Prologo

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Estaba decidido.

Aún sabiendo la verdad seguí adelante, quizás porque lo merecía, quizás porque en el fondo había cambiado, por supuesto que lo había hecho, después de todo la vida jamás se detiene.

Observé a través de mi teléfono a las personas que esperaban el resultado de algo que comenzó hace muchos años y que jamás tuvo un fin; hoy, por fin se acabaría la miseria, o tal vez era el comienzo de algo mucho peor, ya todo era una gigante incógnita, algo tan incierto que me oprimía el pecho, pero no era momento de ser cobarde, era momento de ser valiente y darle la cara a lo que tanto me atormentaba.

-Ya es hora -me avisó el pelinegro, y guardé mi teléfono celular.

Le sonreí con el corazón apunto de estallar y los ojos aguados, más no votaría ninguna lágrima y menos por él, no merecía nada de mí, ya había tenido suficiente. Tomando aire me puse de pie y seguí al elegante hombre hasta donde me esperaba lo que se convertiría en mi destino.

-Adelante, tú puedes -me alentó, entrando al salón para recibirme del otro lado.

La puerta se cerró con un sonido bajo pero que sin embargo retumbó en mis oídos, cerré los ojos para recordar mi rostro, no quería olvidarme, no otra vez.

Al volver a abrirlos tomé la manecilla, la giré y me adentré al gran salón con todo el valor que reuní, rápidamente todas las miradas de las personas presentes estuvieron sobre mí, vi en algunas el asombro y la admiración por lo que estaba haciendo, en otras la tristeza y el cariño que jamás me esperé llegar a recibir, y finalmente vi la del amor ilimitado y la del odio inconmensurable, quién iba a decir que ambas tenían el mismo color: un café claro que bordeaba el avellana claro.

«Tú puedes con esto y más» Me dije al ser consciente de que estaba temblando por los nervios.

Nuevamente me volví a enfocar, ignorando con dificultad a todas mis personitas especiales que siempre estuvieron allí, ignorando el hecho de que desaparecí por casi un año, ignorando lo mucho que quería correr a sus brazos y decirles que les extrañé con mi vida, pero aún no era el momento, solo un poco más y por fin sería libre... Si tan solo por una vez la vida se apiadaba, todo saldría bien y yo no tendría que dejar atrás a nadie más.

«Porque cuando amas estando rota, ni la duda ni el miedo te hacen retroceder, porque sabes que lo único que te queda es amar y amarte».

Y ese era mi superpoder, que sin importar el resultado estaba segura de una cosa; bueno o malo, yo saldría a delante y me pondría de pie, porque jamás estuve sola y ahora tampoco lo estaría.

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