27- Copa de vino.

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Luciano pasaba sus manos por mi cuerpo haciendo presión con la yema de los dedos, de pronto me sujetó de las piernas y me levantó del sofá, abrí los ojos para ver qué pasaba, pero antes de entender algo, sentí el frío de la mesa en mi trasero y sus manos abriendo mis piernas.

—Es mi turno, querida —comentó guiñándome un ojo, lo miré algo sorprendida, pero todo tomó sentido cuando vi la posición en que quedamos.

Carlos también lo entendió y me contempló rojo de vergüenza, Luciano pasó su lengua por mi vagina causando que mi atención se fuera de nuevo al país de la lujuria, entrecerré los ojos y me dejé llevar por la sensación de su boca en mi sexo, restregaba mi cadera en su boca tratando de alcanzar el punto sin retorno.

Mi precioso chico de ojos azules, aún sin saber muy bien que hacer luego de cambiarse el condón, se colocó detrás de Luciano, lo tomó por la cintura, cerró los ojos por un segundo llenándose de mis gemidos.

Luciano levantó la cabeza y me miró fijamente pude sentir a través de él como Carlos lo penetraba, mi recién estrenado amante metió dos dedos en mi vagina, acercó su boca a mi ardiente sexo y atrapó con su boca mi clítoris y mis gemidos se hicieron sentir.

Levanté un poco mi cabeza y admiré como Carlos penetraba a Luciano, mientras este último me llevaba a la gloria con su boca, con esa imagen en mi cabeza y la lengua de Luciano en mi vagina me aferré a la mesa y dejé que mi orgasmo rompiera todo mi ser

Luciano fue el segundo en llegar, Carlos aumento sus embestidas y se corrió dentro de su sex-amigo.

—Tienes un gran sabor Vanessa —declaró Luciano mordiéndose el labio.

Cerré mis ojos y comencé a reír como una loca.

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A la mañana siguiente me despertó el calor que tenía; abrí mis ojos sin reconocer donde estaba, me alcé un poco mi cuerpo y examiné la habitación. No sabía cómo había llegado aquí, me encontré en una gran cama con Carlos de un lado y Luciano de otro.

Miré el techo y los recuerdos fueron llegando a mí, sin poder evitarlo me reí; de nuevo ¿Qué estupidez habíamos hecho?

—¿De qué te ríes Nessa? —susurró Carlos, me giré con cuidado y lo contemplé fijamente.

—De ti, de anoche, de todo —contesté con honestidad.

Bajé un poco el tono de voz, no sabía cómo iba a reaccionar él con todo lo sucedido.

—Eres peligrosa Nessa —manifestó dándome un beso en la boca.

—¿Yo peligrosa? —Sonreí pícara y le pregunté—. ¿Quién me trajo hasta aquí?

—No se repetirá —aseguró con vehemencia.

—Nunca, digas nunca —le recordé un viejo dicho.

Sin embargo, él pasó de mi comentario y salió del cuarto.

Me quedé analizando la situación, aún quedaba un día aquí ¿Qué pasará hasta que nos vayamos?

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