Capítulo 16

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Aveline Morris.

Puedes hacer oídos sordos a las personas con sus comentarios de mierda, pero no puedes hacerle oídos sordos a tu corazón, y el mío me gritaba que lo llamase.

Salí de mi habitación lentamente y sin hacer ruido, bajé al primer piso de mi casa, encendí las luces para poder ver mi objetivo: el teléfono celular de Joel que estaba conectado al cargador.

Lo tomé como si estuviera cometiendo el mayor delito de mi vida, rápidamente marqué el número de la casa de Rydian, esperé uno, dos y al tercer tono contestaron.

—Mansión Monroe, ¿en qué le puedo ayudar? —habló una voz femenina que me resultó agradable.

—Hola... Amm... ¿Está Rydian despierto? —pregunté nerviosa, y la persona al teléfono rio dulcemente.

—Me encantaría decirte que sí, pero...

La mujer se silenció cuando unos fuertes ruidos se escucharon, la oí gritar y seguido a otras personas, todo lo demás se volvió una mezcla de gritos y ruidos aturdidores que parecían ser disparos, enloquecí cuando ya no escuché nada más.

En mi desesperación subí a mi habitación y tomé el abrigo que me había prestado el castaño junto con mis zapatos. Estaba por salir de mi cuarto cuando Joel apareció en mi puerta con rostro preocupado.

—Ni creas que te dejaré ir sola —sentenció.

—¿Estabas escuchando? —cuestione tontamente.

Más no me quedé a esperar respuesta, respetuosamente lo hice a un lado y seguí mi camino para ir a casa de los Monroe, si a Rydian le pasó algo yo... Moví mi cabeza para borrar todos mis pensamientos que convertían mi agonía en algo mucho peor.

—Sube —me ordenó Joel, pasando por mi lado y subiendo al automóvil de Nono.

—¿No lo necesitará? —le pregunté, al recordar que Nono ya está por entrar a su turno en el hospital.

—Él ya se fue, un colega lo pasó a buscar.

No dije nada más, no podía hacerlo porque el chico al cual quiero y me gusta puede estar...

¿El chico que quieres y te gusta? Eso sí que me sorprendió, querida yo.

Conciencia, no es buen momento para tener esta charla, ¿ok?

...

Bufé por frustración, me sentía tan frustrada de no poder estar con él, de no poder mirarle, de no poder tener la certeza de que se encuentra bien.

—Calma —habló Joel —, te comerás un dedo y no queremos que eso pase, ¿o sí? —negué frenéticamente, intentando dejar mis manos sobre mis muslos para no morderme las uñas.

En un par de minutos me encontraba fuera de la mansión Monroe, baje del automóvil tomándome con un montón de reporteros y gente que estaba en pijama, supongo que esos son sus vecinos.

Me puse de puntillas para poder ver la entrada de la casa, pero el montón de personas no me lo permitió. Como pude llegué a donde un policía que estaba parado por dentro de la verja que dividía la mansión y el jardín de los Monroe, con la calle.

—No se puede pasar —me dijo antes de que pudiera hablar.

—Lo sé, solo necesito saber, sí...

—No damos información —me interrumpió.

—Sí, sí, lo supuse, pero yo...

—Señorita —me volvió a interrumpir —, sea lo que sea y diga lo que diga, no le permitiré pasar ni le diré nada.

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