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Camilo fue transmutado de su cuñado Mariano al bar, donde sabía que se reuniría Miranda con sus amigos. 

No se le ocurría ninguna otra persona en quien transformarse, tenía el riesgo de que se supiera todo fácilmente, sobre todo porque había quedado con él en que esa noche estaría con Dolores, y cuando le preguntarán a Mariano no tendría ningún problema en decir que había estado allí, aunque desde luego que también había que aclarar el echo de que le tenía miedo a Camilo y su determinación por su esposa. 

Al llegar al bar todo estaba prácticamente lleno de gente, olía a alcohol, y había mujeres ligeras de ropa, por un segundo pensó en sus votos matrimoniales.

<<Como Mirabel se entere...>>

Suspira con fuerza antes de adentrarse. 

Desde luego no paso desapercibido el nuevo miembro teniendo en cuenta de que iba a ser el siguiente añadido a la familia Madrigal, y futuro padre de la siguiente generación de bendiciones mágicas. 

Varias miradas se posaban en él, escudriñándole por completo, unos se apartaban, otros simplemente le miraban con indiferencia, pero algunos se intentaban acercar como si fueran amigos de toda la vida, a pesar de que en su momento Mariano juró nunca haber ido allí. La sensación era condenadamente incómoda. 

Sabía que para actuar como su futuro cuñado solo tenía que fingir que tenía el cerebro de guisante, cosa que tampoco era muy difícil, pero tampoco quería que terminara con una reputación intolerable para pertenecer a la familia Madrigal, su abuela adoraba a ese chico a pesar de sus pocas luces, y su hermana y madre igual, si le hacía mala reputación y luego por algún motivo se enteraban de que era él, como poco su hermana se aseguraría de que Mirabel y él solo tuvieran ese hijo. 

Con lentitud, se adentró en el bar hasta llegar a la barra, todo estaba tal y como él mismo recordaba del día de la pelea, en la noche que casi pierde a su esposa.

Buscó con la mirada por toda la estancia con la intención de encontrar a Miranda o a alguno de sus amigos, pero no estaban allí. Mira el reloj de la pared, son las nueve.

<<Quizás tarde un poco en llegar.>>



Tras diez largos minutos de espera se debatía internamente sobre si ir a buscarla en algún otro bar, hasta que la puerta principal de este sonó con fuerza. Efectivamente apareció, e iba de la mano con otro chico. Tras ella venían un par de amigas también acompañadas. 

Como se alegraba en aquel momento de estar casado con Mirabel, y no haberle prestado más atención de la que debería a aquella mujer. 

Con la intención de calmarse, y también guardar un poco las apariencias, pidió en la barra un chupito de tequila el cual se bebió de golpe antes de encaminarse a la mesa.

Al llegar allí se quedó completamente en blanco, y solo se le ocurrió sonreír. A decir verdad los de la mesa le miraron completamente confundidos, pero estaban acostumbrados a esa actitud por parte de él solo le devolvieron la sonrisa como saludo.

- Hola chicos - hablo fingiendo una sonrisa - no sabia que ibais a estar por aquí.

Carlos, el chico que tiene a Miranda encima suya, alza la ceja burlón.

- ¿Se te a perdido algo?

Él niega.

- Solo quería saludar. 

Carlos sonríe apretando a Miranda contra sí.

- Me da que estas aquí por otra cosa, tanto ser un santurrón con los Madrigal desde luego que debe de pasar facturas - se gira para mirar a Mirada a los ojos - pero tranquilo, solo jugaremos hasta las doce más o menos - toma del mentón a Miranda quien lanza una sonrisa lasciva - pero tranquilo, luego si quieres es toda tuya.

Mirame con otros ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora