Romper tensión

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¿Hermano? No se parecen en nada.

—¿Tú eres cómplice de esa mujer? — le cuestionó Doce.

—Esa mujer que conociste es mi madre, o diría lo que queda de ella, pero rompimos lazos hace bastante tiempo. Escuchen, en este lugar no podemos hablar tranquilamente. Las paredes tienen oídos y tengo mucho que contarles.

—¿De qué quieres hablar?

—Debemos solicitar el alta de la mujer que vino con ustedes.

—¿Mi amiga? ¿Por qué?

—Es una historia larga, pero supongo que puedo resumirla. Tengo una forma de ayudarla.

—Hemos escuchado algo parecido de esa mujer que nos atacó.

—Entiendo que hayan tenido una mala experiencia con esa mujer, pero te aseguro que soy de los buenos. No puedo dar muchos detalles, pero les doy mi palabra de que tan pronto los lleve a mi clínica, tendrán todas las respuestas a sus preguntas.

Al menos este hombre no me da mala espina como aquella otra mujer. Parece sincero. Doce era quien aún no confiaba y lo comprendo cabalmente, pero no nos queda de otra. Prefiero mil veces confiar en ese sujeto, que volver a ver a esa terrorífica y desquiciada mujer. Tengo miedo de que vuelva a encontrarnos.

La salida del hospital fue más acelerada de lo que pensé. Ya cuando caí en cuenta, estábamos llegando a una especie de clínica ubicada en el medio de la nada. La ambulancia con Jenny venía detrás de nosotros. Todavía no había podido verla, según me cuenta ese tal Dereck, es que está inconsciente todavía y que probablemente no despierte por unas cuantas horas, pero que tendría una habitación para ella sola dónde iba a contar con todos los cuidados necesarios.

No exploramos los alrededores de la clínica, nos dirigimos directamente al ascensor donde subimos al tercer piso y caminamos pausadamente a una oficina bastante amplia y organizada, donde se encontraba un hombre idéntico a Dereck. Debían ser gemelos por obligación, lo único distinto que tenían era el color de la corbata. Había una canasta de frutas sobre el escritorio, la cual Doce no dejaba de mirar.

—Bienvenido, tío — ensanchó una sonrisa de oreja a oreja, mostrando su dentadura casi perfecta, a excepción de unos colmillos largos y afilados—. Joder, sí que eres grande — sus ojos se iluminaron de la emoción tras ver a Doce.

Los dos lucían genuinamente felices con su presencia, a diferencia de aquella mujer que dijo ser su madre. Doce no se me salía de encima, parecía una tierna lapa. No me molesta que esté así de cerca y me cubra con sus grandes, cómodos y cálidos brazos. Sí, me estaba aprovechando de su inseguridad y temor para estar entre sus brazos.

—Debemos romper el hielo, está muy nervioso. No los hemos traído aquí para hacerles daño — dijo Dereck—. Él es Ian, mi hijo.

—¿Su hijo? Parece su hermano — dejé escapar y ambos se carcajearon.

—Eso dicen por ahí— respondió Dereck.

—Tú debes ser mi tía, ¿no es así? — indagó Ian.

—No, todavía— sacudí las manos nerviosa—. Digo, no lo soy.

—Mmm — Ian frotó su barbilla y Dereck le dio un codazo.

—Ni lo pienses.

Se miraron de reojo e Ian le sonrió.

—Un pajarito nos contó que te gustan las frutas, así que te hemos traído este regalo. Ya sabes, para romper la tensión y demostrarte nuestras sinceras intenciones. No podíamos esperar para conocerte. Si hubiéramos sabido de tu existencia mucho antes, te aseguro que hubiéramos hecho hasta lo indecible para sacarte de ese lugar. Nos tranquiliza saber que has estado en buenas manos— Dereck me miró.

—Disculpénlo, está muy nervioso y cuando está así habla poco. Si me lo permiten — tomé una banana de la canasta de frutas, pues sé que toda la atención de Doce estaba en ella.

Aquella noche no comió banana, pues las bolsas de compra las dejamos atrás luego de lo ocurrido. Probablemente por eso esté tan tenso, porque quiere tomarla y no se atrevía. No dudó en tomarla de mis manos, sin apartar la vista de los dos.

—¿Así que esas son sus favoritas? — preguntó Dereck.

—Sí. Sé que debe parecerles extraño su comportamiento, pero suele comer muchas bananas, especialmente cuando está nervioso. Le ayuda mucho en el estado de ánimo.

—Tú también te la comes, ¿verdad? — la pregunta de Ian me puso roja.

—¿C-cómo?

Dereck le dio otro codazo e Ian lo miró.

—¿Qué? Estoy hablando de la fruta. Mendiga mente tan cochambrosa que tienes, papá.

—Como si no te conociera. ¿Acaso quieres espantarla? Compórtate.

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora