Tócame

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Pasé saliva tras ver cómo se acercaba lentamente a nosotros. Lo que nos salvó de esa monstruosidad fueron las sirenas de la policía. Estaba segura de que algo quería decirnos, pero no le quedó más remedio que huir con sus secuaces trepando y saltando edificios hasta desaparecer de nuestra vista hacia el lado contrario de donde teníamos que ir. 

Todavía me costaba reaccionar, pues tenía grabado su olor a putrefacción en mis fosas nasales y ese aspecto tan espantoso y grotesco en mi mente, capaz de producirle pesadillas a cualquiera que la viese. 

Doce fue quien me despertó de ese trance con su agarrón en mi muñeca. Esta vez no opuse resistencia, simplemente corrí con él porque más que nada deseaba salir de ese lugar. La policía se dirigió a aquel lugar, nos pasó justo por el lado. 

Según llegamos a nuestra casa, cerré las puertas y ventanas con seguro. No sé por qué dentro de mí presentía que esa cosa podría estarnos siguiendo. Jenny cuestionaba mi supuesta actitud irracional, pero no podía articular palabra alguna debido al miedo que invadía todo mi ser. 

—Me tienen con los nervios de punta. ¿Qué está pasando? ¿Nadie hablará? 

Doce puso sus manos en mis dos hombros. 

—Tranquila, todo está bien.

—Esa cosa va a venir por nosotros. 

—No, no lo hará. Tienes que calmarte. 

—¿De qué cosa hablan? — indagó Jenny. 

—Hay un monstruo ahí fuera— le señalé la puerta de la entrada. 

—¿Ahí fuera? ¿Dónde? 

—No, no hay ningún monstruo ahí fuera. Solo está asustada, eso es todo — dijo Doce. 

—¡Tú también la viste! — solté.

—¿Podrían calmarse y explicarme qué está sucediendo?

Doce me obligó a sentarme en el sofá mientras le contaba lo que habíamos visto. Jenny se veía desconcertada, estaba segura de que no nos creía una sola palabra, aun así, fingió hacerlo. La conozco lo suficiente. 

A medida que pasaba más tiempo en la comodidad y seguridad de mi hogar, más en compañía de ellos, me ayudó grandemente a poder calmar los nervios y temblores. 

Sabía que ahora que nos tocaba ir a la cama, conciliar el sueño no sería fácil. Cada vez que cerraba los ojos, esa mujer se cruzaba por mi cabeza provocándome cientos de escalofríos, uno detrás del otro. 

Doce salió del baño y vino a la habitación conmigo. Fue el único momento en que me dejó sola y fue porque prácticamente lo obligué. Él también se mostraba pensativo, seguramente por dentro debía sentirse como yo, con miedo y angustia, pero supo disfrazarlo bien. 

—Creo que es esa mujer quien está causando todo esto — su comentario me llevó a mirarlo. 

—¿A qué te refieres con «todo esto»?

—Los contagios. 

—¿Qué te hace pensar eso? ¿Por qué has llegado a esa conclusión? Hasta los profesionales aún desconocen lo que está sucediendo. 

—No lo sé, simplemente lo presiento. Trata de descansar, ¿sí? 

—Ojalá fuera fácil — le di la espalda, pues de lado es como únicamente encuentro comodidad para dormir. 

Todavía recuerdo la forma en que me protegió y se puso en medio. Su valentía y nervios de acero fueron admirables. 

—Gracias — murmuré. 

—¿Por qué? 

—Por haber sido tan valiente y haberme protegido. 

Hubo un corto silencio y luego sentí un movimiento en la cama. Lo miré por arriba del hombro y lo vi cerca, aunque no lo suficiente para que su cuerpo entrara en contacto con el mío. 

—¿Q-qué haces?

—N-no lo sé, solo sentí la necesidad de hacerlo. Lo siento. 

Es la primera vez que cruza ese espacio que siempre ha habido entre los dos en la cama. Solo hizo falta que me echara un poco hacia atrás para sentir el roce de su cuerpo en mi espalda, lo que me generó un ligero escalofrío. No puedo decir que fue una reacción involuntaria, más bien fue como un impulso. 

Vi su mano aproximarse y detenerse a la altura de mi cintura. Siento que estaba actuando por instinto, pero algo lo frenaba, no sé si el temor o el no saber qué hacer. 

Sé que suena y es inapropiado, pero sí, deseaba que me tocara con ansias locas. Debía controlar a toda costa ese deseo inquieto con tal de no espantarlo y me viera como una desvergonzada, pero esto era más fuerte que yo. Me sentía apenada con la situación, con el simple hecho de no atreverme a mirarlo de nuevo. 

—T-tócame, por favor — me las arreglé a decir, a la par de que ese calor se regó por mis mejillas de la vergüenza. 

En las sombras III •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora