90- Que ama

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Matt terminó de curarme; se quitó su camisa y me la puso. Pude sentir su calor, luego me acostó en la cama y se acomodó a mi lado. Pasó su brazo por mi cuerpo y llevó mi cabeza a su pecho.

—Eres importante para mí —expresó con calma.

—Tú también lo eres para mí —afirmé pasando mis dedos por su pecho desnudo.

—¿Sigues sin desear un novio? —me preguntó y levanté un poco mi cabeza para verlo.

—Lo que pasó hoy, solo me confirma que es mejor tener sex-amigos. Y que debo tener cuidado con quien me relaciono.

Matt no dijo más nada, solo se quedó abrazándome. Con mi mano libre acariciaba mi cuerpo y antes de darme cuenta me había quedado dormida.

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La mañana siguiente desperté rodeada por los brazos de Matt, sonreí y llevé mis manos a su cabello.

Lo aparté de su rostro y le di un suave beso en los labios.

Él se removió un poco, pero no se despertó.

Me levanté de la cama, hice un poco de café y me senté cerca de la ventana con una taza humeante en las manos.

Todo lo que había pasado con Julian, realmente me había afectado, estaba impactada por lo sucedido y lo mejor era hablarlo con mis chicos.

Terminé mi café, me puse la ropa y después de dejar una nota cerca de su cama, me fui.

Subí a un taxi y miré por la ventana todo el trayecto.

Al llegar a mi casa fui directo a mi habitación, me tiré en mi cama y cerré los ojos. Por el momento solo quería estar sola, así que decidí llamarlos luego, cuando no me sintiera tan... Culpable.

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Varios días después...

Estaba sentada con un plato de frutas sobre el techo de mi habitación, observaba el cielo con tristeza.

Mis Caluc me habían llamado, al igual que Matt, pero no había cogido sus llamadas, no tenía ánimos de hablar con nadie.

Sin embargo, allí con las estrellas sobre mí, sentí el valor para hablar con mis chicos.

Tomé mi celular y le marqué a Carlos.

—Hola, belleza —contestó mi leal amigo desde su cocina.

—¿Cómo están?

—Bien, ya sabes saliendo del trabajo —dijo Luciano poniéndose delante de la cámara—. Vanessa. ¿Qué te pasó en el cuello?

Inconscientemente, llevé mi mano a esa zona. Habían pasado al menos dos o tres días, pero las marcas en mi cuerpo no se habían ido, como si tuvieran la necesidad de recordarme mi estúpido error.

—Ayer tuve una charla con Julian.

—¿Qué clase de charla? —preguntó Carlos.

—Una que salió mal —revelé abrazando mi cuerpo.

Comencé a contarles entre lágrimas lo que había sucedido; me sentía tan avergonzada. Sin embargo, ellos fueron muy empáticos y me consolaron a la distancia.

—¿Lo denunciaste? —indagó Luciano.

—Sí, pero por no tener historial de violencia lo dejaron libre, aunque no se puede acercar a mí a menos de 100 metros.

—Es una mierda —exclamó Carlos furioso.

—¿Cuándo te vienes? —indagó Luciano.

—No lo sé, debo hablar con mis padres, por ahora ando enviando solicitudes a algunas universidades.

—¿Te han dado respuesta? —preguntó Carlos.

—Sí, varias, pero me han dicho que debo comenzar desde el primer semestre.

Continuamos hablando de universidades, luego de sus trabajos y así hasta que la luna le dio paso al sol y tuve que colgar.

Sin embargo, para entonces, me sentía mucho mejor y hasta tenía ganas de salir y trotar.

Mi mudanza era algo inevitable, pero no podía evitar pensar en lo que eso significaba, ya era una adulta, no podía seguir dependiendo de mis padres.

Así que irme a vivir a España no solo significaba estar cerca de los Caluc, sino volverme una persona independiente. Buscar un empleo sería lo de menos, pero necesitaba tener algo de dinero para no llegar a molestar a mi pareja favorita.

Los amaba, pero vivir con ellos no era una opción, eso a la larga les traería problemas en la relación y pues, después de lo que pasó con Julian he aprendido que lo mejor es que cada uno viva por su cuenta.

Salí de mi casa con mi ropa de deporte, caminé hasta la entrada haciendo algunos ejercicios de estiramiento y me detuve frente al portón mientras el personal de seguridad lo abría.

—Buen día, Vanessa —me saludó Ramiro—. ¿Cómo te encuentras?

—¿Ahora me tuteas? —cuestioné cruzándome de brazos.

Él alzó una ceja y balbuceó:

—Pensé que como el otro día te ayudé, nosotros...

—No te equivoques —lo interrumpí. Lo atravesé con la mirada y le aclaré—. Tú no me salvaste, hiciste tu trabajo, por el cual se te paga muy bien.

—Tiene toda la razón, me disculpo por mi impertinencia.

Rompí el contacto visual, me molestaba que actuara como mi héroe, sobre todo porque de no ser por Matt... Deseché ese pensamiento y salí a correr.

Sin poder evitarlo comencé a repasar ese día, todavía no podía creer la reacción de Julian, pero había aprendido mi lección.

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Corrí más de lo que suelo correr, mis pulmones me ardían reclamando aire, mis piernas comenzaban a sentirse fatigadas exigiendo descanso, pero ignoré todo y seguí corriendo hasta llegar de vuelta a mi casa.

Entré a la cocina bañada en sudor y me hice un batido de proteína, luego me preparé unos huevos revueltos, con brócoli y papas enanas al vapor.

Estaba por sentarme a comer cuando un mensaje llegó a mi teléfono, lo tomé y lo leí.

"Reina, el alemán, subió la oferta" Era de Dorothy.

Recordé la oferta de ese hombre, era mucho dinero... Lo que me ayudaría mucho en España y mi futuro.

Me senté a desayunar, mientras meditaba qué decisión tomar. Suspiré y presioné el botón de llamar.

Al segundo tono me contestó con su voz acaramelada.

—¿Vanessa? —preguntó incrédula.

—Dile a tu amigo alemán que lo haré.

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