Ira

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Luna

Los primeros días fueron los más complejos y dolorosos. Mi recuperación, a pesar de haber sido favorable en muchos aspectos, en otros aún no logro recuperarme, o mejor dicho, me ha costado más de la cuenta. Por fortuna, mi hija, mi adorada y ansiada pequeña Amari está conmigo, eso es lo que me ha dado la fuerza para darlo todo con tal de salir pronto de esta clínica. Quiero pasar más tiempo de calidad con ella y su papá. Ellos han sido mi motor para salir adelante, además de sus atenciones y cuidado.

Tuve muchas pesadillas mientras estuve en ese lapso dónde todo era soledad y melancolía. Vi que me arrebatan a mis dos amores de mis brazos y no pude hacer nada para evitarlo, por eso, cuando desperté de esa horrible pesadilla, pude darle gracias a Dios de haberme permitido regresar con ellos.

Todavía ahora los veo y tengo miedo de que toda esta situación se salga más de las manos y de alguna manera los pierda. Los amo con mi alma, con locura, con cada partícula de mi ser.

Amari fue un inesperado y dulce milagro, por eso elegimos ese nombre para ella. La vida me recompensó todo lo que pasé, cada lágrima, dolor, angustia y miedo, con la dicha de traerla a este mundo y conocerla.

Siento que no solo nos ha cambiado y alegrado la vida a nosotros, sino también a los Preston, especialmente a Ian, pues es locura con Amari. A cada rato viene a visitarla a la habitación. Puede observarla seguido mientras duerme, haciéndole compañía también a mi dulce y adorado hombre, quien tampoco nos abandona.

Aunque todo ha sido muy prematuro e inesperado para los dos, siento que esto es lo que nos ha acercado y ha fortalecido esto que existe entre él y yo, que es mucho más que ser la madre de su hija. Cada día y cada segundo, me quedan más claros mis sentimientos hacia él, por eso me gustaría hablar con él al respecto y que formalicemos lo nuestro. Todavía mi mamá no lo conoce, ni siquiera le he dicho que es abuela. No sé cómo tome todo esto, pero sin duda alguna, sé que será una bomba y me reclamará por no haber confiado en ella.

Desde esta mañana, ha habido mucho revuelo en los noticieros y los Preston han estado ansiosos. Resulta que hace unas cinco horas han estado ocurriendo ciertas irregularidades, aunque no logran descifrar qué está sucediendo o qué está tramando esa bruja. Los infectados han estado desapareciendo y huyendo de los hospitales, como si todos se hubieran puesto de acuerdo en desaparecer al mismo tiempo. En los tres hospitales de la región ha estado surgiendo esta situación. Los familiares de cada uno de ellos han estado usando todos los medios para comunicarse con sus seres queridos, con la esperanza de que aparezcan sanos y salvos, pero es como si se los hubiera tragado la tierra.

—¿Alguna novedad, mi amor? — le cuestioné a Doce al verlo entrar a la habitación preocupado.

—Jenny desapareció.

—¿Qué? ¿Cómo sucedió? Ella estuvo aquí esta mañana y estaba bien.

Ian entró detrás de Doce a la habitación.

—Tranquila. No puede estar muy lejos. Mis padres fueron tras la pista de ella. Sé que juntos la encontrarán.

—¿A dónde pudo haber ido? ¿Y Benjamín no la vio? Ella se pasa con él.

En el momento que mencioné su nombre, es como si lo hubiera llamado directamente. La ventana estalló en miles de pedazos provocando un estrépito. Su voluminosa silueta en la ventana no fue lo más terrorífico, fue más bien el color rojo intenso de sus ojos y la negrura que cubría la mitad de su cuerpo y se iba expandiendo hacia su abdomen.

Todo ocurrió en una fracción de segundos, desde que logró acceder a la habitación y tomar a mi hija en sus brazos para luego saltar por la ventana desde esta altura. Quien reaccionó más rápido fue Doce, él estaba dispuesto a irse tras Benjamín, incluso yo también estaba dispuesta, solo que una sensación muy desagradable invadió mi cuerpo y mi mente. No sé si era la ira, la impotencia, el impacto de haber visto que alguien se atrevió a arrebatarme a mi hija en mis propias narices, pero fue como si alguien hubiera tomado posesión de mi cuerpo en ese instante. El dolor y la quemazón que invadió mi espalda era incontrolable, pero jamás y nunca iba a frenarme de destruir a ese maldito.

Caí de rodillas varias veces debido al peso y sensación de desgarre que sentía sobre mi espalda. Algo estaba aleteando a mis dos lados, tan rápidamente que incluso la máquina del suero se cayó, junto a todo lo que había sobre la mesa. Sentía que mis ojos latían a la par de mis latidos.

—¡Quédate con ella! ¡Yo la traeré, lo prometo! — dijo Ian, sin pensarlo dos veces y saltando por la ventana.

—¡Princesa! — sentí sus manos acariciar esa otra parte de mí que no sabía que estaba adjuntada realmente a mi cuerpo hasta ese momento.

—¡Ese maldito me las pagará!

No podía quedarme de brazos cruzados ahí, luego de haber presenciado lo que vi. Por más delicada que estuviera mi salud o adolorida, mi hija estaba por encima de todo.

En mis oídos podía escuchar claramente los crujidos de las ramas mientras se adentraban al bosque. Era capaz de llevarme a quien fuera por el medio.

Jamás imaginé que mis brazos fueran tan fuertes como para haber derribado parte de la pared con tal de trepar en la ventana. Antes de que pudiera lanzarme, sentí la mano de Doce sujetar mi muñeca.

—Iremos juntos detrás de ese malnacido.

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora