Tus ojos...

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Leonor

Blair me pidió que la acompañara a un viaje de negocios a Colorado. Planeaba negarme, pero al final me terminó convenciendo. La idea de quedarme sola en la casa no me agradaba en lo absoluto.

—Estoy segura de que no le avisaste a los Preston.

—¿Y desde cuándo debo darles explicaciones a ellos o pedirles permiso de las cosas que hago?

—Ellos nos están ayudando. Lo mínimo que podemos hacer es avisarles de que estaremos fuera por un tiempo indefinido.

—Nuestro día de regreso depende de ti.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Porque eres tú quien no soporta mi presencia — me señaló las escaleras para abordar el avión.

Son casi cinco horas de viaje solo de ida. ¿Qué tanto hará por allá? 

Abordé el avión, apreciando el interior y sus detalles. Fuimos casi al fondo, no sé por qué, si había asientos mucho más cómodos al frente y hasta mesa. Las azafatas se nos quedaron viendo, es más que comprensible, ellas deben vernos como unos monstruos. Blair corrió la cortina del pasillo, ahora solo éramos nosotras dos. Probablemente tiene planes de pegarse a mí como una garrapata. Desde ese beso que nos dimos, creo que he bajado demasiado la guardia con ella. Lo peor de todo es que no he podido olvidarlo, por más que lo trato.

El avión alzó vuelo y estaba mirando por la ventana desde mi asiento, cuando Blair se detuvo al lado mío.

—¿Ya bajaste revoluciones? Estabas muy tensa. ¿No me digas que le tienes miedo a los aviones?

—No le tengo miedo a nada ni a nadie.

—Entonces ven.

La acompañé por el pasillo, cruzando la cortina y notando el cambio radical que hubo en esa sesión del avión. La mesa estaba bien organizada, como si se tratara de una escena romántica sacada de una telenovela. Había un jarrón lleno de más de diez orquídeas blancas, una botella de champaña y dos copas.

—¿Esto a qué viene?

—¿No te gusta? Esta noche es muy especial.

—Ah, ¿sí? ¿No me digas?

—Un día como hoy nos conocimos.

—Eres una maldita cínica. ¿Cómo te atreves a mencionarlo tan tranquilamente? Cuando creo que no puedes cagarla más, resulta que sí puedes hacerlo mejor.

—En la casa tiendes a evadirme, te encierras en tu cuarto y no me dejas hablar, así que aquí no tendrás un lugar a donde huir sin que antes me escuches. Toma asiento.

—Lo planificaste todo muy bien.

—Ay, corderito, de verdad que se necesita tener mucha paciencia para lidiar contigo.

Tomé asiento con las manos temblando de la rabia. Había querido olvidarlo, que pasara este día como cualquier otro, para simplemente dejarlos descansar en paz, pero duele ese recuerdo como un puñal.

—Hay otro motivo por el cual te traje— sirvió champaña en ambas copas y solo la observé en silencio—. De hecho, hay más de uno. El primero es que quiero anunciarte oficialmente mi retiro del negocio.

—¿Qué hago? ¿Te aplaudo?

—Podrías sustituir ese «te aplaudo» por un «te beso», pero supongo que cada quien tiene una forma de expresar su felicidad o descontento a su manera. He culminado con el penúltimo objetivo de mi lista. Pensé que ya era hora de ajustar cuentas tú y yo.

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora