Capítulo 29

236 20 5
                                        

Alto contenido sexual y temas psicológicos serios, no leas si no estas preparada/o para escenas de ese tipo.

Aveline Morris.

Protégete, amate y no permitas que nadie te diga lo contrario, la vida es cruel y las personas son parte de esa crueldad. Recuerda que la manera más hermosa de vivir es demostrándole al mundo que eres mucho más de lo que ellos piensan, pero primeramente demostrándote a ti que eres muchísimo más de lo que crees, porque eres más. Eres la primera en tu lista de prioridades... Me hubiera gustado oír esas palabras de mi madre, pero ella nunca las dijo y nunca las dirá.

Las luces se encendieron cegándome por completo, la borrosa figura de mi madre se acercó a mí acompañada de un desconocido que parecía vestir completamente de blanco. Sentí el colchón de la cama hundirse y seguido un brusco tirón de mi cuerpo que intentaban levantar sin cuidado.

Moribunda, débil y sucia, así era mi estado actual, postrada en una cama con el cuerpo tembloroso porque mi dosis de tortura aún no ingresaba a mi sistema. Mamá se había atrasado con la comida y no sé si eso me dio algo de alegría o me dio algo de susto, porque no recibir mi comida significaba que podría seguir consiente, pero la abstinencia no ayudaba a sentirme mejor.

—Hola, chiquita —me saluda mamá con tono alegre —. Hoy traje a alguien conmigo, es un señor que va a solucionar tu problema.

Cerré los ojos al no poder soportar la luz, era demasiado fuerte para mi frágil vista. Sentí un aire cálido cerca de mi oído que me desagrado, intenté moverme para quitar esa sensación extraña, pero solo conseguí que se me escapara un inaudible quejido de dolor.

—Él salió —susura en mi oído —, ¿Sabes qué significa? Qué nadie podrá salvarte, hija de mi corazón. Hoy, por fin acabará tu sufrimiento y de paso el mío.

Mamá se puso de pie dejando caer mi cuerpo sobre la cama, estiro mis brazos y se hizo a un lado para darle su lugar al extraño de vestimenta blanca.

—Haz lo tuyo —le ordenó, saliendo del cuarto.

El hombre no demoró en hacer su primer movimiento, un ardor en mi brazo me hizo saber que me había enterrado algo directamente a la vena.

«¡No quiero morir!» Quise gritar, pero solo conseguí un corazón acelerado por la desesperación.

No podía morir de esa forma y las cosas no podían finalizar así, no ahora que sabía que mi hermana seguía viva y que afuera de esa habitación había gente esperándome y extrañándome tanto como yo a ellos.

—¿Qué tal vas, niña? —me preguntó el hombre de blanco —¿Aún sigues cuerda? Porque no sabes las ganas que tengo de terminar el trabajo que me dio tu mami antes de que te me escaparas.

Chasqueó la lengua.

—Tuviste suerte de que ese automóvil te golpeara, pero hoy nadie te salva.

Un segundo pinchazo en el brazo me sorprende y me llena de dolor, uno que se esparce por todo mi cuerpo con velocidad increíble. Pierdo la conciencia cuando siento que me despojan de mi camiseta vieja y aprietan uno de mis pechos, mi mente divaga en recuerdos no muy lindos que viví.

¡Por dios, niña!exclama mi vecina¡¿Qué hiciste?!

Mira con espanto las gotas de sangre que caen de mi brazo y al mismo tiempo llama a una ambulancia por su teléfono celular.

Tan deliciosamurmuran.

Sonriendo miro a mi vecina, porque por fin podré estar en paz, al fin dejaré de cargar con la culpa y las muertes de quienes quise muchísimo.

InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora