Debilidad

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Leonor

Después de lo que pasó esa noche y de conocer esa debilidad que provoca en mi cuerpo y mi mente, le he prohibido volver a restregarme las alas. Prefiero lavarlas a medias que volver a pasar esa vergüenza y humillación al no tener control de la situación. Por fortuna, no ocurrió nada más allá entre las dos.

De todas las personas que existen en el mundo, ¿por qué me ocurre esto con ella? No puedo, no quiero y no debo olvidar lo que hizo, tampoco puedo perdonarla, a pesar de conocer sus motivos. Me da igual ser juzgada por la gente como insensible, rencorosa y hasta egoísta. Sobre todas las cosas, ellos eran mi familia; mi todo. 

Ese resentimiento, odio y rabia, todavía está presente en mi alma. Fueron muchos años que lloré por sus muertes, que me recriminé a mi misma el hecho de no haber podido evitarlo, aún conociendo que las posibilidades eran nulas. Hubiera preferido morir con ellos y todos esos sentimientos tan dañinos que corroen mi alma en pena, hubiesen muerto conmigo esa noche. De esa manera, ahora no tendría que luchar conmigo misma en elegir, cuando jamás debía dejar abierta ni la remota posibilidad de elegir entre ellos y ella. Es absurdo siquiera pensarlo. Ella los mató y, aunque aún cabe la posibilidad de que lo que ella dijo es cierto, no sé por qué habría de cambiar las cosas entre las dos, pues al final, ella me los arrebató y ese hecho no va a cambiar, tampoco podrá devolverme a mi familia. 

En estos momentos tengo sentimientos encontrados y contradictorios. Cuando la tengo frente a mí, cuando la veo tan vulnerable o cuando tiene ciertas atenciones y tratos conmigo, me odio a mí misma al sentir estas cosas por dentro. Tengo claro que todo lo que me pasa con ella es debido a ese virus, pero la culpa me envenena el alma, haciéndome sentir miserable. 

No me gusta sentirme así. Quisiera despertar de esta pesadilla y tener control de mis emociones. Me siento tan sola, acabada y derrotada. Perdí todo lo que tenía en un abrir y cerrar de ojos. La razón que me mantuvo con vida todo este tiempo, es la misma que me está haciendo desear no existir más. 

Desde esta mañana he visto mucho movimiento en la casa, tanto de empleados como de ella. Vi que trajeron una mujer de cabello rubio y Blair se marchó sin dudar con sus hombres, llevándose casi arrastrada a esa extraña mujer. No puedo creer que siga con sus andanzas, aún conmigo aquí. Ya no tengo autoridad. Me he vuelto cómplice de esa mujer. 

Estuve todo el día encerrada en la casa, apoyada en ese balcón, sumergida en pensamientos de en lo que se ha convertido mi vida desde que ella volvió a aparecer de nuevo en ella y tomando de una de las tantas botellas que encontré en su despacho. Blair regresó a la casa y miró hacia mi dirección desde la planta de abajo. Supe que vendría a molestarme de nuevo con sus cantaletas. 

—¿Te dejo sola unas horas y ya estás tomando de nuevo? ¿Qué pasa contigo? ¿Piensas que nuestros problemas se van a resolver tomando? No es bueno para tus riñones, además, no es para nada atractivo ver una mujer borracha. 

—No recuerdo haber pedido tu opinión — respondí, todavía dándole la espalda y usando de apoyo la baranda. 

—¿Tanto así me has extrañado? — sus brazos rodearon mi cintura y me sujetó firme. 

Ni siquiera sentía fuerzas o ganas de apartarla. 

—Entre menos tiempo pases cerca de mí, mejor. 

—¿Y por qué no me apartas como en tantas ocasiones? ¿Qué es lo que estás esperando? 

—No estoy de ánimo para tus provocaciones. 

Se mantuvo en silencio unos segundos. 

—Cuando todo acabe, tendrás la libertad de hacer lo que quieras. En eso incluyo que tomes la decisión de marcharte lejos. 

—¿Y cuándo será eso? ¿Qué probabilidades hay de que todo esto acabe? En primer lugar, estoy segura de que ese señor no nos va a ayudar. Estamos perdiendo el tiempo con él. Deberíamos considerar acudir a alguien más que pueda examinarnos y dar con una forma de regresar a la normalidad. 

—¿Y tú quieres regresar a la normalidad? 

Su pregunta me generó muchas dudas. 

—¿Y tú no? — indagué curiosa.

Guardó silencio por unos instantes, y luego la oí suspirar. 

—Después de que estés conmigo, me da lo mismo. 

—Te estás contradiciendo.

—El hecho de que te dé la opción de que te marches, no implica que esté de acuerdo o que vaya a permitirlo. Después de todo — recostó su barbilla en mi hombro—, eres mía, corderito. 

Me volteé para enfrentarla.

—No soy de nadie, y mucho menos tuya. 

Entrelazó su mano en mi cabello, sin apartar esa mirada tan penetrante de mí.

—Dicen que las debilidades no se dicen en voz alta, o serán tu condena, tu perdición y destrucción. Conoces mi punto más frágil y vulnerable, mi irremediable debilidad. Entonces, acaba conmigo. 

Su beso no lo esperaba, o tal vez una parte en lo más hondo de mí lo hizo. Todavía trataba de mentirme a mí misma. La suavidad, exquisitez y dulzura de sus labios me atrapó por completo y me nublaron la mente de nuevo. Es la primera vez que nuestros labios hacen fricción y nuestras lenguas se enredan en un baile sensual y apasionado.

Otra vez he vuelto a caer, pero esta vez en un lugar más profundo del que, seguramente, no encontraré nunca la salida. He sido yo quien se condenó y quien acaba de perderse así misma.

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora