Bosque Encantado I - Vientos de Invierno

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El Bosque Encantado era toda una nueva experiencia para la gran mayoría de los integrantes de la misión

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El Bosque Encantado era toda una nueva experiencia para la gran mayoría de los integrantes de la misión. Para demostrar la existencia del ejército de los muertos, debían capturar un espectro con vida, atravesando antes un bosque con una fama de inmuerables desapariciones y sucesos paranormales en sus alrededores.
Los dos norteños, Evelynn y Gregor, afrontaron los dos primeros días de sueño con algo menos de dificultad que los sureños, pero aún así lo tuvieron difícil para conciliar el sueño en un frío despiadado, que no tenía comparación con nada que hubiesen presenciado antes.

No había tiempo para quejarse, en cuanto todos estuvieron despiertos y desayunados, retomaron la marcha sin vacilar. Para matar el tiempo mientras recorrían el interminable desierto de nieve y árboles, no tenían más opción que mantener conversaciones entre ellos.

-Eh, Tormenta. Tormund llamó la atención del bastardo, de los primeros en la marcha y encapuchado casi al completo. Estáis siempre muy callado. ¿Qué sucede contigo?
-¿Tú que crees? Me estoy congelando… Declaró castañeando los dientes.
-Entonces habla un rato, eso es bueno, así se te olvida.
-Mierda… ¿Como podéis caminar sin que se os hielen los huevos?
-El secreto está en no pararse, caminar también es bueno, pelear es mejor y fornicar aún mejor.
-Mal asunto, Tormund. Solo hay una mujer a quinientas leguas a la redonda. Le comunicó Nieve, riendo.
-Pues mala suerte, muchachos. Pagaría muchos dragones por unos segundos pero no con vosotros. Evelynn, presente en la conversación, les devolvió la broma.
-Vamos hermana, suéltate un poco. Con un par de tragos del vino de Thoros cambiarás de opinión. Los chicos tienen que estar con la moral alta para luchar contra el espectro. La maestra de armas de Invernalia giró inmediatamente sobre su medio hermano y el bofetón que le propinó fue tal que hizo temblar la nieve. Luchando por no perder el equilibrio siguió riendo pese a tener la cara enrojecida.
-A ver si te calientas ahora, bufón. Gruñó la norteña.
-Joder… ya lo creo, ja, ja.
-Que remedio, habrá que conformarse con lo que haya. El Matagigantes se encogió de hombros mientras giraba la vista sobre Gendry, el chaval comenzó a mirar a su alrededor con una ceja levantada.

-Je. ¿Sigues enfadado? Thoros de Myr, bota en mano, se le aproximó y palmeó con fuerza su espalda.
-Pues claro, me vendiste a una bruja.
-Sacerdotisa. En Guardiaoriente usasteis un vocábulo más adecuado, es sutil la diferencia.
-Yo… yo quería ser de los vuestros… Quise entrar en la hermandad pero me vendiste por un puñado de monedas, como si fuese un esclavo. ¿Sabéis lo que me hizo? Me ató a una cama, me desnudo…
-Joder, suena bien hasta ahora. Al Perro le pareció una buena inversión.
-No, me puso sanguijuelas.
-Bueno, cado uno tiene sus manías. Reconoció Gregor.
-¿Entonces ella se desnudó también? Siguió insistiendo Sandor.
-Quería su sangre, me imagino. El myriense probó suerte tras tomar de su bota.
-Sí, gracias, ya lo sé.
-Bah, pudo der peor, chico, date por satisfecho.
-¡Quería matarme! Habría sido así de no ser por Davos…
-Pero no lo estás, así que deja de quejarte de una vez. Gendry quiso responder pero se lo contuvo para sí mismo. Buen chico.

El camino de bosque terminó sin exceder la hora de caminata, ahora, el relieve predominante era una cordillera de montañas que se alargaban por los alrededores. Con cada individuo conversando con su contraparte, se fueron alejando del sol hasta llegar a una zona donde las ventiscas imperaban, impidiendo al resto una visibilidad adecuada. Con tal mal tiempo, el grupo se obligó a caminar lo más pegados posibles, para evitar así perderse y conservar el calor corporal en un frío que cortaba como un cuchillo. En mitad del páramo de nieve, alguien pareció divisar algo.

