Suposiciones

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Luna

No puedo creer que Jeniffer le haya preparado todo para que pudiera quedarse a dormir en el sofá de la sala.

—Yo no pienso quitarle el ojo de encima, así me toque quedarme despierta toda la noche — le advertí.

—Luna, yo creo que estás exagerando demasiado.

—¿Exagerando? ¿Has visto el tamaño de ese sujeto?

—¿El tamaño? Sí, es gigante.

—Eres una sinvergüenza. Este es un tema serio y peligroso. ¿Cómo vas a permitir que un desconocido pase la noche en esta casa? ¿Y si ese tipo es un criminal que está siendo buscado por la policía? No sé, ¿un psicópata o un violador?

Las dos miramos hacia su dirección y lo vimos sacudiendo la segunda taza de té que le sirvió.

—No parece muy inteligente, pero ese no es el caso. Puede estar actuando, esperando un descuido nuestro para atacarnos.

—¿Realmente lo consideras peligroso? Míralo, Luna. Te he considerado la mujer más noble que existe en el mundo, ¿cómo no puedes sentir ni un poco de pena por él? Déjemos que se quede por esta noche. Ya mañana iremos a la policía, esperando que ellos puedan localizar a algún miembro de su familia o como mínimo su residencia.

—No me quieras hacer ver como que soy cruel o la mala del cuento. ¿Sabes cuántas personas acogen a desconocidos en sus casas por lastima y terminan con moscas en la boca?

Llevó su mano a la frente y suspiró.

—Entonces para tu tranquilidad, quédate y vigilalo. Yo iré a descansar — se despidió de mí con un beso, y a él le señaló el sofá antes de irse a la habitación.

No puedo creer que esté tan tranquila al respecto. Me senté en el sofá que queda al frente del suyo, con el gas pimienta dentro del pantalón de mi pijama. Él se sentó en el suyo, tomando la sábana en las manos, y mirándome fijamente sin recostarse. ¿Ahora qué quiere? ¿Por qué me mira de esa manera? Hace temblar mi cuerpo como gelatina.

—¿Qué mira? Ni piense que lo dejaré solo. Estaré bien atenta a sus movimientos, así que se lo advierto, si intenta algo, no lo pensaré dos veces para darle su merecido. Su tamaño no me intimida en lo más mínimo. Estos brazos se ven delgados, pero te aseguro que mis puños son igual de duros que el metal.

Ladeó la cabeza de nuevo, sin apartar la vista de mí y suspiré profundamente.

—Ese cuento de que no puede hablar o que no entiende lo que le digo no me lo creo — volví a suspirar—. Acuéstese en confianza, póngase cómodo y busque arroparse bien porque se resfría — le dije con evidente sarcasmo—. Y, por favor, deje de mirarme de esa manera.

—¿Por qué?

Me levanté de golpe al escucharlo hablar y le señalé con el dedo índice. Su tono de voz es gruesa, diría que bastante varonil.

—Sabía que podías hablar y entender lo que te digo. ¡Eres un farsante!

—En ningún momento dije que no podía hablar o entenderte, eres tú quien supuso tal cosa y solo te seguí la corriente.

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora