agarre firme, con lo cuál era imposible moverse. 

Miranda le había intentado explicar que ella no era simpatizante de los otros, que esa gente la odiaba y simplemente la siguieron de forma falsa porque así creyeron conseguir sus objetivos, y que esa gente ya tenía reservas sobre la familia Madrigal hacía bastante rato, únicamente se lo callaban todo lo que podían, y ese fue su momento, y ella se dio cuenta de eso demasiado tarde, creía que estaba con gente leal, pero esa gente de verdad estaba convencida de poder obtener lo que buscaba, y cuando tuvieron ocasión se libraron de ella como peso muerto. 

Camilo hacía oídos sordos a cada palabra que decía, él ya era consciente de todo eso, pero desde luego que ella se iba a marchar de encanto de una vez por todas, además, era de noche, la visión era más difícil, por tanto, si se acercaba lo suficiente podría hacer un cambiazo de Miranda por Mirabel sin que nadie se diera cuenta, y volvería con su esposa a casa, sana y salva, y por Miranda ciertamente no se preocupaba en lo más mínimo, de todas formas era ella quien había armado todo eso, ella fue la principal envenenadora de los corazones de la gente, y aunque luego ellos se volvieran radicales, empezó todo por ella...

Y al colocarse por fin frente a la selva que separaba encanto del mundo exterior, apretó más el brazo de ella según veía que un estrecho camino se habría paso hacía el interior de la misma, convencido de una sola cosa.

- Miranda no te deseo ni mal ni bien - murmura adentrándose en la selva con ella - a pesar se todo, tú vida me da exactamente igual, y como te dije hace tiempo, no pienso matar a nadie, mis manos no son para eso, sirven para proteger a mi familia y darles amor y cariño - se gira para encararla viendo de refilón como la apertura que da a encanto se cierra  -. La cosa sería diferente si ella está muerta, en tal caso me da igual todo, y no tendré piedad, pero sino, no pienso matar a nadie, únicamente castigar. Te repito, no te lo tomes como algo personal pero... no te deseo ni mal ni bien, únicamente lo que te mereces... y es hora que den lo que mereces... 

Mirame con otros ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora