➳Capítulo 53: Lo siento (te amo), no hay esperanzas (te odio)

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Oí mi teléfono sonar por segunda vez luego de los toques insistentes en la habitación donde JungKook dormía, y a la cual me había escabullido en cuanto salí del rango de mira de las arpías carroñeras del comedor. Mi hermano no estaba enterado de nada, puesto que seguía dormido profundamente a mi lado incluso a través del golpeteo y de mis piernas inquietas que se movían a medida que yo intentaba ignorar al que me buscaba. 

Sabía quién era, y aunque fuera así, había decidido pretender que yo también estaba dormido. 

En la oscuridad de la habitación me quedé con los ojos bien apretados, tentado a agarrar la almohada y colocarla sobre mi cabeza y oídos. 

Mi teléfono siguió vibrando y sonando, amenazando cada vez más con quebrantar el poco autocontrol que tenía para no lanzarlo contra la pared. 

Él no tenía la culpa, claro, pero tampoco yo. Y realmente no quería enfrentar a todo ese mundo que se empeñaba en golpearme para abajo como si fuera un martillo y yo un clavo. La analogía era un poco homoerótica, pero al César lo que es del César. 

JungKook se removió a mi lado y yo decidí que al menos le daría una explicación razonable a quien me buscaba para que se fuera. 

Contesté sin mirar el nombre, directamente pegando el móvil a mi oreja, alejándome de mi hermano para no perturbar su sueño.

—JiMin, no.

—Hyung— resopló él, y lo pude escuchar a través de la puerta incluso—, sal un rato, por favor. 

—No hasta que no se hayan ido esas urracas. 

—E-Ellas ya no están. 

—No suenas convencido. 

Hubo un momento de silencio.

—... ¿No quieres postre? ¡Es tu favorito, helado de menta! 

—Odio el helado de menta. Lo siento, JiMinnie, pero realmente no quiero salir.

Suspiró cansino y hasta pude sentirme mal por ello. No obstante, estaba seguro de lo que estaba haciendo, y si salía todavía teniendo aquella espina clavada, no sería afable con nadie. 

—HanJoon te está buscando, hyung— habló en un susurro a través del teléfono y yo solté un gruñido que no sabía que era capaz de hacer.

—Dile que me siento mal— no lo analicé siquiera—; tengo náuseas.

—No creo que se lo trague aún. 

Me di un golpe en la frente contra la almohada, suspirando. 

—Ni siquiera estoy como la señorita Kim ahora. Solo... dile a NamJoon que se encargue. 

—Es que...— se detuvo a sí mismo abruptamente—Bien, veré qué excusa le doy. Pero no prometo que vaya a ser creíble.

Antes de que pudiera contestarle, cortó la llamada y me sentí vacío, impotente y pequeño. Como si de repente estuviera atascado en esa burbuja que había creado a mi alrededor y de mi hermano desde los diecinueve. Solo subiendo, haciéndose cada vez más endeble con cada segundo antes de que finalmente explotara y nos dejara caer. 

«Tú nunca pertenecerás aquí».

¿Donde más lo había escuchado? ¿Por qué se sentía como un Deja Vú? ¿Acaso era una señal de algún ser superior para decirme que lo estaba haciendo todo mal? 

JungKook soltó un ronquido junto con una pequeña tos y aunque mi mente fuera un torbellino, sonreí por lo adorable que resultó siendo. 

Si lo estaba haciendo todo mal, quizás eso justificaba que me lo quisieran quitar. Aquella cruz que todavía tenía que cargar. 

Miss Kim〖NamJin〗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora