Amber llevaba aproximadamente diez minutos a su lado, lamentándose por lo que había ocurrido con Renata y diciéndose a sí misma que era una estúpida, muy a pesar de que Joaquín no había dicho nada en todo el rato.
Joaquín se sentía profundamente mal por su amiga, había escuchado toda la historia de ambos lados y, aunque no la justificaba, la entendía; EJ había estado increíblemente molesto con Amber por lo que pasó con la menor, él también lo estaba, simplemente no podía ponerse de su lado después de lo que había sucedido. Sin embargo, la rubia estaba junto a él en el restaurante, llorando a lágrima viva mientras él intentaba comer su almuerzo.
Entendía que, para este punto, él era el único apoyo que Amber tenía y que, seguramente, ella misma estaba reprochándose lo suficiente por lo que había hecho, así que no iba a recriminarle nada. No era esa clase de amigo.
Iba a sentarse junto a ella durante los próximos veinte minutos de descanso que le quedaban e intentaría consolarla, sabía que no había mucho que pudiera hacer, puesto que Amber se había lastimado a sí misma también, pero igual haría lo posible para que se sintiera un poco mejor.
—Soy una mierda— Joaquín se reprimió de reprenderla por decir groserías, pero de todas formas ella tenía que desahogarse.— Soy una completa mierda, ¿Cómo pude tratarla así?
—Ya, ya— el judío le palmeó la espalda.— Está bien.
—¡No!— la rubia grito, volteando a mirarlo mientras aún lloraba, luciendo realmente triste.— ¡No está bien!
—Okay, entonces no.
Generalmente el castaño sentía que era bueno consolando, solía saber qué decirle a la gente cuando necesitaban su ayuda, el problema es que Amber era distinta, no necesitaba la ayuda de un adolescente de quince años, necesitaba la ayuda de algún terapeuta, alguien profesional.
Aunque a él le encantaría poder ayudar a su amiga, no podía, no era algo que pudiera resolverse con sus buenos consejos, Amber tenía problemas mucho más serios que sólo el corazón terriblemente roto.
Para empezar, era bisexual, y una parte dentro de sí misma todavía no quería admitirlo.
Era normal, o al menos él creía que lo era porque el clóset, a pesar de ser un lugar oscuro y frío, también es el más seguro que existe, ahí nadie puede decirte nada, nadie puede atacarte y estás feliz, en las sombras de que nadie sepa quién eres realmente. Era como llevar todo el tiempo una máscara puesta, sabiendo que los demás veían sólo eso, nada más y, era, hasta cierto punto, liberador; Joaquín no había pasado mucho tiempo en el clóset, tan pronto había descubierto que "Oh, Andrés es mucho más guapo que Andi" decidió decirles a sus padres y ellos estuvieron bien con eso.
Sin embargo, no para todos era igual, entendía eso, entendía que era difícil salir del clóset sabiendo que era prácticamente imposible tener el apoyo de alguien, sabía que el miedo podía paralizar a alguien y sabía que es un sentimiento que jamás desaparece una vez que se sale del clóset
No era quien, para juzgar a Amber, tampoco podía entenderla del todo y mucho menos justificarla, pero era su amigo y él había aprendido a que los amigos son amigos en todo momento, aun cuando las cosas van mal, así que le acarició el cabello mientras masticaba su sándwich y le decía que todo estaría bien.
—Tranquila— le susurró a la rubia, dejando que ella recargara su cabeza de su hombro, todavía llorando con fuerza—. Sé que parece que no hay nada que puedas hacer para arreglar este desastre, pero créeme, lo hay.
—¿Y qué es?— Amber sorbió su nariz y luego tomó una servilleta del local para limpiarse, luciendo terriblemente hinchada y espantosa. —Porque te aseguro que no hay nada, hay cosas que simplemente no puedes reparar, y el corazón es una de esas cosas.
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٭𝚄𝚗𝚍𝚎𝚛𝚍𝚘𝚐 || 𝙴𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊𝚌𝚘 ° ٭⊹
Novela Juvenil↬𝕁𝕠𝕒𝕢𝕦𝕚𝕟 𝕖𝕤 𝕖𝕝 𝕥í𝕡𝕚𝕔𝕠 𝕔𝕙𝕚𝕔𝕠 𝕢𝕦𝕖 𝕥𝕠𝕕𝕠 𝕖𝕝 𝕞𝕦𝕟𝕕𝕠 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝕔𝕠𝕝𝕖𝕘𝕚𝕠 𝕒𝕕𝕠𝕣𝕒, 𝕝𝕒 𝕞𝕒𝕪𝕠𝕣í𝕒 𝕕𝕚𝕔𝕖 𝕖𝕤𝕥𝕒𝕣 𝕖𝕟𝕒𝕞𝕠𝕣𝕒𝕕𝕠 𝕕𝕖 é𝕝 𝕠 𝕕𝕖 𝕒𝕝𝕘𝕦𝕟𝕒 𝕔𝕦𝕒𝕝𝕚𝕕𝕒𝕕 𝕢𝕦𝕖 𝕡𝕠𝕤𝕖𝕖. 𝔼𝕩𝕔�...