Me derrito

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No recordaba en qué momento me quedé dormida. Cuando abrí los ojos, por el sonido de la alarma, me topé con él aún descansando, pero la distancia era más de la que había interpuesto entre los dos.  

Abandoné la habitación con el uniforme y algunas pertenencias. Me di una ligera ducha y fui a la cocina a preparar el desayuno. Me topé con Jenny, ya estaba preparada para marcharse al trabajo, pero se retrasó un poco porque entró a la cocina conmigo. Tenía una sonrisa de oreja a oreja. 

—Descansaste muy bien, ¿verdad? 

Con su pregunta, ya sospechaba que debió haberse dado cuenta. Bueno, era obvio. 

—Mira que lindos, parecen dos tortolitos — me mostró una foto que nos tomó desde su teléfono y se lo arrebaté de las manos para verla con más detenimiento. 

No recuerdo que nuestras manos se hubieran cruzado de esa manera, haciendo que esa foto se viera más comprometedora.

—¿Por qué tomaste esta foto?

—Ya sabía que esa forma de defenderlo, cuando deseabas patearlo de aquí ese primer día, no era normal. No te culpo. Hombres como él no se consiguen a menudo. 

—No te confundas. Lo que pasó anoche fue que nos quedamos dormidos. 

—Sí, y yo me chupo el dedo. Ahora sé que debo bajarle a mis cambios hormonales. Debiste decirme que te gustaba y así no me hubiera metido en medio — me quitó el teléfono, plantando un ligero beso en mi mejilla—. Nos vemos por la noche, princesa — tarareando como una desquiciada, abandonó la casa, ni siquiera permitió que me defendiera. 

Por la televisión estaban informando sobre el alta de contagios. Por lo visto, la situación se está tornando más peligrosa y seria. Han anunciado que entrará en vigor en dos días una nueva orden como medida preventiva, pues las hospitalizaciones han aumentado. Pareciera una escena sacada de una película apocalíptica. Cualquiera pensaría que el mundo está por acabarse. Es terrorífico estar en esta situación. Si mi madre se entera de lo que está sucediendo, se volverá loca y querrá viajar. 

Antes de irme al trabajo, le dejé el desayuno en la mesa. No lo levanté porque se veía profundamente dormido. Le dejé una nota de que estaría trabajando y que recalentara el desayuno. 

Estuve todo el día distraída pensando en él. ¿Qué estará haciendo? ¿Habrá comido algo? Esas eran dos de las tantas inquietudes que tenía. Debería comprar un teléfono para la casa, así podría comunicarse con nosotros por cualquier emergencia y viceversa. 

Antes de regresar a casa, pasé por el supermercado a comprar más bananas, pues él se las comió todas y me ha quedado bastante claro que le gustan demasiado. Cuando llegué, lo vi en el suelo de la sala, cubierto completamente con una sábana. Se levantó de inmediato tan pronto me escuchó. Su rostro estaba rojo y sus ojos denotaban una profunda tristeza. No sé por qué me conmovió tanto su actitud, a pesar de no entender como un hombre tan grande puede actuar a veces como un niño.

—¿Qué tienes? 

—¿Por qué te fuiste?  — me reclamó, en un tono bastante preocupado.

—Estaba trabajando. No podía faltar. ¿No leíste la nota? 

—¿Qué nota? 

—Supongo que eso es un no. Lo siento, debí despertarte. No pensé que te ibas a poner así. 

—Pensé que estabas molesta conmigo. 

—¿Por qué voy a estar molesta?

—Por haber invadido tu espacio. 

—¿Cómo crees que voy a molestarme por eso? Fui yo quien te dijo que durmieras en mi cama. Mira lo que te he traído — abrí la bolsa y fue como si sus ojos hubieran adquirido un brillo casi instantáneo. 

—Banana… ¿Para mí? 

—Sí. Para ti. 

La tristeza se había esfumado de su rostro, ahora solo mostraba esos ojos tan brillantes como dos luceros. Es como cuidar de un gigante bebé. ¿Es normal sentir que me derrito cada vez que lo miro? 

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora