Capítulo 35: Por un mejor futuro

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Los rastreos de la noche habían terminado para los adolescentes de la manada, y Derek como para asegurarse de que nada le ocurriera en el camino, llevó a Dalton a la veterinaria, donde Stiles esperaba al menor para poder irse a casa.

—¿Papá? ¿Señor Deaton?— llamó Dalton al entrar y no ver a ninguno de los dos. Sin embargo, tras su llamado, tomó sólo un par de segundos para que Stiles fuera a recibirlos.

—Hola.— saludó, dándole un cariñoso abrazo de bienvenida a su hijo— ¿Cómo les fue? Espera- Esa fue una pregunta estúpida.

—Descuida.— dijo el menor con una risita— Y no, aún no hemos podido encontrar nada. ¿Terminaste?— preguntó, refiriéndose a su entrenamiento de chispa, y Stiles comprendió.

—Sí. Recojo mis cosas y nos vamos, ¿bien?— el chico asiente, viendo al otro castaño desaparecer tras una pared, por lo que en tanto voltea a ver a Derek, que seguía cerca de la entrada.

—Gracias por traerme.

—No hay problema.

—Listo. Vámonos.— dijo Stiles al volver, cargando con su mochila y un enorme libro antiguo.

—Las llevaré al auto.— se ofreció Dalton, arrebatándole las cosas de los brazos y saliendo de la veterinaria antes de que pudiera detenerlo, dejando a Stiles y a Derek a solas.

—¿Cómo estuvo tu entrenamiento?— le preguntó Derek, antes de que cayeran en un silencio incómodo, a lo que el castaño le miró extrañado por mostrar interés.

—Bien. Estuvo bien.

—¿No te lastimaste ni quemaste tu ropa?— Stiles hizo una mueca al escuchar eso, imaginando hacia dónde iba con esa pregunta y tratando de mantener la calma.

—No. Estoy bien.

—Ya veo. Buen trabajo. Estas mejorando rápido.— dijo honesto, sonriendo de manera genuina, lo que desconcertó aún más al adolescente, que comenzó a observarlo con ojos entrecerrados.

—Sí... Gracias, Derek.

—Papá, ¿nos vamos?— preguntó Dalton asomándose por la puerta.

—¡Sí!— responde, agradecido por la intervención de su hijo, pasando junto a Derek para poder irse, pero antes de salir de la veterinaria, se detiene a verlo, dudando un instante antes de hablar— Adiós.— no esperaba una respuesta de su parte, pues nunca las había ni siquiera cuando lo saludaba, pero para su sorpresa lo vio sonreír y despedirse con un cortés movimiento de cabeza.

¿De acuerdo?, pensó confundido por la actitud del pelinegro. Sin más que hacer en el lugar, subió a su Jeep junto a Dalton y comenzó a conducir hacia su casa, sin dejar de pensar en lo extraña que fue esa interacción con Derek.

—Estoy cansado.— dijo Dalton a su lado, sacándolo de momento de sus pensamientos— ¿Puedo faltar a la escuela mañana?

—Por mí no hay problema, pero si mi papá se entera, nos gritará y castigará a ambos.— le advierte, escuchándolo quejarse y soltar un largo suspiro.

—Está bien.— accedió rendido, restregando uno de sus ojos, comenzando pronto a bostezar.

—Cierra los ojos y descansa hasta que lleguemos.— le ofrece, indicando con su mirada su hombro. El menor asiente y no tarda en dejar caer su cabeza en el hombro de su padre, cerrando enseguida los ojos. El castaño sonríe y le da unas palmaditas suaves en la coronilla, para luego enfocarse en el camino frente a él y seguir conduciendo.


Al día siguiente en la escuela, todos los miembros de la manada parecían cansados y estresados, y era normal que lo estuvieran, pues cada vez estaban más cerca al día del ataque y sin importar cuánto recorrieran el territorio, aún no tenían resultados. Además, desde que todo comenzó, han estado entrenando más y han pasado recorriendo el bosque más tiempo del que les gustaría.

HIJO DE UNA CHISPADonde viven las historias. Descúbrelo ahora