-Eh. ¿Qué es eso? El guía del Pueblo Libre que se percató detuvo en seco la fila.
-No veo bien desde aquí. Le dijo Gregor, situado tras él.
-Quedaos aquí, iré a echar un vistazo. Cuidadosamente y con pasos muy discretos, el guía puso su lanza en ristre para avanzar hasta la extraña figura, conforme más avanzaba más aminoraba, hasta que finalmente un gruñido reveló la identidad de la criatura.
-Me cago en la puta… es un oso. El salvaje se quedó complemente inmóvil, no sabía el resto si era por el frío o por el miedo.
-Al carajo, sal de ahí antes de que nos vea. Le ordenó su compatriota Tormund, seguía sin responder. En un momento dado, el mamífero volteó la cabeza.
-Este es más grande que el de Harrenhal... Aquél ejemplar del foso del oso no parecía ser rival con los que habitaban el norte del Muro.
-Oye… ¿Es normal que un oso tenga los ojos azules? Preguntó Gendry desde la inocencia. Inmediatamente Jon y Tormund se buscaron con la mirada. Cuando el tormenteño pronunció la cuestión, la bestia emitió más aullidos y echó a correr hacia ellos.
-¡Que viene, sal de ahí! Le gritaba Gregor desde una distancia ya considerable. Su voz pareció reactivarlo e inmediatamente volteó a la carrera.

El grupo le instaba a correr más, cuando a mitad de camina y con un aullido de dolor, algo o alguien le hizo desaparecer entre la ventisca. Con la pérdida del guía de la expedición habían quedado casi vendidos. Para protegerse ante la incapacidad de ver nada, se agruparon en un círculo para proteger todos los flancos. Con la guardia aún alta, el oso volvió a saltar sobre el equipo, apuntando sobre los Guardias de la Noche voluntarios en la marcha, derribando a los dos acompañantes a su paso. Beric Dondarrion y Thoros de Myr prendieron sus espadas flamígeras y confrontaron al espectro animal, agitando el arma de lado a lado para tratar de ahuyentarlo.
Sin amedrentarse, se puso a dos patas y cayó sobre el myriense, arrebatándole su arma. Su hermano de armas le defendió atacándole con su arma en repetidas ocasiones hasta que fue apartado de un zarpazo.

A excepción de Sandor Clegane, perplejo y en estado de shock por los sucesos, el resto no se quedó de brazos cruzados y rodearon al no-muerto. El fuego que lo incendió no tardó en proagarse por su cuerpo mientras ceñía su mandíbula en el vientre de su presa sin piedad, hasta que la repetición de punzadas de lanzas y espadas de vidriagón además de las armas de acero valyrio terminaron por acabar con su segunda vida.
El oso cayó redondo, liberando la presión que ejercía sobre Thoros, quien con algo de suerte no había sido afectado por las llamas. Mientras tanto el fuego consumía poco a poco los restos de la abominación.

-¡Mierda Thoros! Beric corrió a socorrerle, le apartó antes de que las llamas le consumiesen a él también.
-Está muy mal. Hay que llevarlo a Guardiaoriente. Sugirió Jorah Mormont, observando al herido después de acercarse.
-¿Y dónde está? Acaban de matar a las tres únicas personas de aquí que se sabían el camino completo. ¿Ahora que hacemos? La duda consumía a Evelynn, Sirena Negra aún desenfundada. Dondarrion le suministró auxilio manteniendo presión sobre la herida arrancando su capucha propia.
-No deis la vuelta… moriremos si tratamos de salir ahora. Hay que seguir adelante. Pese a parecer estar al borde de la muerte, el sacerdote rojo parecía dispuesto a seguir.

Entre los tres ayudaron al herido a ponerse en pie. A duras penas, parecía que Thoros aún podía sostenerse con algo de apoyo. Las palabras sobraban, Jon y Tormund fueron a pasar revisión de los caídos, todos ellos antiguos amigos y conocidos suyos. Consideraron oportuno prepararles una pira y despedirse de ellos con todos los honores antes de seguir, no porque no porque fuese digno, sino porque no querían a tres muertos más en el ejército del Rey de la Noche.

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2022 ⏰

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