Capítulo 11: Planes fallidos

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Cuando el día lunes llegó, a Dalton le gustó no tener que levantarse temprano para ir a la escuela, así que sólo se despidió de sus primos y tíos, volviendo a dormirse, bajando a desayunar un par de horas después. Ese era su segundo día de descanso y planeaba aprovecharlo, así que fue a la cocina, llenó un bowl con cereales y leche, y se tumbó en el sofá de la sala con una manta encendiendo la televisión y comenzando a hacer zapping por los canales en busca de algo que ver.


Los tres betas se sintieron confundidos y decepcionados de no ver a Dalton en la entrada de la escuela, y pronto a la hora del almuerzo y tras preguntar a algunos de sus compañeros de año, supieron que había faltado ese día. Comieron su almuerzo algo frustrados, pues ese día habían planeado acercarse al menor para por fin ser amigos con él, pero también les preocupaba que no haya asistido a clases, temiendo que le hubiese pasado algo grave.

—De acuerdo, no entremos en pánico, ¿sí?— le habló Christine a sus hermanos.— Tal vez sólo está enfermo.

—Anoche hizo mucho frío, pudo haber pescado un resfriado.— dijo Rasmus.

—O quizá tenga que ver con esa alergia que tenía en el brazo.— habló Dominic.— Pudo haber empeorado.

—A veces olvido lo frágiles que son los humanos.— dijo Rasmus antes de beber de su caja de jugo.

—Podemos cambiar eso.— respondió el pelirrojo viendo a sus hermanos con seriedad.— Si es nuestro amigo, con el tiempo podemos decirle lo que somos, y si lo hacemos bien, tal vez quiera la mordida.

—Será difícil convencer al tío Derek.— dijo Christine, a lo que los otros dos asintieron, y Dominic hizo una mueca algo desanimado.

—Ya resolveremos eso.— le aseguró su hermano rodeando sus hombros con su brazo, haciéndolo sonreír.

—Por Dios, no...— dijo la chica rodando los ojos con hastío.

—¿Qué?— preguntaron los dos adolescentes, confundidos.

—La sanguijuela volvió.— respondió la joven loba soltando un gruñido bajo. Los chicos voltearon y ahí pudieron ver a un chico de rasgos asiáticos, hombros anchos y expresión presumida en su rostro.

—Genial...— dijeron los hermanos al unísono.

—Si se vuelve a acercar...— advirtió la chica.

—Tranquila, no lo hará. Nos aseguraremos de eso.— la calmó el pelirrojo tomando su mano, que tenía sus garras a la vista, a lo que Rasmus asintió en apoyo, haciéndola sonreír.

—Gracias por evitar que me meta en problemas.— les agradeció la chica, retrayendo sus garras.

—Es un placer, hermanita.— dijo el lobo rubio sonriendo.

Los tres terminaron de comer y luego volvieron a sus clases. Cuando estas terminaron subieron al auto del pelirrojo.

—Es temprano. ¿Quieren hacer algo?— les preguntó Dominic mirando a su hermano a su lado en el asiento del copiloto y a su hermana en los asientos de atrás.— No quiero volver a casa todavía.

—Podríamos ir a visitar a Richard.— propuso Rasmus.

—No creo que sea buena idea.— habló Christine.— Aún no somos sus amigos.

—Pero podría ser un lindo detalle si le llevamos algo de comer. Si está enfermo, no creo que pueda cocinar.— habló el rubio con su brazo apoyándose en el respaldo de su asiento.

—Es un buen punto.— dijo el lobo pelirrojo mirando a su hermana.

—Aunque no vive solo, ¿recuerdas? Su mamá debe estar cuidando de él.— les hizo ver la chica, cruzando sus piernas sobre el asiento.

HIJO DE UNA CHISPADonde viven las historias. Descúbrelo ahora