Extra 3

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Vivir por las personas que amas está bien, pero vivir por ti y para ti es de otro mundo..., y lo más difícil de hacer. ¿Por qué? ¿Por qué nos cuesta tanto hacer las cosas cuando es para nosotros mismos?

En eso estaba pensando Maggie Monroe mientras desayunaba en solitario, no tenía ganas de estar con nadie y todos respetaron su decisión porque le temían, ella estaba enterada del miedo que le tenían y lejos de hacerla sentir bien, fue todo lo contrario.

Una sensación de ausencias le hizo doler el pecho y le trajo el recuerdo de unos ojos verdes acompañados de una cabellera rojiza, le extrañaba más de lo que nunca pensó que se podía extrañar a alguien, y deseo poder borrar cada rastro que él dejó en ella, pero rápidamente deseo lo contrario, anheló tener mucho más de él para aferrarse a ello y seguir con su vida.

Los recuerdos de Hugo eran lo único que le hacía querer vivir por y para ella, esa era la única razón de que siguiese modelando para marcas y yendo al tortuoso colegio, porque ella sabía que eso habría querido su pelirrojo favorito y lo cumpliría aunque le sangrase el corazón.

Suspiró llevándose un trozo de piña a la boca con ayuda de un tenedor y observó a su alrededor, todos estaban sumergidos en sus conversaciones, algunos reían y otros igual que ella comían en solitario.

«¿Qué tiene de malo ser becado?» pensó al notar como todos los idiotas con los que se juntaba le hacían creer a los becados -que comían en solitario- que prácticamente no existían. Nuevamente recordó a Hugo, él era demasiado inteligente como para notar lo que los hijitos de papi y mami estaban haciendo, por eso él le llamó tanto la atención; por su inteligencia.

Maggie nunca fue superficial aunque todo lo que hacía se interpretara como tal, le gustaba la moda, el maquillaje y verse bien, pero ella valoraba más la personalidad de una persona a la marca de los zapatos que esa persona llevaba, prefería conversaciones interesantes donde se intercambiara conocimientos, que una donde lo único que podía decir era buenos días, gracias y adiós sin perder su sonrisa en ningún momento.

-Lo hice -le dijo su hermano mayor Rydian, asustándola por su sorpresiva presencia.

Ella le miró mal, ¿Qué no notaba que quería estar sola?

-Hice que nos echaran de clases y que se molestara por eso, pero le hablé -sonrió mostrando los dientes -. Al fin le hablé a Aveline Morris.

La rubia dejó de comer y miró al castaño con seriedad, no se podía creer lo bajo que cayó su hermano, mira que atreverse a posar los ojos en tremenda mujer, él estaba loco si quería a Aveline Morris para un jueguito de una noche.

Maggie no pudo proteger a Hugo, pero protegería con uñas, dientes y tacones rojos todo lo que aún quedaba de él, y Aveline era, es y será siempre parte de Hugo, y si su hermano quería utilizarla como estaba acostumbrado, no se lo permitiría.

-No -soltó la rubia -, no te acerques a ella, te lo prohíbo -sentenció y el castaño soltó una risa.

-Sigue soñando, bebita -le revolvió el cabello -. Ahora, hablando en serio, ¿Crees que...?

-¡No estoy jugando, Rydian! -espetó interrumpiéndolo -Aléjate de ella, es lo único que queda de Hugo y no voy a dejar que la dañes.

El castaño miró a su hermana con frialdad y seriedad, aunque él y dios sabían cuanto le dolió esas últimas palabras y más viniendo de su hermana pequeña.

-Maggie...

-Ya te lo dije una vez, Rydian -le cortó -, tú dañas a las personas sin remordimiento alguno, eres igual a...

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