Vanessa es una joven estudiante del internado católico más prestigioso del país.
Sus ausentes padres la enviaron a ese instituto con el deseo de mantener alejada a su hermosa hija de los pecados del mundo.
Sin embargo, su hija, estaba lejos de ser l...
—Gracias —respondí sonriendo, vi la hora en mi reloj eran pasadas las doce de la noche—. Debo llegar a casa.
Carlos asintió y poniendo en marcha el auto.
—Es primera vez que veo al tal Matt, pero debo reconocer que sí sabe hacer su trabajo —declaró Luciano haciendo reír a Carlos.
—Oficialmente, es el protagonista de mis fantasías —corroboré yo recordando su cuerpo.
—Tenía un buen culo —agregó Carlos uniéndose a nosotros en la charla.
Luciano me miró y ambos soltamos una carcajada, en respuesta, Carlos aceleró más el auto.
Llegamos a mi casa en tiempo récord, gracias a la hora, ya que no había mucho tráfico.
—Nos vemos chicos, ya luego me cuentan quien fue Matt. —Luciano negó con la cabeza riéndose.
—Chao —me cortó Carlos avergonzado.
Caminé y entré en la propiedad, pasé delante de la casilla de seguridad y saludé con la mano al que estuviera allí de guardia, seguí hasta mi casa que estaba toda a oscuras.
Iba a abrir la puerta de mi casa cuando alguien detrás de mí me tapó la boca, sin entrar en pánico le pisé el pie, con el codo le di un golpe en el estómago haciendo que la persona me soltara, me giré rápidamente para terminar esa maniobra con un golpe en la garganta, pero me detuve en seco.
—No vayas a gritar —me pidió Julian recuperando el aire.
—¡Qué demonios! —exclamé en voz baja—. ¿Me explicas qué te pasa?
—Vamos a otro lugar. —Julian tomó mi mano y me llevó a la parte trasera de la casa, me pegó a una de las paredes y acercó su cuerpo al mío—. No dejo de pensar en ti.
—Ese no es mi problema Julian. —Empujé su cuerpo haciéndolo retroceder unos pasos—. Ahora vete.
La contundencia de mis palabras lo impresionó un poco, sin embargo, volvió a recostarme en la pared.
—Mi cuerpo reacciona diferente cuando estás cerca —admitió viéndome directo a los ojos, movió sus caderas haciéndome sentir su erección. Pasó una mano por mi cara de manera dulce, su cara fue acortando el espacio que había entre nosotros.
En el último segundo, volteé la cara dejando que el beso me lo diera en la mejilla, pensé que eso bastaría, pero Julian me tomó por el cuello y besó mi boca con pasión.
En el acto mis defensas cayeron. ¿Quién era yo para negarle a mi cuerpo un orgasmo? Correspondí su beso dejándome llevar por la excitación del círculo de masturbación y del contacto de sus manos sobre mi cuerpo.
Le abrí su camisa ágilmente, pasando las manos por su pecho y espalda, su boca lamió mi oreja, mordió mi cuello y quitó mi short con eficiencia, nuestras respiraciones estaban agitadas.
Tiré de su cabello y mordí su cuello disfrutando el sabor en él, aspirando su olor, pasé mi lengua por su mandíbula y llegué de nuevo a su boca.
Él me giró y quedé frente a la pared, Julian pasó su nariz por mi espalda haciéndome temblar, su mano fue a mi panty y como era su costumbre la arrancó de un tirón, tocó mi vagina y metió dos dedos dentro de mí, tuve que morder mi mano para no gemir y despertar al planeta entero.
—Siempre estás lista para mí —susurró sacando y metiendo sus dedos en mi sexo.
—No lo tomes tan personal, soy una mujer que le gusta el sexo —le aclaré apoyando mis manos en la pared.
Lo cierto, era que imaginaba que era Matt.
Escuché como rasgó el preservativo, me preparé para lo que venía, sentí como mis fluidos bajaron por mi pierna, mi cuerpo lo ansiaba y estaba más que lista para recibirlo dentro.
Julian se posicionó en mi entrada y se deslizó malditamente lento dentro de mí, sus manos subieron por mi cuerpo y llegaron a mi pecho apretándolos un poco y comenzó a moverse. Cada embiste que recibía mis senos rozaban la pared y mandaba una ráfaga de placer a mi lujurioso cuerpo.
Alcé un poco las caderas, para tenerlo lo más dentro de mí que se pudiera. La fricción de su cuerpo me volvía loca, sus testículos chocaban con mi clítoris haciéndome gemir suavemente. Tal vez él creía que me estaba torturando al no dejarme verlo, pero lo cierto era que eso solo contribuía con mi pequeña fantasía.
Mi cuerpo rápidamente, reaccionó a sus movimientos, Julian me volvió a girar saliendo de mí, dejándome una sensación de vacío. Me levantó del suelo, rodeé su cuerpo con mis piernas y lo volví a tener dentro. Está vez nuestras bocas se unieron en un apasionado beso.
Julian subió mi camisa y bajó mi sujetador dejando mis duros pezones libres a su merced, en esa posición él tenía acceso a mis pechos y claro que aprovechó tenerlos cerca.
Se llevó uno a la boca, mi espalda se arqueó y ante aquella sensación. Me sujeté de su cabello y tiré un poco de él.
Le di la bienvenida a mi orgasmo apoyando mi cabeza en la pared, Julian siguió penetrándome de manera salvaje hasta que logró llegar al suyo también, sentí su pene moverse dentro de mi producto de su descarga.
Dejó su cabeza en mi pecho por un rato y luego me colocó en el suelo delicadamente, nos acomodamos en silencio y lo miré sonriendo.
Él intentó decir algo, pero le puse un dedo en su boca para callarlo.
—No soy tu maldito desahogo. Vete y no me jodas más —sentencié tratando de ponerle un punto y final a esta historia.
Sin esperar respuesta caminé a mi casa.
Llegué a la entrada principal y me encontré a Ryan uno de los chicos de seguridad, le sonreí coqueta y seguí mi camino.
«Espero que hayas disfrutado el espectáculo.» pensé con irritación.
Entré con cuidado de no hacer mucho ruido, subí a mi cuarto y me tiré en la cama riendo feliz; este día no pudo ir mejor, me giré para apagar la luz de la mesita de noche y encontré una nota de mi padre.
"Hija mañana tenemos una cena en casa de los Pfifer"
Y con esa noticia me acosté, dejando el desenlace de mi semana en puntos suspensivos.
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