Invernalia IV - Danza de Dragones

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El ejército de refuerzo que Sansa Stark y Petyr Baelish enviaron a socorrer era una mera fuerza expedicionaria, ya que eran tales los números de la hueste al completo que no tenía sentido enviarlos a todos

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El ejército de refuerzo que Sansa Stark y Petyr Baelish enviaron a socorrer era una mera fuerza expedicionaria, ya que eran tales los números de la hueste al completo que no tenía sentido enviarlos a todos. Lo conformaban un total de cuatro mil hombres, todos a caballo, la totalidad de los jinetes consagrados a Evelynn Greystark, unos cuatrocientos, sirviendo de guías a los otros tres mil seiscientos que les seguían.
Yohn Royce, comandante de las fuerzas vallenses, acordó con La Loba Gris la estrategia a seguir. Cuando llegaron a la colina que daba vistas a Invernalia desde sur, la llevaron a cabo.

Dividirían las puntas de lanza en dos subgrupos, la primera, dirigida por el mismo Royce, iría a cargar de frente contra los piqueros Bolton, quienes estaban de espaldas a los famosos caballeros de la Casa Arryn, solo protegidos por unas insignificantes cuadrillas de infantería desperdigadas por sus retaguardias. Evelynn y compañía tomarían prestados varios jinetes para arrasar con los arqueros, que aún podrían causar importantes bajas en sus filas, e intentar caputarar o matar a Ramsay.
Hicieron notarse con varios toques de corneta. El lobo huargo en campo de sable que ondeaba junto a la creciente rebeló a los lealistas que el ejército que trajo Meñique no era precisamente aliado. Hartos de esperar, se lanzaron a por todas. Yohn tuvo éxito rápidamente al barrer a los lanceros, liberando a la multitud de hombres del Pueblo Libre que habían quedado atrapados. Lady Greystark también pudo eliminar a los arqueros que quedaron sueltos por la reserva de los Bolton, pero falló en su intento de capturar al desollador. Sin apenas prisioneros que encadenar y con la oposición enemiga ya inexistente sobre el campo de batalla, se pudo cantar la victoria.

El panorama de después de la batalla era digno de una obra de teatro. Los vallenses, atónitos, veían con impotencia como norteños y salvajes se cebaban sobre los pocos supervivientes que tuvieron la desdicha de levantar las manos en señal de rendición, siendo linchados y apuñalados por la muchedumbre que se les echó encima. Otro grupo corrió a la cordillera de cuerpos, algunos con vida, otros muertos, que se aglomeró en el terreno, siendo el lugar favorito de los desquites de los ganadores. Los supervivientes, suplicando por asistencia, fueron silenciados por la muerte. Poco o nada pudo hacer Jon Nieve, aturdido aún por la exigencia de los combates. Manchado completamente de sangre, con las cosas ya algo más calmadas, recibió la visita de dos sujetos a caballo. Cuando alzó la vista, aunque con notorias diferencias, reconoció los rostros de inmediato. La chica, con la cara tallads por el acero, desenfundó su espada del mismo modo que hizo con su hermana. Su acompañante, familiar suyo, hizo lo mismo.

-Mi señor... Dijeron, a la espera de una respuesta.
-Dioses... miraos... Tosió un par de veces, aún así, se acercó a ellos y les pidió que se pusieran en pie. Se dieron un caluroso abrazo, para diferir del tiempo.
-¡Qué bien os veo! ¡El Muro no os ha echo mal! Aclamaba Gregor. Nieve rió para su ironía.
-A mí en cambio me entristece, ya no podré llamaros bastardo de nuevo. Los tres compartieron un breve momento de risas.
-Me temo que nosotros tampoco, ni ellos. Ahora sois un héroe. Decía la joven loba, volviendo la vista al campo de batalla.
-De echo, sois los primeros en llamarme mi señor... Y ahorráos los honores. Vosotros sois los verdaderos héroes. El bastardo de Invernalia no quería la gloria para él.

Grandes Casas De Poniente - Casa Greystark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora