Luna
La única manera que pude ver a Jenny y hablar con ella fue manteniéndome a una distancia prudente de la camilla y contando con la protección de una bata, guantes y mascarilla. Además de que Gloria no me dejó sola ni un segundo. Jenny se veía mejor, al menos había recuperado su apariencia normal. No recuerda mucho de lo que sucedió, pero me pidió una disculpa. Dentro de todo, no ha perdido su sentido del humor. Quisiera quedarme con ella más tiempo, pero me dijeron que ella necesita descansar para recuperar las energías.
Entre los hermanos de Doce y él, me convencieron en que nos quedemos en una casa algo distante de la ciudad, al menos mientras las cosas se calman. Prefiero eso mil veces a regresar a aquella otra casa y esa mujer vuelva a aparecer. Tampoco es que tenga mucho dinero ahorrado como para reservar una habitación en un hotel. Además de los gastos extras que eso implicaría; ropa, comida, artículos de primera necesidad, etc. No me hace sentir bien saber que tendré que dejar a mi amiga allí sola, pero lo que me tranquiliza un poco es que en ese lugar recibirá la ayuda que necesita y podré visitarla de vez en cuando.
Nos proveeron todo lo necesario para habitar la casa, nos brindaron un teléfono móvil a los dos, incluso nos dejaron un auto a nuestra disposición. Me da mucha pena tener que depender de alguien más, pero la situación lo amerita. Se siente raro estar en otra casa, luego de haberme acostumbrado a vivir por casi un año en la de Jenny. Se siente como comenzar de cero y me cuesta mucho adaptarme a este tipo de cambios drásticos.
Mañana temprano debo comunicarme con mis jefes. No sé cuándo pueda regresar, tampoco creo que vayan a esperar por mí. Todo lo que había conseguido, lo he ido perdiendo en tan solo un abrir y cerrar de ojos.
Hace varios días que no hablo con mi madre, he querido mantenerla distante y ajena a la situación para no preocuparla, pues se pone histérica fácilmente y con toda la razón del mundo.
Mientras miraba por la ventana del balcón hacia el patio, escuché los pasos de Doce detrás de mí.
—¿No puedes dormir? — le pregunté, aún de espalda.
—No. Por lo visto, tú tampoco.
—Han pasado muchas cosas recientemente. La noche se ha hecho muy larga. Por cierto, me comentaste en el camino que había algo que deseabas contarme. ¿Tiene que ver con tus hermanos?
—Sí y no— su respuesta fue igual de extraña a su tono.
—Entonces, cuéntame, ¿qué es eso tan urgente que querías contarme? — cerré la ventana y vi a través del cristal su reflejo detrás de mí y lo que vi me sobresaltó.
Vino un vago recuerdo a mi mente, sobre aquel momento en el que perdí el conocimiento, donde vi algo detrás de él. Traté de voltearme, pero me lo impidió.
—N-no te voltees todavía — descansó sus manos sobre mis hombros y desvié la mirada a sus uñas largas y negras como la noche.
—T-tus uñas…
—¿Recuerdas con detalle lo que hablamos con mis hermanos?
—¿Qué de todo?
—Una vez me preguntaste que, en dónde me habían tenido toda la vida. En aquel momento me limité a darte una respuesta, porque ni yo mismo la sabía. Para mí, aquel lugar en el que estuve encerrado la mayor parte de mi vida, era mi único hogar, al menos hasta que las conocí y me di cuenta de que había estado equivocado. Ustedes me hicieron conocer el verdadero significado de lo que era un hogar. Tú principalmente, me has tenido paciencia, me has enseñado muchas cosas y me he sentido mejor que nunca. Eres la última persona en el mundo a quien quiero engañar y si me he limitado de nuevo a no contarte esto antes, no es porque no confíe en ti, es porque tengo miedo de que te asuste lo que veas y no quieras tenerme cerca de ti.
—Estás infectado, ¿verdad? — logré formular.
Todo lo que veía lo hacía más que evidente.
—Sí, desde que fui creado por mi supuesto padre. Pero yo no soy como esa señora que dice ser mi madre. Yo jamás le haría daño a alguien, mucho menos a ti.
Acaricié su reflejo en el cristal.
—Lo sé, créeme que lo sé.
Cuando por fin pude verlo cara a cara, entendí muchas cosas. Su apariencia no era aterradora, al menos no ante mis ojos. Aunque esos ojos cafés no estaban presentes en ese momento, para mí no existía alguna diferencia. Por más oscuros que sea el color de sus ojos, me causan la misma curiosidad de conocer a profundidad lo que se oculta más allá de ellos.
Lo que había visto detrás de él, no era nada más ni nada menos que unas alas negras que podría atemorizar a cualquiera que lo viese por su gran tamaño, pero a mí no podía espantarme. Era como tener un encuentro fantasioso con un divino y hermoso demonio de cabello negro, sedoso y largo. Sus orejas puntiagudas eran las más hermosas que alguna vez haya contemplado. Parecían las de un hada con su mismo tono de piel.
—Al menos di algo.
—Tus colmillos son lindos. Bueno, todo de ti es lindo. Significa que eso no fue un sueño. Eras realmente tú el caballero de la noche.
—¿Qué?
—Eras tú quien me llevaba cargada como si fuera una princesa. Entonces, no estaba soñando, tampoco estaba tan loca como creí.
—Tenía que llevarte al hospital también. Ningún taxi se detuvo y estaba desesperado.
—Eres como el pecado hecho hombre — acorté con la pequeña distancia que había entre nuestros cuerpos, frotando mi pecho en su abdomen y poniéndome de puntitas para quedar a la altura de su boca, a su vez, entrelazando mis dos manos en su cabello—. Arrástrame al mismísimo infierno, házme arder en tus manos como aquella noche.
Sus orejas se movieron a la par de sus alas, quienes rodearon mi cuerpo al instante, brindándome la misma calidez de sus brazos cuando me engullen, dándome refugio entre ellas, condenándome a la oscuridad y al sabor embriagante y adictivo de sus labios; mi debilidad.
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En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]
RandomUn virus mortal amenaza a la humanidad, levantando una oleada de infectados, cuyo origen para los expertos sigue siendo desconocido. El caos se ha desatado luego de que dos experimentos altamente peligrosos han escapado de un laboratorio secreto si...