Podredumbre

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—¿Qué está pasando con ustedes? 

No podía explicarme qué estaba sucediendo con ellos, pero era más que evidente que algo sí estaba ocurriendo. Luché conmigo misma para ponerme de pie, con la estúpida idea de que de esa manera conseguiría calmar la situación. Pese a lo que le hizo y dijo Doce, la atención de Jenny estaba sobre mí.

—Quiero probar… — me señaló, torciendo su cuello, haciendo el mismo sonido escalofriante de aquella mujer que vimos anoche.

Sus cutículas estaban negras y actuaba como si estuviera endemoniada o algo así. Su voz se oía ronca. ¿Podría ser que está infectada? Ese pensamiento se cruzó por mi cabeza, haciendo que diera justo en el clavo, por los síntomas que supuestamente presentan los infectados y que ella presentaba ahora mismo.

Cuando noté sus intenciones de correr hacia mí, me escabullí de su campo de visión, usando el inodoro como escudo, como si eso fuera a cubrirme o impedir que se acercara.

Doce la tomó por el cabello, tirando de el hacia abajo, tumbando su cuerpo al suelo. Ella le tiraba arañazos y patadas a diestra y siniestra, lo cual al final se convirtió en el método más eficaz de arrastrarla fuera del baño. Sus uñas quedaron marcadas en la pared en el intento de detener el tirón que le dio Doce con todas sus fuerzas.

Fui tras ellos escuchando los gruñidos de Jenny y viéndola a la distancia retorcerse en el suelo. Doce no le dio oportunidad a ponerse de pie, pues por la misma pierna la arrojó contra el televisor de la sala.

—¡Basta, la vas a matar!

No le daba oportunidad de defenderse. Ella se veía mal herida, aun así, él no se detenía. Cada vez que tuvo oportunidad, barrió el suelo con ella. Ese hombre con el que toqué el cielo tantas veces anoche, era el mismo que había despertado miedo dentro de mí. Él no era el hombre que conocí; no lo era.

—¡Detente, por favor! — me puse en medio de él, evitando que continuara—. Ya no más — las lágrimas humedecían mis mejillas sin cesar—. Creo que Jenny está infectada. Hay que llevarla al hospital. No la golpees más.

Él se quedó quieto, me observaba preocupado, no tanto por lo que había hecho, sentí que fue más por haberme visto atacada en llanto.

—No quería, yo…

—Hay que llevarla de inmediato al hospital — no me atreví a acercarme a ella, pues todavía su actitud hostil hacia mí estaba presente. 

Me dio un sentimiento bastante agobiante verla así y no poder hacer nada al respecto para que regrese a la normalidad. Corrí a mi habitación, me vestí lo más rápido que pude y tomé mi teléfono. Lo correcto sería llamar una ambulancia, pero en lo que llegan, ella puede empeorar. Lo mejor será pagarle un taxi para que nos lleve.

Doce trató de inmovilizar a Jenny con ambas manos a la espalda, pero de repente, la ventana de la entrada voló en miles de pedazos antes de que pudiéramos llegar a la puerta. Los vidrios cayeron sobre nosotros, especialmente sobre Doce, quién iba un poco más adelante.

Los ojos que se asomaron por lo que quedaba de ventana, hizo temblar cada fibra de mi cuerpo. La reconocí de inmediato, era esa mujer de anoche. Su rostro cubierto de esa sustancia negra no podría olvidarlo nunca.

—He hallado la guarida donde se oculta la podredumbre — su carcajada fue bastante siniestra y estremecedora.

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora