➳Capítulo 4: El chofer

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SeokJin

A la mañana siguiente sí recordé despertar a hora. Traté de ponerle buena cara al día que me esperaba y para las siete en punto, ya estaba parado (con ropa normal) frente al edificio y esperando por el auto que con NamJoon habíamos acordado me enviaría. Entre las condiciones que establecimos del trabajo, estaba que un auto me recogería a llevarme hasta el edificio, para poder llegar según él «lo más aseado, poco sudoroso y femenino posible» a su oficina y poder convertirme en la señorita Kim sin preocuparme porque mi casero o mi hermano vieran a una mujer salir de mi apartamento tan temprano. 

Admitámoslo, la excusa que les daría de la situación real sería más increíble que simplemente decir que traje a una chica a pasar la noche, pero ni siquiera tenía ganas de hacer ese cuento. 

Además de que iba a aprovecharme de no tener que correr para alcanzar el autobús, y de utilizar todo lo que JiMin dejó. 

Hoy hacia un poco más de frío de lo normal, por lo que mis piernas comenzaron a temblar cuando vi un Mercedes de color plateado aparcarse frente a mi. 

No sé mucho de autos, pero identificaba un auto caro cuando lo veía; y este no solamente era caro. Era exhorbitante. Era la clase de autos que esperaba que las Kardashian desecharan por derramar caviar en el asiento. 

Miré mis tenis descoloridos y luego al brillante chasis. 

Si se preguntan por qué traía tenis y no zapatos elegantes, era porque jefe Cubito de Hielo me lo permitió. No estaba infringiendo las reglas innecesariamente, que conste. Aún así el chofer me miró dos veces antes de hablarme. Probablemente se estaba debatiendo entre si lo quería asaltar o si debía darme dinero. 

—¿Kim SeokJin?— se bajó los típicos lentes negros que usan los choferes de ricos en las películas. ¿Era algún código de vestimenta?

Sus ojos eran pequeños, y se hicieron aún más pequeños al mirarme tartamudear. 

—S-Soy yo.

Él me miró tratando de descifrar si lo estaba engañando. Luego, sonrió hasta que sus encías resaltaron. 

—Es un gusto. Adelante—señaló con un dedo la puerta trasera, y yo me metí antes de que terminara temblando peor que un Chihuahua con exceso de azúcar. 

Una vez sentado, y con la puerta cerrada, el hombre me miró por el retrovisor. 

—Mi nombre es Min YoonGi. Soy chofer de NamJoon, pero me ha avisado que lo estaré siendo de usted también— presionó el acelerador y comenzamos a movernos. Yo solamente asentía, controlando mis escalofríos.—¿Alguna petición en particular? 

—¿Tienes calefacción?

YoonGi enarcó una ceja y me pregunté si había sido demasiado directo. 

En mi defensa, era eso o seguir pareciendo que era un entusiasta del Twerking

—Lo hago—movió unas perillas y de inmediato el aire caliente me hizo soltar un suspiro.—¿Está bien ahí? 

Me recosté contra el asiento. 

—Perfecto. Gracias, YoonGi—olvidé dirigirme a él como "Señor" pero no pareció molestarle. Es más, tenía una pequeña sonrisa.

—No me lo agradezca...—

—Puedes llamarme SeokJin, y siéntete libre de tutearme. No me gustan las formalidades—Admití.—Y algo me dice que nos veremos mucho, así que mejor nos acostumbramos a ello. ¿No crees? 

Tal vez sí me sobrepasé. No sabía que estaba pensando realmente; pero este hombre ya me daba una rara sensación de seguridad. 

—... Lo creo. Hagamos eso—solté aire.—Ya me has caído bien, de todas formas. 

Sonreí ligeramente antes de dirigir mi atención a la ventanilla. 

Observé a la gente ocupada pasar a los costados de la calle, y el siempre ajetreado centro de Seúl. La metrópolis; desde los vastos comercios de Hongdae hasta los increíbles edificios de Gangnam, relucientes bajo el sol. 

Me encantaba mirar la vida citadina, razón por la cual me encantaba más la idea de trabajar en KimCo. 

Mi anterior empleo fue en una fábrica de pintura. Trabajaba todo el día ordenando cubetas de pintura de todos lo colores, y haciéndoles muestreo. Lo único que conseguí de allí fue haber perdido la mitad del olfato, la habilidad de poder distinguir la diferencia entre un Memory Lane y un Pageant Song y por supuesto, la memoria de como debió haberse sentido ser un esclavo de la época colonial. 

Fue un cierto alivio cuando la empresa cerró, y no tuvieron más remedio que darnos lo correspondiente a ese mes.

El auto se movió rápidamente por las calles de Gangnam cuando llegamos, entrando al estacionamiento de KimCo. 

Separé mi frente de la ventana y esperé a que el auto se detuviera justo delante de la puerta del ascensor privado de NamJoon. 

—Llegamos. 

Asentí y me dispuse a abrir la puerta. 

—Gracias de nuevo, YoonGi. Nos vemos.— el de pelo marrón asintió también, y me despidió inclinando la cabeza. Bajé del auto, caminando apresurado hacia el ascensor. 

Escuché solamente al Mercedes acelerar mientras presionaba los botones. 

No iba a mentirme; estaba nervioso. No sabía bien por qué a parte del hecho de que encontrarme con Kim NamJoon en sí era razón para ponerme nervioso. Más bien, no era que estuviera nervioso por ver a NamJoon, sino que me ponía nervioso sentirme nervioso por pensar que estaba nervioso por ver a NamJoon. 

Hice una mueca ante mis propios pensamientos, justo cuando las puertas se abrían y el mismísimo NamJoon aparecía detrás. 

Tenía el pelo platinado peinado a un costado, resaltando la forma particular de sus ojos y su rostro esculpido. Llevaba un traje gris oscuro, con una corbata pulcramente metida en la pechera. Sus piernas se veían aún más largas con ese color, y por ende aparentaba más alto de lo que era. 

Mis hombros se encogieron inconscientemente y levanté una mano para saludarle. 

—SeokJin. 

—Hola, Na- señor Kim— me humedecí los labios.—YoonGi me trajo. 

—Sí, le dije que lo hiciera— entornó los ojos y me sentí estúpido.—¿Sigues estando de acuerdo o prefieres venir por tu cuenta? Tampoco voy a obligarte a venir con él.

—Sí, sigo de acuerdo. Jamás había estado tan caliente.

Mi jefe se vio consternado. Entonces me di cuenta de lo que dije. 

—¡Por la calefacción! Es por la calefacción. Hace frío afuera, y me suele costar bastante entrar en calor— alcé ambos pulgares, con ganas de lanzarme al Río Han con un yunque atado al tobillo.—En especial a la mañana. 

NamJoon no cambió su expresión, pero asintió. 

—Claro...— se aclaró la garganta. —Iré a atender unos asuntos antes de ir a la oficina. Cuando termines de arreglarte quiero que ordenes los papeles que te dejé sobre el escritorio y anota los números que están escritos en la pizarra en mi agenda.

Asentí, confiando por completo en mi memoria. 

—Lo haré. 

—Espero— miró su reloj y se arregló el traje.—Nos vemos en un rato.

Simplemente asentí obediente, y me quedé mirando al frente, con la resolución de ganarme este empleo. 

Unos momentos pasaron y NamJoon seguía frente a mi, enarcando una ceja.

—¿Tienes algo más que decirme, SeokJin? 

—¿Eh? ¿Qué...?— miré la puerta y noté que al estar parado frente a él, le cubría por completo la vía para salir del lugar.—Oh, lo siento. 

Me hice a un lado y él salió sin mirar atrás. 

Vi su espalda alejarse entre los autos, sintiéndome cada vez más avergonzado por la incómoda situación. 

Antes de que mi rostro se pusiera más rojo, me metí al ascensor, agradeciendo que nadie más que NamJoon y yo lo utilizara.

Miss Kim〖NamJin〗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora