Capítulo 9

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Aveline Morris.

—Veo que al fin te estás convirtiendo en un hombrecillo —opinó el señor Monroe.

—Paul, por favor déjalo —le pidió la señora Monroe a su esposo.

—Está bien —miro a su hijo con molestia —lo dejaré pasar solo porque tu madre me lo pidió, y porque los invitados están por llegar.

—No nos vayan a ver discutiendo — habló el castaño con sarcasmo —la familia con más dinero del país no puede arruinar su imagen.

—Qué bueno que lo comprendes —soltó irritado el padre de Rydian.

Con un ambiente más que tenso, los señores Monroe y la señora Vitale se dispusieron a salir al patio, al parecer ahí sería la fiesta que había organizado la empresa del señor Monroe y a la cual fui arrastrada por Zario.

—¿Te robaste ese vestido? —me preguntó Mónica que estaba a unos pasos de mí.

—Por supuesto que sí —le respondió una masculina voz que se escuchó a mi espalda —, también robo esos zapatos de diseñador y, ¡ah, sí! Todas las joyas de oro que tiene puestas en su bello cuerpo.

—Yo solo veo unas pulseras seguramente falsas en su muñeca derecha y una de perlas artificiales en su muñeca izquierda.

—Ahí se nota que tu familia no siempre fue de la alta sociedad.

Mire al rubio que me estaba defendiendo de la rubia platinada, ¿esto era real? Porque no me molestaba en lo absoluto.

—Cierra la boca, Ezran —dijo una enfadada Lariza.

Obvio que se iba a molestar, también es su familia de quien está hablando, aún no puedo creer que ella tan simpática puede ser familiar de alguien tan molesta como lo es Mónica.

—No es contigo, Lariza. Es con tu detestable prima.

El rubio que se había ubicado a una distancia prudente delante de mí, se volteó y me sonrió amablemente.

—Sígueme —pidió.

Ignorando a la rubia que insultaba al rubio, mire hacia el castaño —Vamos —dijo, tomándome de la mano y siguiendo al rubio.

Maggie quien se había limitado a observar todo, también se dispuso a seguir al rubio que parecía agradarle. Pasamos por una especie de pasillo bastante largo, cuando llegamos al final de este, nos encontramos con una puerta de color caoba oscuro, Ezran -como dijo Rydian que se llamaba- sacó una llave de su pantalón y abrió la puerta.

Maggie y Rydian lucían como si hubieran estado ahí cientos de veces, por mi parte estaba ansiosa y no entendía muy bien el porqué. Una vez mis ojos observaron el mágico lugar tras la puerta, me fue imposible no dejar de mirar, era una especie de jardín con techo de cristal, estaba repleto de flores y mariposas, también había una pequeña laguna artificial que complementaba ese aire único y especial.

—¿Qué haces aquí? —la voz de Zario me trajo de regreso a la tierra.

Nunca escuche a Zario hablarle así a alguien, con esa voz apagada, pero imponente que te pone los pelos de punta por ser tan fría y borde.

—Ariana me autorizo —le explicó Ezran al Moreno.

—No me interesa lo que mi madre te haya dicho, sabes que aquí no se entra.

—Zario, solo quería distraer a Aveline —le explicó Rydian.

—No me importa por lo que haya sido. Aquí no se entra y punto, si les molesta o no, eso me da igual.

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