➳Capítulo 5: ¿Confesiones de amor?

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NamJoon se metió a la oficina cuando yo ya estaba anotando los números de la pizarra que me había encargado. 

Trabajo rápido, y es por eso que nunca de verdad me despedían en los trabajos que tenía. Solamente que nunca me mantenía en alguno por mucho tiempo porque de alguna u otra forma las circunstancias se hacían más difíciles para equilibrarlo con la situación de mi hermano. 

No era por alardear, pero fui empleado del mes más veces de las que puedo contar con los dedos. Sí, incluso en la fábrica de pinturas. 

Apenas despegué mi vista de lo que estaba haciendo para verlo entrar, con su mandíbula tensa en ese gesto que lo hacía más atractivo de lo que era. Dejó una canasta llena de comida sobre el escritorio, y yo no pude evitar babear por ella internamente. 

No había desayunado al salir de casa porque quería dejarle lo máximo de comida a Kookie para el día. Además, no solía tener apetito al despertarme, por lo que normalmente espero para comer algo. Sin embargo, como YoonGi me buscó, no tuve tiempo de detenerme a comer como siempre, y ahora mi estómago estaba siendo excitado por la visual de las tostadas francesas y ¿era eso jalea de arándanos?

Me remojé los labios y seguí anotando los números. No era hora de pensar en comida. 

—Cuando termines eso, SeokJin, necesito que revises las reuniones de esta semana. H&M nos canceló y es una oportunidad perfecta para tener la reunión con BH— se sentó a su escritorio, encendiendo su Mac y tronándose los dedos mientras esperaba que lo hiciera por completo.—¿Has entendido los números? Es que Jennie tiende a escribirlos sin cuidado. 

—Sí...— arrastré, copiando los últimos dígitos.—Ya están.

Le llevé de vuelta la agenda y él la tomó.

—Gracias— no me dirigió ninguna mirada, y solamente volvió a la pantalla de su computadora. Me quedé un momento parado cerca de él, sin querer mirando otra vez la canasta llena de comida que podría comprar usando tres sueldos. 

No podía distinguir toda la comida, pero era bastante. 

—Lo de las reuniones puedes hacerlo en...—continuó hablando, y yo moví bruscamente mi cuello hacia él, para que no se diera cuenta de que estaba teniendo pensamientos pecaminosos sobre su comida. Al parecer se dio cuenta igual, porque achicó los ojos.—Concéntrate, SeokJin.

Solté aire. Por suerte no se dio cuenta, porque eso sería jodidamente embarazoso. 

—Cómo te decía, tengo una tablet que usaba mi anterior asistente...—

En ese momento, a mi estómago se le ocurrió gritar a los cuatro vientos lo hambriento que estaba, delatándome sin escrúpulos y deteniendo el discurso de NamJoon como un cuchillo cortando un delicioso pan de miga. 

Mierda.

Tardé un segundo en colorearme hasta la orejas y hacer una reverencia de noventa grados, casi dándome la frente contra el escritorio. 

—¡Lo siento! Es... Es...

—¿Tienes hambre?— pensé que estaría molesto, pero podía el fantasma de una sonrisa en sus labios. Enarcó una ceja y yo dejé caer mis hombros, derrotado. 

No podía esconderlo ya. 

—Un poco. 

Él frunció el ceño. 

—¿No has desayunado? 

—No, señor— respondí apenado, bajando la vista.—No he tenido tiempo... ni tampoco he traído nada. Pero está bien, estoy acostumbrado a esperar para comer. 

NamJoon seguía con el ceño fruncido, mirándome acusatorio. 

—No debes hacer eso— regañó y yo me encogí aún más.—Siéntete libre de comer lo que quieras de la canasta, SeokJin. Luego hablaremos de las reuniones. 

Negué con la cabeza. Por más de que deseara a esa canasta, no me sentiría bien haciéndolo. 

—No es necesario; tengo trabajo que...—

—Olvida el trabajo ahora. No quiero tener que llamar a mis enfermeros a llevarte cuando te desmayes por no tener energía.— Empujó la canasta hacia mí, y yo la miré.—Adelante. 

Mi estómago siguió sonando, por lo que tuve que aceptar. La mirada de NamJoon me presionaba más que sus palabras, así que terminé comiendo las tostadas con los arándanos a los que ya les había echado el ojo antes. 

—Gracias, señor Kim—dije sinceramente. NamJoon asintió, y yo sonreí levemente. Tal vez no era tan estirado como había prejuzgado.—¿Puedo preguntar de dónde es? 

Mi jefe se pasó una mano por el pelo, desvió su atención de la computadora para mirar la canasta. 

—Uh, no lo sé. Me la regaló una empleada. Probablemente es de Starbucks o algo parecido.  

Lo saboreé aún más. No todos los días podía permitirme comer algo tan delicioso. Pero me resultó interesante que sus empleados le regalaran cosas así. 

Me fijé en ese momento en la tarjetita colgando del costado. Era rosa y tenía la marca de unos labios. Claro

Una chica lo que quería cortejar y yo devorandome su confesión de amor sin pudor. 

—¿Irene?— pregunté, leyendo el nombre.—¿No debería considerarla? 

NamJoon siguió trabajando en su Mac. 

—No estoy interesado— tecleó unas palabras, y yo casi gemí al sentir la exquisita mezcla de dulce con ácido.

—No parece sorprendido, ya sabe, de que una empleada... 

—Es normal— se encogió de hombros y eso fue otro gran «¿como no se te ocurrió antes?» en mi cerebro.

Por supuesto que todos estarían tratando de tener algo con él, por serio o no que fuera. NamJoon era joven, apuesto y rico, era de esperarse que al tener esas cualidades, tendría a las personas besando el piso por el cual pasaba. 

¿Tal vez por eso era tan frío? No me imaginaba tener que vivir desconfiando de si la gente se acercaba a mí con intenciones puras o si simplemente trataban de colgarse de mi fama y fortuna. 

Sentí un poco de empatía por él. 

Desconectó con habilidad un pendrive de la máquina y se levantó de su asiento. Yo alcé la mirada hacia él mientras me volvía a tragar otro pedazo de tostada. 

—Cuando termines haz lo que te dije. Iré a la oficina de mi padre; cierra la puerta, y si alguien me busca dile que estoy allí.

Asentí efusivo, limpiándome las manos llenas de migajas de pan en la falda negra. 

NamJoon salió de la oficina una vez más, y yo me quedé solo con una lata entera de Capuccino con extra crema.

Miss Kim〖NamJin〗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora