Control

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Retrocedí al sentirme aterrada con los sonidos tan estremecedores que hacían esos monstruos. No tenía a quién acudir o quién me salvara, estaba completamente sola, siendo acechada por esas extrañas y desafiantes criaturas en la oscuridad.  

El miedo carcomía cada centímetro de mi cuerpo, provocándome temblores y espasmos incontrolables. Siento mucho frío. 

Los rugidos no cesaban, solo se agudizaban a medida que se acercaban, es como si me encontrara en un laberinto sin salida. No tenía a dónde ir. Mis opciones eran limitadas. 

De repente, en medio de esa agobiante y escalofriante pesadilla, una energía horripilante y fuerte corrió por mis venas, acelerándome el pulso y la adrenalina. Mi piel e interior ardía como si estuviera sumergida en ácido. 

Un alarido se escapó de mi garganta seca. El dolor se volvía más desesperante e intolerable, por más que intentaba soportarlo. Mi corazón martillaba a una velocidad inaudita, amenazaba con salir expulsado de mi pecho. La respiración se me dificultaba, sentía que si me quedaba más tiempo ahí, no podría salir nunca. 

Los constantes ruidos me tenían al borde de la desesperación y el sonido de sus pasos aproximarse hacían eco en mi cabeza. Eran más que yo, no me cabía la menor duda. Por eso, encontrándome entre la espada y la pared, no tuve más remedio que dejarme llevar por ese instinto de supervivencia que arrasó con mis miedos, como una inmensa ola que deseaba llevarse a quien fuera por delante. 

Sentí miedo de mí misma, de lo que fui capaz de hacer contra todos ellos. Estaba impresionada y aterrada de ver mis manos y uñas largas ensangrentadas. 

Me desconocía a mí misma. Esa persona que habitaba dentro de mí en estos momentos, no era yo. Me negaba a creer que realmente fui capaz de tal monstruosidad. 

¿Acaso eso es lo que me querían mostrar? 

¿Acaso los verdaderos monstruos nunca fueron ellos, y todo este tiempo era yo?

¿Será que he perdido el juicio por completo? 

En el fondo de mí, algo por dentro no se sentía bien con lo que había hecho y continuaba haciendo. Algo me repetía que me detuviera; esas extrañas voces también lo hacían, pero no podía tomar el control de mi propio cuerpo. 

«Sed, hambre, dolor y venganza». Son palabras que en mi cabeza repetía como un disco rayado.

Todo a mí alrededor se fue aclarando poco a poco, revelando la verdadera forma de esos demonios que me acechaban en la oscuridad, de los que ahora lo único que se podía apreciar eran sus cuerpos rasgados e inertes, tendidos en el suelo. Mi mano sujetaba el cuello de uno de ellos; el último que me faltaba para acabar por fin con esta tortura. Mi cabeza no puede con tanto. 

—L-luna, detente, por favor— musitó, casi sin aire. 

Su rostro, su voz, esos ojos cafés claros me resultan tan familiares. Lo analicé con detenimiento, no podía explicarme la razón. Aunque no sabía quién era, esa sensación de familiaridad me pareció curioso. 

—Mamá, tienes que despertar... — pude oír la voz suave y dulce de una niña en mi cabeza, algo que me provocó un dolor de cabeza agudo—. Regresa a nosotros. No puedes dejarte de vencer. Eres fuerte, mamá.

Una lluvia de recuerdos invadieron mi mente, allí estaban todos y cada uno de ellos; también Doce y nuestra preciada bebé. El dolor de la culpa recayó en mis hombros por todo lo que les hice, cuando juré protegerlos.

—A-amari... nuestra niña...

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora