51- Y respetar

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La tarde pasó dentro de un ambiente muy agradable; nada sexual.

Solo éramos 3 amigos hablando sobre la noche anterior. Me reí como nunca cuando mis Caluc me contaban como comenzó su mañana. Sin embargo, la velada llegó a su fin cuando los primeros comensales llegaron.

—Me avisas cuando llegues a tu casa —pidió Carlos.

—Igual ustedes, los quiero. —Les di un abrazo y tomé el ascensor.

Realicé mi camino de regreso, sola, pues Carlos y Luciano tenían cosas que hacer.

Subí a mi auto, puse algo de música y me marché dejando atrás a una hermosa ciudad. La verdad, me hubiera gustado quedarme, pero lo cierto, era que yo también tenía deberes que hacer, sobre todo de la universidad.

Además, debía dormir y librarme de estas ojeras.

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«Dos semanas después»

En honor a la verdad, han sido dos semanas bastante extrañas, por un lado, les he dado su espacio a mis compañeros de aventuras, para que disfruten de su nube sexual, por otro, Karla, por mucho que la he visto en el colegio no me ha dicho ni mu, lo que me hace pensar que tal vez Julian llegó a un acuerdo con ella.

Mis padres hace una semana se fueron de viaje, pero eso no tiene nada de raro, y he disfrutado de mis nuevas amigas Abbie y Grace, hemos ido de compras, al cine y a comer, incluso hemos tenido una pijamada en casa de Grace y la pasamos increíble.

Por desgracia, hoy ya es lunes y debo regresar a mi pesada rutina.

Aunque debo confesar que por darles espacio a mis Caluc, no he salido con nadie y hasta salí a trotar con la esperanza de encontrarme con el sexy de Matt, pero no tuve suerte.

Salgo de la ducha con una toalla alrededor de mi cabellera y otra cubriendo mi cuerpo. Me visto de manera sencilla y dejó que mi cabello seque al aire libre, pasé de maquillarme, estaría al natural. Tomé mis cosas y salí de la casa.

Una vez en la universidad, nos informaron que el profesor que nos daba las dos primeras horas no vendría, así que salí al cafetín por algo de comer.

—Odio levantarme temprano y no tener clases —se quejó Abbie.

—Dímelo a mí, ni tiempo me dio para desayunar —agregó Grace.

—Yo me debatí entre venir o quedarme durmiendo todo el día —agregué con una sonrisa.

Desayunamos y regresamos a clases, que, por suerte, sí transcurrieron con normalidad. En los ratos libres, Abbie nos contaba como estaba ayudando a su madre con algo de su cultura. Sí, me dio algo de curiosidad, pero no le hice muchas preguntas, después de todo, ella no parecía estar al corriente de todo.

Al finalizar las clases y luego de mucho tiempo vi a Julian, sin poder evitarlo mi corazón se aceleró, pero no estaba solo, junto a él iba Karla, ella no parecía estar bien, estaba pálida y parecía estar muy enferma. Lo cual me sorprendió un poco.

—¿Ya la vieron? —les pregunté a mis acompañantes.

—¿Verla? Desde aquí puedo olerla —se quejó Grace—. Ha pasado toda la última hora vomitando.

—Dicen que el embarazo le está sentando muy mal —agregó Abbie.

—Da igual, yo me voy, nos vemos mañana.

Ambas chicas se despidieron de mí con un beso en la mejilla.

Salí del cafetín sintiendo que todo el mundo me miraba; sacudí la cabeza liberándome de esos pensamientos y caminé hacía el estacionamiento.

Llegué hasta donde debería estar mi auto, pero mi vehículo no estaba, en su lugar se encontraba un Audi R8 y en su capó un divino Matt cruzado de brazos.

¡Dios mío! Ese hombre, sí, está bueno. Mi piel se erizó de solo pensar todo lo que podía hacer con ese glorioso cuerpo.

Matt me contempló de arriba abajo y lejos de sentir vergüenza, me sentí arder ante su mirada lasciva. Sin cortar el contacto visual me mordí el labio inferior y me acerqué a él lentamente.

Estaba a pocos pasos de Matt, cuando me detuve para darle paso a Julian que iba casi cargando a Karla; él miró a Matt y luego volteó a verme a mí, en su mirada se notó algún tipo de sentimiento, que decidí pasar por alto. Que ellos pasarán frente a mí transcurrió en cámara lenta y el tiempo volvió a su normalidad una vez que ellos se alejaron de mí.

Retomé la marcha y me detuve frente a Matt.

—¿Cómo me encontraste? —pregunté serena.

—Tuve un poco de ayuda —respondió pícaro.

—¿Dónde está mi auto? —indagué cambiando el tono de voz.

—En tú casa —declaró él de manera tranquila.

—¿Qué haces aquí? —le interrogué.

Matt suspiró y con sus enormes manos me tomó por los hombros.

—Solo he venido a invitarte un café. —Bajó la mirada a mis labios y agregó—. Llevo días trotando por la misma cuadra en la que te conocí, pero no he logrado dar contigo, así que opté por el plan B.

Lo miré incrédula por sus palabras. Ya me podía hacer una idea de quienes habían ayudado a Matt.

—El plan B —repetí asintiendo con la cabeza—. Uno que incluye a...

—Los Caluc, sí —me interrumpió él.

—Ya sabía que ellos tenían algo que ver —afirmé sonriendo.

—¿Vamos por un café?

Fingí deliberadamente que analizaba su propuesta. No solo quería un café, lo quería a él, pero por alguna razón, deseaba torturarlo.

Él pareció algo derrotado, pues dejó caer los hombros y dijo:

—De acuerdo, si quieres solo te llevo a tu casa.

—Bien, pero yo manejo —respondí.

Matt sonrió y sin pensarlo dos veces me entregó la llave de su auto, las tomé y subí a él. Lo primero que hice fue disfrutar el sonido del motor. De pronto, Matt se acercó a mí, su boca quedó a milímetros de la mía, pero su mano buscó el cinturón y me lo puso.

Sonreí ante su osadía, aceleré un poco y salí del estacionamiento.

—¿Por qué no quieres salir a beber un café conmigo? —indagó Matt.

—A esta hora del día, no me apetece tomar café —dije dando una curva.

—¿Sabes que lo de beber café era algo retórico?

—Lo sé.

Pisé el acelerador a fondo y sentí la adrenalina subir por mi cuerpo. Claramente, no fui directamente a mi casa, di un par de vueltas antes de sacar la mano por la ventanilla y notificarle al señor Pérez que era yo.

Apagué el motor en la entrada de mi casa y comenté:

—Gracias por dejarme conducir.

—Gracias a ti, por el paseo, era una excelente conductora —manifestó Matt bajando del vehículo.

—¿Quieres algo de tomar? —le ofrecí.

—Si no es molestia.

—Que va. —Moví la mano restándole importancia.

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