24- En libertad.

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Obligué a mis ojos regresar a mi teléfono y no apartar más la vista de allí.

Aunque, ya no me importan los videos, solo sabía que los minutos estaban transcurriendo y yo estaba que encendía el auto y me largaba de este puto lugar. De repente, la puerta de copiloto se abrió y Carlos se materializó en el asiento a mi lado.

—Casi no llegas —le reproché sorbiendo por la nariz.

Sin esperar a que él respondiera, encendí el auto y puse la mayor cantidad de distancia y en el menor tiempo posible de ellos y mi persona.

—Disculpa, mis padres invitaron a cenar a... Y bueno tuve que avisarles a mis padres —me explicó, pero no me interesaba lo que decía.

Seguí manejando de manera casi salvaje, incluso me pasé dos altos, pero estaba iracunda por como había transcurrido este jodido año.

—¿Cómo te preparas para la universidad? —indagó Carlos de manera cauta.

Suspiré y relajé las manos alrededor del volante.

—Estoy algo nerviosa, pero sigo estudiando un poco antes de dormir —hablé con honestidad. Me fijé que no tenía idea de a dónde iba, así que le pregunté—. ¿Tienes planes o solo daremos vuelta toda la noche?

—Tengo un plan, pero deberás darme el auto —exigió en tono misterioso.

Detuve el auto a un lado de la carretera y cambiamos de puesto.

Carlos puso el vehículo en marcha, y en silencio salimos de la ciudad. No lograba reconocer la carretera así que nada más me relajé viendo el paisaje. Puse un poco de música instrumental, bajé volumen y me sentí dentro de una de esas películas de los años 60.

—Se van a casar —reveló Carlos rompiendo el silencio, volteé la cara hacía él.

—No me importa —declaré y volteé de nuevo a ver la carretera.

—Ella está embarazada —murmuró.

—No era de extrañar, pero sigue sin importarme —sentencié subiendo el volumen a la música.

Siendo honesta, al menos conmigo, no quería hablar de ellos, había pasado los últimos meses maldiciendo el minuto en que la idea de juntarlos cruzó por mi mente. Por ello, había tomado la decisión de hacer como si jamás hubieran existido.

Sin embargo, en algunas noches donde el frío calaba mis huesos, lloraba pues todavía no sabía que había salido mal. Creí que Julian y yo... Era estúpido pensar en eso; más cuando él fue quien me hizo a un lado.

Seguí viendo por la ventana, pero ya no veía con claridad el paisaje, ahora solo era una mancha borrosa.

Al fin el auto se detuvo y no pude quedar más asombrada con lo que vi. Era una cabaña en medio de un hermoso y frondoso bosque. Sonreí tal vez estábamos en otra dimensión, en una donde la traición no existía.

Bajé del vehículo y decidí que este sería el mejor lugar que había estado con Carlos.

—Parece salida de una película ¿Verdad? —indagó Carlos tomando mi mano.

—Sí.

—Vamos. —Me llevó hasta la puerta, levantó la alfombra y tomó una llave del suelo, me sonrió y abrió.

Si afuera era hermoso, adentro era maravilloso; todo era muy pequeño y acogedor. Giré admirando el lugar, lo que más me llamó la atención de esta pequeña cabaña de sueños, sin duda fue ver un estante lleno de botellas de vinos casero añejándose y los diminutos cuadros de distintos paisajes.

—Es... Majestuoso —divagué con miles de adjetivos arremolinándose en mi cabeza.

—Lo es —convino Carlos sonriendo, de pronto, abrió la boca y exclamó—. ¡Luciano!

—Dame un segundo —respondió una voz masculina de vuelta.

—¿Quién es Luciano? —indagué en voz baja. Hasta ahora me enteraba de que era una salida de 3.

—Es tu sorpresa —afirmó tocando la punta de mi nariz con su dedo índice.

Alzó las cejas y se tiró en un sofá mullido.

—¿Mi sorpresa? —cuestioné cruzándome de brazos.

Sin embargo, antes siquiera de que Carlos pueda abrir la boca, apareció el tal Luciano. Nuestras miradas se conectaron y lo primero en lo que me fijé fue en lo guapo que era, su cuerpo estaba tonificado y bronceado, cabello castaño con mechas azules, ojos marrones claros, nariz respingona y labios provocativos.

Él también me estaba evaluando y sonrió satisfecho.

—Un gusto, soy Luciano. —Se acercó y me dio dos besos, uno en cada mejilla—. Espero tengas hambre, porque la comida está lista.

Su amabilidad no me sorprendía, para ser amigo de Carlos es un requisito fundamental. Luciano saludó a mi amigo con un par de palmadas en el hombro y me guiño un ojo. 

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