Capítulo 12: ¿Avances positivos?

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Dalton iba cabeceando sentado en el asiento del copiloto camino a la escuela. A pesar de haber descansado bastante por dos días, le había costado demasiado salir de la cama esa mañana. Cuando el auto se detuvo en el estacionamiento, Lydia lo miró con diversión.

—¿Quieres que regresemos a la casa para que duermas otro par de horas?— le preguntó la mujer con una sonrisa burlona.

—No...— respondió el chico restregando uno de sus ojos con su mano.— Estoy bien. Sólo me dormí tarde anoche.

—Lo sé, escuchaba tu computadora.— respondió ella ladeando su rostro.

—Mis audífonos se echaron a perder ayer por la tarde, lo siento si te desperté.— dijo el menor volteando a verla con un rostro culpable.

—Descuida.— se rió la mujer tocando su hombro. — Será mejor que te des prisa. Tus clases comienzan en 10 minutos.— dijo tomando la mochila del menor para dársela.

—Bien.— respondió tomando su mochila para luego darle un rápido abrazo a su tía.— Adiós.— se despidió con una sonrisa saliendo del auto y cerrando la puerta tras él, pero se dio la vuelta para verla por la ventana abierta.— Quiero pasar a comprar audífonos nuevos después de la escuela, así que volveré caminando a casa.

—De acuerdo. Pero prométeme que tendrás cuidado.— le pidió Lydia acercándose a la ventana.

—Lo prometo.— dijo el menor con una sonrisa.

—De acuerdo.— dijo Lydia con una sonrisa cariñosa.— Ten un buen día.

—Tú también.

Y con eso el auto de Lydia desapareció de la zona de la escuela, así que Dalton se colgó su mochila al hombro y caminó hacia la entrada de la escuela. Andando por el pasillo hacia su primera clase, vio a los tres lobos mirándolo como ya era costumbre, pero le llamó un poco la atención el que se vieran con una ligera molestia e irritación en sus miradas.

"Raro", pensó.


Sus clases pasaron de manera tranquila, y cuando fue la hora del almuerzo tomó su bandeja con comida e iba a sentarse en su mesa de siempre, pero cuando estaba por hacerlo, un grupo de cuatro chicos liderado por un chico asiático de espalda ancha, le bloqueó el paso. Los miró y pudo ver sus expresiones burlonas y de superioridad. Trató de no suspirar o rodar los ojos, esperaba no tener que lidiar con idiotas en esa escuela, especialmente porque no quería meterse en problemas con sus tíos y Deaton.

Miró hacia un costado viendo una perfecta mesa vacía, pero nuevamente su camino fue bloqueado por los idiotas.

Esta vez sí suspiró.

—Déjenme pasar.— pidió con voz seria pero calmada.

—Seguro, notavo. Pero primero, tienes que pagar la cuota semanal para poder almorzar aquí.— respondió el líder y vocero del grupo.

Dalton lo miró con los ojos entrecerrados.

—Oh, ¿nadie te lo dijo?— preguntó el chico asiático con una sonrisa.— Los novatos tienen que pagar una cuota para poder comer en la cafetería, y nosotros nos encargamos de recaudar ese dinero.— para entonces los ojos del castaño mostraban su creciente molestia.— Hey, no me mires así, es parte de una tradición de la escuela, ¿verdad chicos?— preguntó a sus amigos que sólo asintieron mientras sonreían con burla. — Tú también podrás hacerlo, cuando estés en tercero.— le dijo a Dalton con una sonrisa socarrona, que apretó la mandíbula con molestia.

Pronto el menor pudo sentir su brazo izquierdo arder, su lobo estaba de acuerdo en que debían irse de ahí o le romperían la cara a ese idiota.

—¡Aquí estabas!— Dalton se sorprendió al oír la voz de Dominic, y más se sorprendió cuando éste rodeo sus hombros con su brazo, apegándose a él.— Vamos, te guardamos un asiento y un postre.

HIJO DE UNA CHISPADonde viven las historias. Descúbrelo ahora