Rabia

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Por fortuna, hoy no trabajo. Hice suficiente ejercicio anoche, como para no tener ni la mínima intención de caminar un largo tramo por unos días. El cuerpo me estaba pasando factura por haberme excedido anoche, aunque valió la pena cada maldito minuto. Siento que me movió todo ahí abajo, no he parado de ir al baño desde que me levanté.

Dejé a Doce en la cama mientras preparaba el desayuno. A esta hora es para que Jenny hubiera salido del cuarto, pero no he visto rastro de ella. Debo disculparme por el escándalo de anoche, probablemente no logró descansar por nuestra culpa. Debí tener consideración.

Entre darle tantas vueltas al asunto, me detuve frente a la puerta de su habitación y luego de varios monólogos internos me dispuse a abrirla. La ropa de cama dejaba a entender que estuvo en algún momento acostada, pero ella no estaba por ninguna parte. Es extraño, pues por lo regular, siempre hace la cama antes de salir. ¿A dónde habrá ido? Que yo sepa ella no trabajaba hoy.

Mientras terminaba de preparar el revoltillo, escuché los pasos de Doce entrar al área de la cocina. Su perfume se regó por cada rincón, dándome a entender que debió salir del baño recientemente, además de que su cabello goteando lo delataba. Todo mi cuerpo vibró al tener recuerdos de lo de anoche. Tuve que despojarme con un baño esta mañana, pues todavía quedaban rastros en mi entrepierna e intimidad de lo que hicimos anoche. Solo con verlo, ya mis hormonas se alborotan.

—Buenos días. ¿Apeteces un café? — intenté actuar normal, creo que así sería lo menos incómodo para los dos.

—Buenos días— rascó su nuca—. Sí, quisiera un café. ¿Por qué no me despertaste? De esa manera hubiera podido ayudarte en algo.

—Quise que descansaras un poco más. Te veías muy agotado.

Anoche tenía su cabello amarrado, pero con el suelto luce más sexi y encantador de lo que en sí ya es.

—Pero no te preocupes, solo falta preparar la mesa, puedes ayudarme con ello.

Me acorraló contra la estufa y en modo automático retiré la sartén de la candela.

—No se puede estar jugando en la cocina, pueden haber accidentes y Jenny puede llegar en cualquier momento — mis palabras fueron arrebatadas de mi boca por el beso que acabó con mi autocontrol y me debilitó hasta las piernas.

No tiene caso que lo advierta, ¿cierto? Esto es más fuerte que los dos. ¿Quién podría tener la fuerza de voluntad como para negarse a un mañanero?

Levantó mi cuerpo y me encaramé de su cuello, hasta que mi espalda chocó contra la pared, justo en ese rincón del lado de la nevera, donde si llega Jenny tendríamos oportunidad de sobra para fingir que nada estaba ocurriendo. Aunque ella nunca ha sido fácil de engañar.

Gran poder del huevo, este hombre va a acabar conmigo con tanta perfección. Ha mejorado su técnica para besar, aprendió muy rápido y ahora lo usa en mi contra, o más bien, a mi favor.

Dios santo, con solo tocarme, todo mi cuerpo arde de deseo y lujuria. Cuando mis pies tocaron el suelo, él no me dio tiempo de reaccionar, cuando me volteó contra la pared y bajó mi pantalón con todo y bragas.

—Así será más difícil de disfrazar las cosas, Doce.

Descansó su barbilla en mi hombro mientras adentró su mano a mi entrepierna por al frente y sus dedos se deslizaron entre mis pliegues. Con su otra mano libre amasó mi seno por encima de mi blusa. Estaba húmeda, no era para menos, si con solo verlo, esa fuente se desbordaba de mi intimidad. Ocurrió aún más al sentir su caliente y dura erección descansando en mi espalda baja.

Llevó sus húmedos dedos a la boca, como si estuviera degustando un exquisito manjar, así fue su reacción. Todo mi rostro se calentó de la pena.

—Es desagradable. He ido mucho al baño, no hagas eso.

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora