Tú serás el siguiente

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Doce

Me he prometido incontables veces que la protegería, que no iba a permitir que nada ni nadie pudiera lastimarla, pero he fracasado de nuevo. Le he fallado a ella, a mi hija y a mí mismo.

Tuve solo una fracción de segundo para actuar, aunque era la misma oportunidad que tenía para atacarlo, para mí Luna era mucho más importante, por eso la atrapé en el aire antes de la caída.

Su mandíbula y labios era lo único que movía. Su cuerpo estaba helado y rígido, como si de un témpano de hielo se tratase. Solo quería apartarla de ese maldito, donde tuviera oportunidad de calentar su cuerpo y conocer la severidad del asunto. Ese infeliz la mordió y no llegué a tiempo para evitarlo.

Pensé que la solución sería succionar lo que le haya pasado a través de esa mordida, pero había cicatrizado, solo se marcaban las venas oscuras en su piel blanca.

Vi a la distancia a Dereck y a Zaira llamando la atención de ese animal, Jenny y Benjamín estaban inconscientes y tirados en el suelo. Ellos solos no podrán contra esa bestia.

Sus ojos húmedos brillaban bajo la claridad de la luna. Bajo un mar de lágrimas sonrió levemente, abriendo esas heridas que aún no sanan desde ese día que tuvo a nuestra Amari y creí que la perdería. Recosté su cabeza en mi pecho y engullí su cuerpo entre mis alas, en el intento de brindarle todo mi calor.

—Perdóname por ser tan inútil — esas palabras me ahogaban, esa opresión volvía a hacerse presente, como si fueran miles de cuchillas atravesando mi pecho.

Ese maldito atrapó a Dereck, arrastrándolo con él a las alturas.

—P-perdóname tú a mí por no servirte de ayuda — dijo casi inaudible, con su respiración agitada—. S-solo t-tú puedes acabar con él.

—No digas eso y, por favor, no gastes más energías. Te llevaré a la clínica y encontrarán una solución.

—No hay tiempo. Ayúdalos, ellos no podrán con él sin ti.

—No voy a dejarte sola.

—Yo estaré bien, te lo prometo. Por favor, no los abandones. Si no detienes a ese monstruo, ellos y nuestra hija pagarán las consecuencias.

—¡Dereck! — el grito de Zaira fue lo que me llevó a ver de nuevo el panorama, estaba acorralado contra la pared, no quería dejar sola a Luna, pero mi hermano estaba pagando las consecuencias también.

Ese infeliz estaba barriendo el suelo con él, Dereck sangraba por la boca, aun así, rendirse jamás lo ha considerado una opción. Se defendía con sus garras, a pesar de no poseer su misma fuerza y tamaño, solo que no podía causarle ningún daño, al menos no crítico.

—Regresaré pronto. Solo… no te duermas— deposité un beso en sus fríos y pálidos labios, recostando su espalda de un tronco—. Te amo.

Lo que queda de mi camisa es prácticamente nada. Si tuviera la camisa entera podría cubrirla, aunque fuera un poco, pero estas alas han sido mi maldición.

Toda mi vida las he usado para mi propio beneficio, buscando comodidad, protección y ocultándolas de los demás por cobardía. En esta ocasión solo me servían para una cosa; defender a mi familia.

Me elevé sigilosamente, sabía que en cualquier momento iba a percatarse de mi acercamiento por la espalda, pero antes de que pudiera arremeter contra mí, debía liberarse de Dereck, es por eso que tuve esa pequeña oportunidad de entrar en acción y atacarlo en su debilidad; sus alas. Si logro tumbarlo, Dereck y Zaira podrán entrar en acción también. Ese era mi principal objetivo.

Él soltó a Dereck y este cayó, pero pudo caer de pie, a pesar de su tambaleo. Mis uñas podían ocasionarle miles de cortes, pero cada herida se regeneraba a la velocidad de un pestañeo. Esa sustancia negra es lo que le ayuda a protegerse. Necesito deshacerme de ella, pero ¿cómo?

—Ya ha caído la primera. ¿Quién más deberá morir para que entiendan que nadie puede contra mi perfecta creación? — la voz de esa vieja se oía cerca, aunque no estaba seguro de dónde provenía.

La resistencia de ese hombre era más que la mía. Mis ataques los esquivaba con suma facilidad, es como si supiera con exactitud y precisión cuál sería mi siguiente movida. Conforme se regeneraba, esa sustancia seguía cubriendo más sesiones de sus alas y protegiéndolas, volviéndolas impenetrables. Ya su rostro se había cubierto de esa sustancia de nuevo, ocultando su forma humanoide. Si no lo mordía, era porque desconozco los componentes que carga su sangre y podría ser perjudicial, hasta fatal, además de que su modo de defensa no me permitía ni acercarme un poco a su base.

Mi cansancio y fatiga la usó a su favor para contraatacar cuando menos lo esperé. En ese momento comprobé que eso era precisamente lo que estaba esperando. Sus previos ataques no habían sido tan fuertes y precisos como el de ahora. Usó el mismo método de esa señora aquella anoche. Sus uñas eran, sin duda alguna, de acero, y podía controlar la longitud y filo de ellas, algo que nos dejaba mal parados a todos.

Mi ala derecha resultó malherida debido a la severidad de ese corte que me provocó en el aire. En otras ocasiones he cicatrizado rápidamente, pero esta vez, ese no parecía el caso. La herida ardía como un demonio, el sangrado no se detenía y la debilidad no permitió que mantuviera el vuelo por más tiempo. Tuve que descender hasta que mis pies tocaron el suelo y Dereck vino a auxiliarme. Esa sustancia quería entrar en la herida, es como si tuviera vida propia. Dereck logró quitarla de encima de mí con ayuda de sus propias garras. Pese a eso, el dolor era insoportable. Estaba poco a poco perdiendo la movilidad en esa zona.
 
—¿Qué demonios es eso? — preguntó Zaira.

Nos quedamos observando esa sustancia viscosa y negra, la manera en que se acercaba a nuestros pies, buscando adherirse a algo o alguien.

—¿Quién será el siguiente? — preguntó ese hombre, con esos aires de grandeza y con la voz distorsionada.

Nuestra atención se desvió hacia él y luego hacia la oscura silueta de algo sobrevolar por detrás suyo. Ese algo, o cosa, como le llamaba en mi cabeza, poseía un aspecto familiar. Su tamaño no era como el suyo, pero tenía su mismo aspecto. Esa sustancia estaba impregnada en su piel. Él no se había percatado de su presencia, no hasta que fue muy tarde, y ya lo tenía sobre él. Todos nos quedamos sorprendidos por la fuerza bruta que utilizó, desubicándolo y obligándolo a hacer maniobras con tal de quitárselo de encima. 

Él reveló su rostro de nuevo, supuse que buscando aire, pues la mano de esa criatura yacía aferrada a su cuello. Logré reconocer el rostro de Luna cuando recostó su barbilla en el hombro de ese sujeto. Era mi Luna, de eso no me cabía la menor duda, pero su lengua era fina y alargada. Esa apariencia la hacía ver muy intimidante, y hasta cierto punto, ardiente.

—Tú serás el siguiente.

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora