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Aquella mañana se le antojaba a Mirabel mucho más extraña de lo normal, tenía la cabeza completamente despejada y sentía de nuevo como las cosas volvían de golpe, desde el desprecio por su familia, como la singular noche pasada con su primo. Antes los dolores de cabeza la nublaban del dolor del rechazo, las miradas, y toda clase de cosas, pero ahora no era así, su cabeza se movía a mil por hora sin parar, como si fuera a atragantarse. El aire comenzó a faltarle, y empezó a marearse. 

Síntomas y sentimientos que intentó acallar con una sonrisa de nuevo, pero está vez provocando una mueca siniestra de su parte, tenía de nuevo la presión sobre sí misma, y quería huir de nuevo. Durante el desayuno, estaba nerviosa, y no pudo comer nada, apenas pudo beber algo de agua, sentía como los demás la miraban y la juzgaban de nuevo, y todo volvía, recordaba cada mal sentimiento o rechazo que tenía. Y todo esto con el constante miedo a que alguien notara verdaderamente que le ocurría, necesitaba salir corriendo, incluso sentía su cuerpo tembloroso. 

- ¿Mirabel? - cuestiona su abuela en medio del desayuno - ¿te encuentras bien?

Cada mirada es dirigida a ella, lo cual la coloca aún más tensa y ansiosa, comienza a tener nauseas. Un nudo se instala en su boca, haciéndola incapaz de hablar, su respiración entrecortada comienza a alarmar a su familia. Pero antes de que alguien le ponga una mano encima, Camilo corre en su ayuda, colocándose todo lo rápido que puede a su lado. 

- Mirabel dijo que hoy me ayudaría con una sorpresa para los niños - habla para todos mientras la sujeta por la cintura apoyándola sobre él - estoy seguro que únicamente está impaciente y ya sabéis como es, seguro que ha pasado toda la noche pensando el como poder ayudarme - las miradas cambian a Camilo, el cual utiliza todas sus dotes de actor para que no se note su nerviosismo - pero aún no está terminado evidentemente - comenta rápidamente - así que me parece que ocuparé a Mirabel hoy, haber si podemos terminarlo hoy.

Su abuela Alma alza la ceja desconfiada.

- ¿Por qué no sabía yo nada de eso?

Camilo la mira directamente.

- Sino no se llamaría sorpresa - finge tener tono burlón, sin embargo, en realidad está completamente tenso por no saber que le ocurre a Mirabel - bueno nos vamos - aclara - si nos necesitáis estamos en casita. 

Sin esperar respuesta agarra firmemente a Mirabel de la cintura enterrando los dedos en su cintura, y hace toda la fuerza que puede para que nadie vea que en realidad la está arrastrando. Pero una vez fuera de la vista de todos, pasa el otro brazo por debajo de las rodillas de Mirabel, para cogerla en brazos, y después dirigirse con ella veloz hacia la habitación de este. 

Cierra detrás de él dándole a la puerta con la cadera, y rápidamente coloca a Mirabel encima de la cama. Angustiado comienza a llamarla, pero esta no responde, en su lugar, comienza a encogerse sobre sí misma aún temblando, su cara es angustiosa, y sus ojos están acuosos. 

Camilo traga saliva, está nervioso y se siente impotente. Se coloca de rodillas frente a la cama, e intenta tocar su cabeza, pero ella reacciona peor, dándole un manotazo y encogiéndose sobre sí misma, comenzando ahora sí, el llanto.

Lagrimas gruesas desfilan por sus mejillas, con ojos aún más opacos que antes, tiene la mirada perdida, y a su cabeza solo vienen malos recuerdos de toda clase, junto con el peor de todos, la mirada de decepción de su abuela después de que su puerta desapareciera. 

Camilo se coloca de pie impotente, se lleva las manos a la cintura pensativo dando pequeñas vueltas por la habitación sin parar de mirarla, no tiene ni idea que hacer, jamás había visto nada parecido. Comienza a pensar que no es capaz de ayudar a Mirabel, pero sin embargo, se rehúsa a desistir. A paso decidido vuelve a colocarse frente a ella, su instinto por una parte le dice que corra a buscar ayuda de alguien más, pero por otra parte sabe que eso no ayudará ni de cerca. 

Mirame con otros ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora