Aldea de Lord Harroway III - Festín de Cuervos

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-¡Quien va! Gritó Evelynn a dos rostros ajenos que se aproximaban desde detrás de la hacienda

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-¡Quien va! Gritó Evelynn a dos rostros ajenos que se aproximaban desde detrás de la hacienda. Lyn se echó hacia atrás y miró la situación inclinándose desde su espalda.
-¡Tranquila! No queremos haceros daño.
Era una voz femenina. Iba acompañado de un chaval, algo más joven que Evelynn. La mujer era enorme, medía un codo más que ella, tenía el cabello rubio y recortado, vestía un juego de armadura de placas negro. Pero lo que más le llamaba la atención era el león de oro esculpido en el pomo de la espada que tenía cruzada sobre sus rodillas.
Aquella persona le era familiar, tuvo un par de conversaciones cuando servía a Catelyn, pero aún así no apartó las manos de Sirena Negra. Su rostro presentaba cortes en el labio y en las ojeras.

-Alto ahí. Ni un paso más. Ambos obedecieron.
-Tranquila, mi señora. Soy yo, Brienne de Tarth. ¿No me reconocéis? Alzó las manos en señal de pasividad.
-Me acuerdo de vos demasiado bien. Y por eso sugiero que os mantengáis alejada. Gruñó, con la mirada fría y fija en sus ojos.
-Vaya… no hemos empezado con buen pie.
-¿Debe de sentirse muy bien, no? Sirviendo a un Rey por aquí, a una señora por allá y devuelta a otro Rey más. Ahora estoy segura de que vuestro nuevo monarca os paga como es debido. O era el verdadero a fin de cuentas, no me acabo de aclarar.
-¿Qué? ¿Pero qué habláis?
-No os hagáis la idiota. ¿Creéis que aún me muerdo las uñas? Dio un par de pasos al frente y se fijó en el pomo. Que acabado tan bonito tiene vuestra espada. ¿Os importa que le eche un vistazo? Tarth pasó a la defensiva. Tomó la guarda de la espada también.

-Esta espada me la dio Jaime Lannister, con el fin de proteger a las hijas de Lady Catelyn.
-Oh, claro. El Matarreyes. Debí de haberlo supuesto. Si creeis que me tragaré vuestra milonga andáis errada. No solo la traicionáis sino que ahora sois la mercenaria de los leones. Las gente en el lecho de pulgas se vende por menos. El escudero se encaró con Evelynn, desenvainando parte de su acero.
-No volváis a amenazar a mi señora, mi señora. Ella se lo quitó de encima con un empujón.
-Apártate. Deja que las señoritas resolvamos nuestros asuntos. Brienne le siguió. Desenvainó su arma. Greystark observó la aleación.
-Estáis cometiendo un grave error, mi lady. Os ruego que desistáis de una vez. Esto carece de sentido. El pequeño se asustó. Empezó a alejarse caminando marcha atrás, en silencio.
-¿Acero valyrio? Por todos los Dioses, si es una de las espadas reforjadas de Hielo. Desenvainó. Veamos si vuestra reputación os precede, Brienne de Tarth.
La tensión alcanzó su punto álgido. Con las armas en mano ambas se posicionaron en guardia, comprobando que tan buena era la defensa de la otra. Cuando estaban a punto de enzarzarse percibieron el sonido de herraduras trotando contra la tierra, proveniente del horizonte.

-Joder. Bufó la norteña, bajó a Sirena Negra.

Los jinetes se dejaron ver una vez atravesado el espesor del bosque. Constituían un total de cuatro, uno de ellos cubría sus facciones con un enorme yelmo en forma de perro negro. Al ver la trifulca se detuvieron y empezaron a reir como hienas.
-Ja, ja, ja. ¡Qué mierda, Rorge! ¡Las damiselas están jugando a las espaditas de madera! Reían.
-Hey, par de putas con armadura. ¿No os decían vuestros padres que jugar con las armas era para los señores? Vamos, soltadlas y venid a pasar un buen rato.
-Muy gracioso. Clegane. Destápate y muestranos tu cara de sabueso. Si vas a faltarme al respeto al menos  hazlo con la cara descubierta. Respondió reprimiendo sus ganas de cargar.
-Me temo que no es El Perro quien se oculta tras ese yelmo. Mi señora. Respondió Brienne. Empuñando ahora su arma junto a su anterior agitadora.

Grandes Casas De Poniente - Casa Greystark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora