68- En mí

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Subí detrás de él y lo abracé con fuerza. Mi chico de brazos tatuados puso el vehículo en marcha.

Atravesamos la ciudad, viendo las decoraciones de las casas; las familias celebrando unidas; los árboles navideños adornados por doquier.

Agradecí mentalmente, que Matt estuviera conmigo esta noche. Había perdido la cuenta de las navidades que había pasado sola o en compañía de los empleados de turno.

Yo siempre hacia lo mismo, subía a mi habitación y me echaba a llorar, eventualmente me quedaba dormida y amanecía triste.

Matt detuvo la moto frente a un edificio.

—Bienvenida a mi departamento —anunció Matt apagando el motor.

—¿Me has traído a tu piso?

—Sí, es hora que sepas donde encontrarme, porque te juro que no quiero volver a pasar meses sin verte —manifestó él mostrándome un llavero con un par de llaves dentro.

—Oficialmente, somos follo-amigos —bromeé sonriendo.

—Sube, te quiero mostrar el interior.

Descendimos de la moto y entramos al edificio.

El lugar no era lujoso, pero si elegante y minimalista, lo que iba a la perfección con la personalidad de Matt. Subimos por las escaleras y llegamos al último piso.

Entramos a su departamento y no me sorprendió que todo estuviera organizado. Sin embargo, si me sorprendió un poco los colores pasteles en las paredes.

—Ven, te mostraré mi segundo lugar favorito. —Matt tomó mi mano y me llevó a su habitación.

Esta estaba repleta de juguetes sexuales e incluso tenía una cruz en la pared.

Me encantaba porque esta noche no parecía tener fin.

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«Dos semanas después»

Era increíble lo mucho que se podía llegar a extrañar a dos personas. Me encontraba en el aeropuerto esperando la llegada de mis sex-amigos.

Estaba ansiosa porque me contarían como les había ido por España y claro contarles todas mis experiencias.

Los minutos se convirtieron en horas; hasta que los vi aparecer, venían tomados de las manos hablando entre sí, pero ya había pasado mucho tiempo, juntos, salí corriendo y me les lancé encima.

Ellos me abrazaron y me besaron en las mejillas.

—Los extrañé un mundo, no los dejaré alejarse jamás —les notifiqué aún en sus brazos.

—Nosotros también te extrañamos —me reconfortó Luciano.

—Vamos a comer, muero de hambre, así nos ponemos al día —sugirió Carlos en un tono de voz algo sombrío.

Montamos las maletas en el auto y los llevé a un restaurante que había por la vía. Era muy bonito y la comida era deliciosa. Fuimos a la mesa que nos brindaba más intimidad y comenzamos a hablar.

—Cuéntame. ¿Cómo les fue?

—Primero dime tú. ¿Cómo fue eso de ser domina? ¿Qué es eso de amigo helado y quién es?

—Se van a morir —declaré riendo.

Carlos no paraba de reír mientras les contaba cómo conocí a Beth y sobre mi experiencia como domina, pero luego fue el turno de Luciano cuando le dije quién y qué significaba "amigo helado"

—Vaya sí, que te has divertido —mencionó Carlos limpiándose algunas lágrimas que se les habían salido de tanto reírse.

—Nosotros también tenemos noticias —anunció Luciano, pero no me gustó el tono en que lo dijo—. Cuando fuimos a España, no solo fue de vacaciones, también fue a que yo me presentara en un trabajo.

Sabía lo que venía después de esa frase, le dieron el empleo y me dejarán aquí, me alegraba por ellos, pero me dejaban sola aquí.

—Te felicito —manifesté sonriendo, tratando de ocultar que, de verdad, me dolería su partida.

—Gracias, pero también te queremos proponer algo —intervino Carlos.

—Sabemos que somos más que amigos. Y nos gusta tenerte en nuestras vidas, tú sin duda serás la madrina de nuestros hijos y esa tía que da consejos que los padres no dan. —Las palabras de Luciano me llegaban al corazón.

—Me harán llorar —declaré, dándome aire con las manos.

No era que yo no quisiera formar una familia, solo pensaba que no era el momento; para casarte y tener hijos debes ser una persona madura, ser estable económicamente y emocionalmente. Yo por el momento solo quería disfrutar de mi juventud, ir a fiestas, seguir siendo la mejor de la clase, conocer gente y tener nuevas experiencias. Todavía no era mi momento.

—Queremos que cuando termines el semestre en junio, te vengas a España con nosotros —soltó Carlos.

Esa, era otra decisión difícil, que debía ser pensada y analizada.

—Me lo pensaré. —Fue todo lo que podía responder.

—No esperaba menos de ti, Vanessa —convino Carlos abrazándome.                     

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