72- Personas maravillosas

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La brisa de la madrugada despeinaba mi cabello haciéndolo bailar. Me acomodé la cola y abracé mis piernas.

Desde allí pude ver a mis amigas irse y a otros asistentes de la fiesta pulular con sus bebidas, algunas chicas fumaban, otras bailaban al ritmo de la música y otros solo se besaban en algún rincón del patio.

—Porque no me extraña que estés aquí —murmuró Matt sentándose a mi lado.

—Hola —susurré observando a mi amigo helado.

—Así no se saluda —me indicó él, se acercó, sujetó mi rostro y me dio un beso apasionado.

Abrí mi boca dándole paso a su traviesa lengua. Matt se inclinó sobre mí y mi espalda tocó el techo. Su mano se internó dentro de la falda de mi vestido y acarició mis piernas.

—Te eché de menos —balbuceé sobre sus labios, tratando de recuperar el aliento.

—Yo también, preciosa —admitió él y juro que mi corazón latió deprisa dentro de mi pecho—. ¿Qué tal la fiesta?

—Estuvo bien, un poco aburrida. —Sonreí al toparme con sus misteriosos ojos.

—Gracias a Dios, estoy aquí.

—¿Qué tal si nos vamos? —sugerí pasando la mano por su cabello.

—Creo que es lo mejor, estos chicos no están preparados para verme en acción —bromeó Matt.

Se levantó de mi cuerpo y entró al ático por la misma ventana de la que había salido. Me puse una mano en la boca al contemplar la escena, él era tan alto, musculoso e imponente, que verlo meterse por esa diminuta ventana daba algo de risa.

Giré mi cuerpo y me fui a gatas hasta la ventana, dónde Matt me observaba con el deseo pintado en su rostro.

—No puedes ponerte así y esperar que actúe como si nada —comentó él tomándome por la cintura y pegándome a la pared.

Mordí mi labio inferior, lo tomé del cuello y lo besé con fuerzas.

Enseguida él me levantó del suelo y mis piernas rodearon su cadera; llevé las manos a su cabellera, mientras las manos de él subían por mi cuerpo dentro del vestido.

Estaba perdida en sus labios cuando la puerta del ático se abrió.

—¡Qué bueno que estas aquí todavía! —exclamó Liv contenta.

Matt me miró y susurró:

—¿La conoces? —Yo asentí y sonreí a modo de disculpa—. Líbrate rápido de ella.

Matt me colocó en el suelo y me puso delante de él para tapar su erección.

—Lamento mucho si los interrumpí, pero debía agradecerte, pude acabar —anunció la jovencilla.

—Me alegro por ti —manifesté.

—Al principio, me dio algo de vergüenza, pero he recordado tu consejo y fui diciéndole a Miguel que me gusta o que deseaba que me hiciera, incluso fui capaz de decirle donde quería ser tocada —contó ella feliz.

—Es que se tiene la creencia de que tu pareja es la encargada de proporcionarte placer, pero eso está totalmente errado, pues, somos humanos y si no expresas que te gusta, la otra persona solo podrá suponer que te puede gustar y hay algunas cosas que no te pueden generar sensaciones agradables.

—De verdad, estoy muy agradecida con tu consejo. Si en algún momento llego a tener otra duda... ¿Te puedo preguntar?

Sonreí teniendo una epifanía.

—Seguro, anota mi número. —Liv sacó su teléfono y me lo dio, rápidamente, anoté mi número y se lo devolví.

—Gracias, Vanessa. ¡Feliz noche! —gritó saliendo del ático.

—Ella arruinó nuestro momento —murmuró Matt en voz baja.

—Salgamos de aquí y hagamos algo divertido —propuse girándome y rodeando el cuello de él con mis brazos.

—¿Trajiste auto?

—No, vine con Grace y Abbie, pero ellas ya se fueron —expliqué.

—Mejor, así te vienes conmigo en la moto.

—¿Me dejaras manejarla? —indagué dándole un casto beso en los labios.

—Ya veremos.

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-

Matt estacionó frente a un terreno baldío.

Sin embargo, por mucho que lo intenté no pude mover la moto de su lugar; al final, comprendí que las motos no eran lo mío.

—No puedo, es más complicado de lo que parece —me quejé cruzándome de brazos.

—Sé algo en lo que eres muy buena —comentó Matt besándome por el cuello.

—¿Mmm, en qué? —le provoqué bajándome de la moto.

—Mejor deja que te lo demuestre. —Matt sujetó mi mano y me subió al vehículo, pero de modo que quedará frente a él.

Quizás no fuera buena conduciendo motos. Sin embargo, mi sexy dios griego me enseñó que los vehículos de dos ruedas no solo sirven para desplazarse. 

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