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Cabe decir que durante todo el trayecto al prado de las luciérnagas Camilo sentía una gran y agobiante presión en el pecho, si ella tras todo eso quería marcharse, y no quería que él fuera con ella, su vida se terminaría, no podría volver a verla, o si quiera saber si estaría viva, pero si ella así lo quería Camilo se lo daría sin dudarlo. 

Mirabel no tenía la misma cara que antes, estaba claro que aquellos tres y casi cuatro días le vinieron bien para dormir y recuperar fuerzas, pero recordar cada fragmento de su vida en ese tiempo, podía significar cualquier cosa, entre otras, que viera su vida desde otra perspectiva completamente nueva, y viera como eran realmente las cosas, y con ello, recuperar una buena parte de la antigua Mirabel, ya que esta vez cuando dijo que quería irse, no lo decía con una mirada vacía y fría, sino más bien era el fuego de ella que comenzaba a despertar y le decía que se adentrara en lo desconocido.

Camilo durante todo ese tiempo estaba pensando en que debería hacer, por una parte creía que ella solo quería desahogarse y hablar claro con él las cosas, pero por otra parte, también estaba pensando que ella solo quería pasar allí sus últimos momentos en encanto antes de irse para siempre y no volver.

Y según se acercaban a dicho lugar los corazones de ambos latían considerablemente más y más deprisa. 

Cuando Mirabel pisó el lugar no pudo evitar soltar alguna lagrima, desde niña siempre había deseado estar allí con el chico que le gustaba, pero ahora el significado era otro completamente distinto, ni si quiera ella misma tenía claro que quería hacer, desde luego que no se sentía una Madrigal, y negarlo era absurdo, todo lo ocurrido en años no cambiaría de repente, y puede que las disculpas de su abuela Alma fueran sinceras, pero Mirabel ya no era una niña con ilusiones vacías, ella ahora era una joven mujer completamente desilusionada con la vida y con lo que le rodea.

- Hermoso - habla Mirabel al ver el prado alumbrado por las luciérnagas y la luna, no por nada era el lugar más bonito de encanto, y varias parejas lo utilizaban para declararse. 

- Lo más hermoso - susurra Camilo sin apartar la mirada de Mirabel. 

Mirabel sin prestar atención a lo dicho por él, se adelanta en el prado, toda la zona está cubierta de flores hermosas en temporada, la luciérnagas le daban un brillo especial, y estar allí con Camilo solo hacía que su frágil corazón latiera más deprisa, cosa que intentaba ignorar. Camina hasta el centro del prado, tumbándose en medio de todo y casi es tapada por las bellas flores. 

Camilo a paso lento la sigue, para él, todo ese prado solo era un trozo más de bosque, el cual podría ver innumerables veces, pero Mirabel no, aquel ambiente solo la hacía destacar más y más, volverla increíblemente hermosa, no sabía que decidiría ella, pero el tiempo que ella estuviera con él, desde luego que lo aprovecharía. 

Se tumba a su lado, y gira la cabeza para ver el rostro de ella que está ensimismado viendo las estrellas. Con delicadeza lleva su mano hacia el rostro de Mirabel para acariciarlo consiguiendo que ella voltee a verlo. Camilo sonríe, esas serían más imágenes de ella que se encargaría de guardar para siempre. 

Pasa su mano con gentileza por sus pómulos, cabello y finalmente sus labios.

- Camilo - susurra ella, acercando su cuerpo al de él - ¿estás seguro de que esto no es un sueño?

Él ríe.

- Lo empiezo a dudar, no hay ángeles tan bonitos en el mundo real.

Ella se sonroja y termina acurrucándose en su pecho, como cuando dormían juntos. 

- Somos primos - murmura ella - ni si quiera si si esto es posible...

Camilo niega, la recoloca bien encima suya, tomándola del mentón para que lo mire, sus ojos conectan.

Mirame con otros ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora