Pestilencia

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Luna

Me trajeron a otra habitación donde me dejaron a solas con Nicolás. Él estaba preparando el equipo en completo silencio.

—¿Por qué te dejas manipular por nuestros hijos, Nicolás? 

Toda su atención se dirigió a mí.

—¿Emilia? 

—¿Qué crees que harán contigo tan pronto den conmigo? Ellos dejaron de ser nuestros hijos hace mucho tiempo. Todo lo que quieren es destruir lo que hemos creado entre los dos. ¿Te parece justo?

—¿Cómo lo has hecho? 

—Considero que es tiempo de unirnos, de proteger lo que tanto nos costó crear. 

—Ahora que ellos conocen tu debilidad, es que pides mi ayuda.

—¿Realmente crees que ellos podrán contra mí? Conozco las debilidades de cada uno, incluyéndote. 

—¿Y cuál es mi debilidad?

—Siempre hemos estado del mismo lado. Me trajiste de vuelta a la vida hace muchos años atrás porque no podías estar sin mí. Los dos nos complementamos. Juntos seríamos invencibles. 

—Hace muchos años dejaste de ser esa mujer, Emilia. 

—Eso ni tú mismo te lo crees, pero bueno, supongo que es tiempo de que todo salga a la luz, querido. De que todo el mundo se entere de que Nicolás Preston está con vida. Y lo mejor de todo, que conozcan tus creaciones. No puedo esperar para ver cómo el mundo estará en contra de ti y de todos ellos. No tendré que mover ni un solo dedo, ellos mismos se encargarán de despedazarlos. Se verán en la obligación de aceptar su naturaleza. Después de todo, ellos son animales, aunque se nieguen a aceptarlo y quieran seguir viviendo como lo harían los mortales. Seres tan majestuosos y magníficos como ellos, sería un desperdicio que continúen viviendo en las sombras, por eso les daré la ayuda que necesitan.

—¿Así que esos son tus planes? Te recuerdo que tú también firmaste un acuerdo de confidencialidad con los de arriba. Si se enteran que este proyecto clasificado fue revelado al mundo, tú también entrarás a la lista de ellos. 

—El objetivo de tus hijos es hundirme, por esa misma razón los hundiré conmigo. Así es como funciona esto, querido, más que nadie lo sabes. 

—Si fuera tú, lo pensaría bien. 

—Echo de menos lo que éramos, Nicolás— me levanté de la camilla—. ¿Tú no? — descansé mi mano en su pecho, podía oír claramente sus latidos acelerados—. Aunque te hagas el duro, tú me sigues amando, puedo sentirlo aquí y verlo a través de tus ojos, de nada vale que quieras ocultarlo. Todo este tiempo has sabido dónde me oculto, pero has querido protegerme de tus propios hijos. No puedes estar jugando en ambos bandos, debes elegir de qué lado estar— me aproximé hasta quedar a centímetros de sus labios—. Únete a mí, mi amor. 

Su pulso se aceleró, de inmediato pude percibir en mis fosas nasales el exceso de feromonas que segregaba su piel, pero por más fuerte que era ese olor, era inmune a ella. 

En ese momento comprendí que era yo su irremediable debilidad, que la sangre para él no importaba, que nadie de los que estaban ahí fuera tenía relevancia para él... solamente esa mujer… 

Cada suceso de la vida de Emilia se reproducía en mi cabeza quedándose grabados como si se tratara de vivencias propias. Supe de sus planes, es como si todo se hubiera entrelazado entre las dos. Sus pensamientos eran retorcidos y sus planes siniestros. Su cuerpo está igual de podrido que su alma. 

—¿Realmente creíste que ibas a tener el control absoluto de mí, como si fuera una más de tus marionetas? Sé dónde estás, Emilia, puedo olfatear tu pestilencia y tu miedo a kilómetros— reí—. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. 

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora