Enfrentamiento

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—¿Acabas de burlarte de mí?

—No entiendo, ¿en qué momento me he burlado?

—No me respondas con otra pregunta. ¿Quién eres?

—Mi nombre es 12.

—¿Me estás tratando de tomar el pelo de nuevo?

—Haces muchas preguntas extrañas. Ni siquiera me he acercado a ti, ¿por qué insinúas que te estoy tomando el pelo? —habló sin siquiera pestañear—. ¿Cuál es tu nombre?

Su nivel de sarcasmo y cinismo es irritante en todos los aspectos.

—Soy yo quien hace las preguntas. ¿Por qué ha invadido nuestra casa? ¿Qué vino a hacer aquí?

—Vi que dejaste comida tirada en la calle, supuse que ibas a guiarme a un lugar donde tendrías comida de sobra, por eso te seguí. Y no me equivoqué, tienes un almacén de comida muy grande. Pensé que podríamos compartir.

—¿Estás queriendo decir que solo has venido por la comida?

—Sí. Además, tienes un olor exquisito encima.

Pasé saliva, tratando de procesar su comentario y el tono tan normal que utilizó.

—¿Un olor exquisito?

Asintió con la cabeza.

—Hueles a banana.

Con ese comentario me ha vuelto a rematar. ¿Qué le sucede a este sujeto? ¿Por qué dice cosas tan extrañas? ¿Cómo puede decir tan tranquilamente que huelo a banana?

—Escúchame bien, cretino, en esta casa no te vas a quedar. Te me largas inmediatamente de aquí. 

—No sé a dónde ir. Me han espantado de todas partes.

—¿Y quién no lo haría? Andas desnudo por las calles. Es un milagro que no lo hayan llevado a la comisaría por exhibicionista.

—¿Tienes más ropa como esta que me des? — lo dijo, refiriéndose a la sábana que lo cubría.

—Eso es una sábana, no cuenta como ropa.

—¿Sábana? Bien. Pues eso. Es cómoda y seguramente esas personas no me echen del puente de nuevo. Creo que así es que le llaman.

—¿Del puente? ¿Te estabas quedando en un puente?

—Debajo hay un lugar muy cómodo y oscuro. Esos brillos no me siguen ahí. ¿Quieres visitarlo?

¿A qué se refiere con brillos? Entonces, ¿sí es un indigente? Ahora me siento mal por haberle dicho todas esas cosas.

—¿Cuánto tiempo llevas viviendo en la calle?

Se quedó pensando por unos segundos, como si no supiera la respuesta a esa pregunta y luego respondió:

—No lo sé. ¿Me traes las sábanas, por favor? 

—Sí. Puedes quedarte con esa que te dejó mi amiga también.

Fui al armario y saqué un par más para dárselas.

—Ahí tienes.

—Muchas gracias — se levantó del sofá, presionando las sábanas entre sus manos para mantenerlas bien dobladas.

No entiendo la actitud de este hombre. Su apariencia no encaja con su personalidad.

No sé por qué me estaba sintiendo muy mal viéndolo en esas condiciones y caminando hacia la puerta. Parecía un cachorro cuando lo regañan.

Es una locura dejar que un hombre se quede en esta casa con nosotras, pero me dio lástima saber que está pasando necesidades ahí fuera. Además, me dio pesar notar que con haberle dado esas sábanas fue suficiente para convencerlo de que se marche y no puso peros.

—Está haciendo mucho frío ahí fuera. Puedes quedarte por esta noche, pero no te voy a perder de vista.

Fue incómodo que los dos tomáramos asiento de vuelta en el sofá y estuviéramos viéndonos fijamente. Algo me dice que la noche va a ser demasiado larga para los dos.

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora