54- Que no me

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Desperté sofocada y con el cuerpo sudado. Levanté la mano y toqué el reloj de mi mesa de noche.

Abrí los ojos asombrada, faltaba menos de una hora para que mi alarma sonara. Me di vuelta en la cama y me fijé que Matt seguía allí, desnudo con su imponente cuerpo llenando cada rincón del colchón.

¡Qué rayos! ¿Por qué no se fue?

Con cuidado de no despertarlo, me puse de pie, tomé una toalla y me acerqué de nuevo a la cama para detallar al hombre que estaba en ella.

Matt estaba boca arriba, sin ropa, se veía relajado, sexy jodidamente atractivo, su abdomen está definido, sus brazos tatuados y fuertes, las piernas estaban bien trabajadas y de pronto, veo su pene.

¡Madre mía! Dios le tenía cariño a este chico.

Verlo allí, tan relajado, hace que una lujuriosa idea se forme en mi cabeza. Como todavía tenía algo de tiempo, la llevaré a cabo. Tomé con cuidado una de sus manos y la até a la cama, pase a la otra y voilà.

¡Lo tengo a mi merced!

Me acerqué a su majestuosa virilidad; la cual cabe destacar ya estaba semi erecta. La acaricié suavemente y está se puso dura como una roca, Matt se removió un poco, pero no se despertó.

Tomé su miembro con las dos manos, ya que con una sola no lograba tomarlo por completo y bajé su prepucio exponiendo su rosado y esponjoso glande. La boca se me seca y mi vagina se contrajo por la pura excitación.

Me subí a la cama y me posé entre sus piernas, metí la punta de su pene en mi boca y succioné, de la boca de Matt salió un gruñido y se movió un poco. Detallé con lujuria como quería llevar su mano a mi cabeza, pero...

Cómo estaba amarrado no pudo. Abrió los ojos, alzó un poco la cabeza y al verme entre sus piernas sonrió con satisfacción.

—¿Siempre amaneces así de traviesa? —preguntó volviendo a cerrar los ojos.

—No sé —respondí inocente—. Nunca había amanecido con nadie.

Matt levantó la cabeza y me atravesó, son su mirada.

Trepé por su cuerpo y llegué a su boca; sin pensarlo dos veces le estampé un beso que lo despertó del todo.

—Necesito tu consentimiento —bromeé.

Me senté a horcajadas sobre él. Quizás creyó que iba a meterlo en mi interior, pero no. Con mis manos acaricié su piel y como me enseñó Luciano, hice presión con la yema de mis dedos, dejando un delicioso camino de placer y dolor.

Sentí como el pene de Matt se movía logrando dar pequeños golpes en mis nalgas.

—Vanessa, me estás matando —suplicó Matt.

Bajé de su cuerpo y llevé su miembro a mi boca; lo más que pude, pero aún relajando mi mandíbula no logré meter ni la mitad. Así que opté por pasar mi lengua por todo su poderoso pene erecto.

Metí una de sus suaves bolas en mi boca, las saqué y pasé mi lengua por el espacio que hay entre los testículos y el pene. Llegué a su ano, sentí como Matt se tensó.

—Tranquilo, aquí no pasará nada, que tú no quieras que pase —afirmé en tono de burla.

Estimulé su miembro bajando y subiendo de forma lenta, mientras llevaba mi lengua de nuevo a su ano, él sin evitarlo se tensó otra vez, pero esta vez no pare, al sentir como se relajaba, coloqué mi dedo medio en su ano, llevé mi boca a su miembro y metí el dedo, buscando su punto G.

Al parecer yo también le podía enseñar un par de cosas a este hombre.

De su boca salió un gemido de sorpresa y placer, lamí todo su duro miembro, mientras mi dedo jugaba en su ano, me encantaba la sensación que un solo dedo podía causar en un hombre, sentí lo incómodo que Matt estaba así que me apiadé de él.

Tomé un preservativo, lo coloqué en la punta de su pene y lo bajé con mi boca, terminé de ponerlo con la mano.

¡Qué comience la acción!

Me subí de nuevo sobre él, bajé lentamente hasta tener dentro toda la punta del miembro, contraje mi vagina y salí, luego bajé hasta la mitad de su virilidad y repetí el procedimiento, bajé hasta la base de su sexo y subí con la vagina apretada.

—¡Dios mío! ¡Qué delicia! —jadeó Matt.

—Oficialmente, has recibido el beso de Singapur.

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