Capítulo 11

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Aveline Morris.

Sonreí viendo el cielo, que a pesar de tener unas cuantas nubes estaba más celeste que nunca, pensé en todo lo ocurrido esta semana, en lo querida y cuidada que me han hecho sentir.

Estar castiga jamás se sintió tan bien, aunque hay que reconocer que Joel es un exagerado y un mal pensado, luego de habernos "pillado en pleno acto" según él, se volvió loco, echó a Rydian de casa y a mí me castigó durante una semana.

Siendo rigurosamente vigilada por mi profesor en la escuela y en casa, el castaño y yo no hemos cruzado palabra alguna, pero solo eso, porque las miradas y las sonrisas han permanecido, también puedo decir orgullosa que ya he aprendido a disimular mi sonrrojamiento.

Hoy termina el castigo y podre volver a ver a Ken de revista, que por cierto ha estado más radiante que nunca, y con justa razón, ya que ha estado entrenando arduamente para el juego de hoy. Estoy segura de que le irá genial, el fútbol americano es lo suyo, se nota desde lejos que eso es lo que le apasiona, ese es su sueño.

—¡Morris, vamos a llegar tarde! —me avisó Joel.

—¡Ya voy! —grité, tomando mi chaqueta de cuero.

Baje a la primera planta y me despedí rápidamente de Nono, como me pidió el doctor Harris que lo llamara.

—Luces bien —opinó Joel, mientras subíamos a su automóvil.

Instintivamente miré mi ropa, llevaba puesta unas botas negras de un material brillantes, unos jeans de tiro alto en color celeste claro, una polera negra de tela que se ajusta al cuerpo y por último la chaqueta de cuero.

Sí, me veía bien.

—¿Es por algo en especial que te vestiste así? —preguntó, encendiendo el automóvil.

—¿Qué quiere saber en específico, profesor Harris? —cuestione, y él frunció su ceño.

—Te he dicho que puedes llamarme Joel —lo sabía, pero aún no me acostumbro —y sobre lo otro, ya que preguntas, ¿se están cuidando? Porque como el adulto responsable que soy, puedo responder todas tus...

—¡No nos hemos acostado! —lo interrumpí, más roja que el trasero irritado de un bebé.

—Morris, que es normal tener esos deseos sexuales.

—¿Deseos sexuales?

—Sí, ya sabes, tener ganas de devorar a la persona que... ahora que lo pienso, actúe como un paranoico.

—Joel —lo llamé, pero ni caso me hizo.

—Actúe como un padre primerizo —habló en vos baja para sí mismo.

—Joel —lo volví a llamar, pero parecía sumergido en sus pensamientos.

—Tener sexo con la persona que quieres es completamente normal, no debí haberla castigado.

Rodé los ojos.

—Joel.

Paro el automóvil cuando el semáforo nos dio rojo, más seguía divagando por su mente y diciendo todo lo que estaba pensando.

—El chico es buena persona, pero suele no tomar a las chicas en serio, ¿debería hablar con él?

Y eso fue todo lo que soporté.

—¡Joel! — exclamé, teniendo toda su atención... Y la de una señora que va en el automóvil junto a nosotros.

—Luzco como un hombre amargado y hasta un poco mayor, lo sé, pero juro que tengo 42 y escucho perfecto, Morris.

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